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sábado, 14 de enero de 2012

Guálado

Alfredo Yakes

















La verdadera Historia de
REGINO GUÁLADO


















Estas páginas,
permanecerán abiertas.
Porque abren un camino...
o pretenden abrirlo...





Capítulo I

De aprendiz a empresario

I
...y descansará, porque al recorrer este camino a la eternidad, lo hizo como un bueno, así sea...

Como lo acababa de decir, Dago Sueiro, había muerto un bueno, un hombre que para definirlo en apretadas palabras, necesitaríamos mil páginas y quizá al llegar a la página mil, solicitáramos algunas más.-

Había muerto un bueno y Dago Sueiro ensimismado ante aquella tumba fresca, fresca por las flores, por el rocío fresco, por el espíritu fresco que se iba y no dejaría fácilmente de ser nuestro compañero, nuestro amigo. Como en una ensoñación, como una ráfaga evocando cada minuto, cada instante, en el secreto de un carísimo compromiso atesorado, como paladeándolo, revivía todos los momentos de aquella vida...

II

...Nos conocimos desde el primer día, quizá desde que nacimos, tal vez nacimos juntos o casi juntos o el mismo día o el mismo año, pero nos conocimos desde el primer día. Amigos, compañeros en todas las travesuras, pero amigos en las buenas o en las malas. Juntos siempre..., la pelota de trapo, las cometas en semana santa, las cacerías, las escapadas al montecito de sauces y sarandíes, el lagunón, el arroyo, el mar, las temidas rocas en la rompiente, nos vieron y nos marcaron.-

Fueron años que transcurrieron con la suavidad de un buen sueño y fueron buenas simientes para desarrollar buenos troncos y fuertes ramas unidas en azarosos caminos de vida.-

III

El primer día de escuela, fuente de miedos, temblores, curiosidades..., orgullos.- La señorita Amelia, treinta... o quizá cuarenta, o cincuenta años de candor, en aquella profesión incomprensible, segunda madre, hermana mayor, tía, tal vez abuela, con la voz aflautada por los años, nos dice todo lo que somos, lo que debemos ser, lo que aprenderemos, lo que llegaremos a ser y luego la pregunta, para conocernos, para empezar a conocernos, con una dulzura sin límites... ¿como te llamas?.. al primero de la fila de bancos alineados, pulcros en su primer día..., al segundo, y al otro y al otro...

Y todos nos mirábamos y alguno enrojecía cuando decía su nombre y sabía que todos lo mirábamos.

Fue, cuando sorpresivamente me surgió enorme, como el banco, como el salón de clases, como la escuela toda, la pregunta.. ¿Cómo se llama “el Chato”?.. ¿como se llama mi amigo del primer día..? ¿será que no tiene otro nombre?.. seguro... si no yo lo sabría, es mi amigo... lo hubiera sabido...

Y llegó la señorita, al banco “del Chato”...

Se puso de pie, pequeño, casi esmirriado, pero grandioso en su guardapolvo de nieve, en el orgullo que le daban las palabras que ya empezaba a decir, me llamo Apolinario Regino Aranjuez Guálado, Apolinario por mi abuelo, padre de mi padre, que vino de España antes del 1850 y Regino por mi abuelo, padre de mi madre que vino de...

No pudo seguir, porque lo que primero fue un murmullo apenas audible, se transformaba en risas y con la velocidad del rayo en una carcajada enorme, grotesca... infamante. Con enormes ojos lo miraba, incrédulo... porque yo tampoco le había dicho nunca, porque no era necesario, era mi amigo, que Dago era por Dagoberto y que también era el nombre de mi abuelo, y que...

Lo vi cuando como una vela se apagaba,  se encogía, casi que se arrugaba y cuando casi el pupitre lo cubría, cual antorcha flamante, irguiéndose, inconmensurable, con voz gruesa, estentórea por el coraje, por la rabia, terminó cáusticamente...que vino del rincón más profundo y hermoso de la campaña de la patria, el Valle Edén, entre las sierras de Tambores, nombres que llevo con orgullo y los gritaré siempre.-

Tenía seis años y era tan chiquito, de apariencia tan débil que parecía imposible sobreponerse a la ofensa, pero allí estaba enorme en su guardapolvo blanco, enrojecido por la furia... repitiendo... me llamo...

Qué grandeza!, qué arrojo!, qué excelsa reacción, ante tal intento de oprobio!

No eran nombres de artistas o famosos, no eran nombres bonitos o con tintineo musical, pero que orgullo llevar como nombres, los nombres de aquellos héroes, aquellos líderes, aquellos superhombres que merecían recordarse  talladas en duro bronce y en elevados pedestales de granito.-

Si aquel pequeño, o grande, incidente escolar dejó una marca indeleble en el espíritu de mi amigo, en mí también dejó su huella.-

Cuánto agradecimiento silencioso intenté transmitirle al decir mi nombre! Tímidamente, casi balbuciente conseguí articularlo, aunque la figura imponente de aquel moreno arrancado de las costas de su África amada, ocupaba en mi mente la inmensidad del negro pizarrón que se extendía por todo el ancho de la pared, detrás de la señorita Amelia.-

La timidez se trocaba en alegría, cuando la sonrisa de tiza, ancha, enorme, surgía aprobando mi pobre valentía y veía a mi abuelo feliz por escuchar su nombre ocupando el más destacado lugar en la lista de niños blancos.- Gracias, repetía mentalmente, gracias amigo, gracias por los recuerdos que en aquel instante ayudaste a recrear en mi mente, la cacería, el barco, la ignominia, la resignación y el suave yugo feliz en el desarraigo, por aquel amo bueno, que lo consideró humano.- Y como humano vivió y creó su prole y como gran herencia nos dejó su historia de muchos pesares pero también de muchas alegrías, que parecían perdidas en la inmensidad del tiempo, pero fueron amasadas con aquella humilde dulzura, su lealtad, su vigor, el tam-tam de sus ancestros y el borocotó-chás-chás que con su raza supo acuñar en los arenales de nuestras costas.-

Si éramos amigos desde el primer día, aquellos minutos en la clase de la señorita Amelia acababan de sellar la unión inseparable, que hasta hoy nos mantuvo hombro con hombro, mente con mente en los más duros momentos y en las circunstancias más difíciles, a veces muy alejados uno del otro, pero siempre muy juntos en los propósitos y en los espíritus.-

Apolinario Aranjuez, fue impuesto. Hubo burlas y asedios que fueron enfrentados con orgullo y retiradas estratégicas. Desprecios por el “gallego pobre” o por el “negro mota” y en ocasiones las patotas de burlones y agresores chocaron con el poder increíble que forjaron la unión del “gallego” y el “mota”. La inteligencia de ambos, la sutileza cerebral “del” Chato y la fortaleza física “del” Dago, sin proponérselo, espontáneamente produjeron, como en una simbiosis natural, una unión indisoluble, y como los “gallemota” siguieron sus pasos, transitando aquella etapa de sus vidas.

Transcurrieron años de escuela, años de secundaria, crisis económica, dificultades, abandono de estudios por necesidades impostergables de sobre vivencia, de aumentar los alicaídos ingresos familiares, peregrinaje en búsqueda de trabajo, para ayudar a sostener sus humildes hogares.

Al fin, la suerte brilló para el “gallego”, después de varios días de deambular en su búsqueda, llegó al mercadito de la calle Durazno al sur.

El primer trabajo, por unos pocos pesos, pero trabajo al fin. Primero los mandados, cajones, verduras en deplorable estado, limpiezas... y cuando obtuvo su puesto en la venta, consiguió un lugarcito para el amigo... y nuevamente, no ya en los bancos escolares o de la secundaria, sino durante las horas de duro trabajo, los “gallemota” juntos. Aunque ya no éramos más los “gallemota”, sino Apolinario y Dagoberto, ascenso conquistado con esfuerzo, valentía y orgullo.

IV

Don Ezequiel, judío inquieto, muy observador y extremadamente apegado a su negocio, no tardó en ver las condiciones excepcionales de Apolinario para la atención de las más intrincadas negociaciones y poco a poco fue encargándole las compras en el Mercado. Prueba de fuego para el pequeño galleguito. Entre zanahorias, manzanas y rabanitos y puesteros que en su dominio del mercado granjero, cambiaban al salto precios y calidades y ofrecían  la mejor salsa de tomates, cuando en la trastienda embotellaban kilos y kilos de tomates podridos, Apolinario inició su nueva etapa. Prueba de fuego, sí, pero pasada con las más altas calificaciones.

Apolinario se ganó su lugar de destaque entre los compradores y el respeto de los puesteros y don Ezequiel vio como el mercadito se transformaba en la escala obligada de todas las “vecinas” como gustaba decirles, aunque vinieran de Paso Molino o de Pocitos, asumiendo un día que en su oferta figuraba lo mejor y al mejor precio de todo el barrio y era mérito de su hábil dependiente.

Pasos como aquel se sucedieron, y el dependiente que pocos años atrás limpiaba y cargaba cajones, ya era el brazo derecho de don Ezequiel, que rumiaba su pronta jubilación y el destino del mercadito.

Sin hijos, no había opciones, cierre o venta. Aunque, había otra, asociar a Apolinario y mirar tranquilo desde su vejez el hacer del hijo que hubiera querido tener.

Y así fue, todos sus ahorros e incluso el auxilio de un préstamo, posibilitaron a aquel emprendedor, tener su primera empresa. Vinieron las transformaciones, ampliaciones, el pasaje del mercadito a supermercado, nuevos locales, “bocas de venta”, diversificación, nuevos rubros, nuevos negocios, luchas, guerras entre caballeros de traje y sobria corbata, fiestas, grandes círculos de negocios..., pero siempre, al final de las duras jornadas,  el dulce remanso de la familia y los amigos íntimos.

V

Una apacible mañana, cuando lentamente un somnoliento Montevideo se desperezaba en su tempranera primavera, como protegiéndose del duro invierno que lentamente cedía, en el corazón financiero de la “city”, corrió un muy sutil rumor que generó corrillos de comentarios y análisis de consecuencias en un mercado tan sensible por su pequeñez.

Un operador abrió la jornada con fuertes inversiones en sectores industriales que siempre se caracterizaron por su ínfima incidencia en el volumen de los negocios. Sectores de la industria de la alimentación pasaron en pocas horas a ser las vedettes de la Bolsa de Valores montevideana.

Casi al finalizar la jornada, traqueteaban las teletipos con alarmantes noticias de la otra orilla del Plata, la Bolsa de Valores de Buenos Aires, había sido sacudida por fuertes inversiones, también en la industria de la alimentación.

Lo que fue un sutil rumor al inicio de la jornada bursátil, al finalizar el día, ya era el centro de atención, que desataba una verdadera avalancha de movimientos accionarios. La normal apatía comercial se transformaba en la verdadera locura, obligando a urgentes reuniones de inversionistas, corridas de operadores, comentarios y en algunos casos, terror...

Lentamente transcurrieron los siguientes días, con una tranquilidad inusitada, como la calma chicha, en un mar que espera ser sacudido por el vendaval. Pero el vendaval no llegó, y nuevamente la normalidad reinaría, los negocios retomaron su natural cauce y poco a poco aquel día de locura, se transformó para la mayoría, en una anécdota inexplicable.

En Montevideo, nacía el supermercadismo a gran escala. Casi en forma solapada, en aquellos momentos se iniciaban los movimientos, en un aceitado engranaje, que se transformaría en una gran cadena de autoservicios y supermercados, apoyados directamente por el grupo industrial y económico más poderoso del país, que tuviera como base de lanzamiento, el mercadito de la calle Durazno al sur.

Por aquellos días, se produjeron fusiones de industrias que pasaron casi desapercibidas para la mayoría de la gente, aunque hubieron observadores económicos, que inmediatamente detectaron ciertos cambios en el manejo de la industria alimentaria del País. También encontraron en los círculos empresariales la presencia de un desconocido, que con increíble habilidad se posicionaba y siempre estaba en el lugar y momento justos, para muy sutilmente, propiciar el tratamientos de los temas comerciales y financieros más difíciles e impensados, aportando siempre las más centradas sugerencias y fundamentalmente recogiendo el aprecio casi instantáneo de sus interlocutores.

El elegante moreno, con traje de perfecto corte, prontamente era asediado por hombres ávidos de sus consejos empresariales y mujeres encantadas por su correcta simpatía, que hacía de las tertulias de negocios, agradables reuniones de amigos.

Dagoberto Sueiro, estaba definitivamente inserto en la sociedad de los altos negocios, siendo el nombre obligado en toda lista de invitaciones de las más importantes empresas.

A pesar, de que su nombre fue vinculado, en varias oportunidades, a aquel día loco, en la actividad bursátil, su hábil discreción impidió siempre el tratamiento del tema, contribuyendo, si no a su olvido, a quitarle trascendencia y transformarlo en simple anécdota.

Aquel verano, por primera vez en la historia comercial del País, la corriente exportadora de productos alimenticios procesados nacionales, sufrió transformaciones inesperadas. Productos que integraban una ínfima porción en la globalidad de las exportaciones, comenzaron a tonificarse por la aparición de un núcleo industrial con agresivas ofertas, que rápidamente obtuvo su lugar de destaque en varios países de la región.

Los comentarios periodísticos especializados se centraban en la fusión de empresas industriales del sector, que con la extraordinaria visión de su anónimo impulsor revertía magras producciones de consumo local, en pujante inserción en el mercado regional, potenciándose, retroalimenándose de sus propios logros y posibilitando el ingreso de una importante masa de trabajadores a una industria, que meses atrás estaba totalmente debilitada.

La prensa dedicó algún comentario a la reposición de todos los trabajadores que inexplicablemente vieron clausuradas sus fábricas, pero que puntualmente cobraron sus haberes durante el cese, aventurando muchas respuestas, quizá todas equivocadas, a las interrogantes que una situación nunca vista, dejó planteada.

Si traumático e incierto, para los trabajadores, fue el cese, la recompensa por ingresar a una fábrica distinta, que resumaba modernidad y ambiente limpio y solo pedía productividad y celo por su propio hacer, disimuló totalmente los malos momentos vividos.

Allí comenzó una nueva historia en la relación de aquellos trabajadores y sus empresas. Sabían que hubo cambios en sus Consejos Directivos, pero no aparecían los nuevos dueños. Hubo cambios de denominación en las razones sociales, pero se mantuvieron la mayoría de las marcas registradas por sus empresas anteriores. El staff de dirección tuvo muy pocos cambios, fue ampliado con algunas incorporaciones y el grupo de compañeros de trabajo y sus cargos fueron prácticamente los mismos, aunque había más operarios. Al entablar relación con los nuevos operarios, inmediatamente asumieron que las incorporaciones de nuevos directores detectadas por unos, resultan ser los anteriores jefes de sus nuevos compañeros, concluyendo que se trataba de varias fábricas pequeñas fusionadas. La única cara absolutamente desconocida,  que veían diariamente, pasando casi como una ráfaga, era la de aquel enorme moreno de sonrisa fácil y franca, que según decían los que estaban más cerca de la Gerencia,  era el asesor financiero de los dueños, que puntualmente a la misma hora, todos los días, recibía informes y transmitía instrucciones en las distintas direcciones. Salvo la introducción de una nueva modalidad de trabajo, que hacía especial hincapié en la calidad de toda la cadena productiva y en la administración, no hubo cambios sustanciales, aunque paulatinamente y por sectores se iniciaron las convocatorias a reuniones de personal y luego seminarios y cursillos en distintas áreas, con técnicos contratados especialmente.

Paulatinamente, el concepto de calidad, fue la moneda corriente y fue transformándose en el principal motor que impulsaba a todos y cada uno de los involucrados, a una independencia en su accionar individual, pero ensamblados en una realidad global, tan perfecta, como el accionar de las propias máquinas, que hacía de aquel complejo ensamblaje de hombres, máquinas, materias primas y productos una cosa natural y fluida, que sin la menor violencia obtenía el máximo rendimiento de todos.

Pero no solamente, fue ése, el único cambio. Llegó también, la especialización en las fábricas. Ya no se fabricaban una gran cantidad de productos, sino que cada fábrica, se encargó de una línea, para la que estaba en mejores condiciones, tanto en instalaciones como técnicos y recursos humanos.

VI

Don Ezequiel lloró el duro momento, cuando vio partir definitivamente a la compañera de casi toda su vida, a su gentil dama, a su luz y guía, su consejera, su amante esposa. Aquella temprana partida, dejaba además del inmenso dolor, un profundo vacío en su alma, que las atenciones de sus “hijos” Regino y Dagoberto no conseguirían colmar.

La aparición bulliciosa y sorpresiva de aquella diminuta rubiecita, que había colmado de amor el corazón de Regino, consiguió lo que parecía ya un imposible, la sonrisa y las ganas de vivir, volvieron con bríos, a quien en unos meses pareció envejecer varios años.

Volviendo paulatinamente al normal disfrute de su condición de pasivo, vio al poco tiempo, como la felicidad golpeaba nuevamente a su puerta, cuando Estefanía le pide graciosamente, le conceda el honor de desposar a su hijo Regino.

Comenzó una época de vértigo en aquella familia compuesta únicamente por tres hombres maduros. Boda, luna de miel, y luego más cambios...

El traslado a la quinta de un barrio tranquilo y pulcro no significaba el desarraigo, porque en el barrio Sur, seguía y quedaría por siempre, como el recuerdo vivo de aquellos principios, el supermercado de la calle Durazno, ocupando la espaciosa planta baja, del edificio que albergaba, en sus cuatro primeros pisos, el centro de operaciones de aquellos visionarios negociantes.

No pasó mucho tiempo, para que el abuelo Ezequiel se transformara en el complaciente compañero de juegos, de dos pilluelas, que le exigían el cambio de ropas a un sin fin de muñecas y del jovencito admirador de todos los deportes que pedía cestos, pelotas y raquetas.

Los nietos ocupaban la totalidad de su tiempo y llenaban plenamente aquel vacío que lo sumiera en el dolor, trocándolo en dulce recuerdo e infinito amor por aquellos chicos que consideraba los verdaderos descendientes de la amorosa unión de sus vidas.

El remanso de paz de la quinta, era apenas alterado por las tertulias, que cada quince o veinte días reunía al reducido núcleo de amigos de la familia para dedicarle algunas horas a la fraternidad, el disfrute de la buena mesa, el goce de excelente música y muchas veces las incursiones de improvisados poetas y cantores, que con la espontaneidad surgida únicamente en la sincera amistad, hacían las delicias de los contertulios. Siendo siempre un punto culminante las maravillas rítmicas que Dago Sueiro sacaba de sus bongoes, tumbadoras y tamboriles, fluyendo como de su propia sangre un torrente musical, que era un poco añoranza de sus mayores y encerraba un inmenso amor por la música, que fue alivio en el sufrimiento, de su raza.

Allí estaba vedado hablar de negocios, pero el abuelo no había sido excluido de los mismos, asiduamente, una o dos veces a la semana, se le veía abordar alegremente el ascensor, para subir al segundo piso del edificio de la calle Durazno y todo el staff de funcionarios encabezados por los dos principales, escuchaban ávidamente las pocas citas comerciales y las muchas y sabrosas historias que tan graciosamente relataba.

También, luego del rápido jolgorio, Dagoberto y algún jefe de sector, ponían al día al inquieto anciano de los progresos de los distintos emprendimientos y estudios tendientes a introducir nuevas líneas de acción y nuevas incursiones en el mundo de los negocios.

El abuelo Ezequiel, con su juvenil mente, absorbía información, memorizaba datos, preguntaba, planteaba y sobre todas las cosas, vivía a pleno, el fascinante mundo, en que fuera introducido por sus hijos.

De la sala de conferencias, Dagoberto y Don Ezequiel, se dirigían al despacho serio, aséptico y ordenado de Regino, donde paladeando lentamente el humeante café, se embarcaban en el desarrollo de la verdadera maraña de negocios, cuya alma y motor era, quien fuera el casi esmirriado alumno, del primer año de la señorita Amelia.

Apolinario Aranjuez - Presidente, como expresaba la dorada chapa que lucía la puerta de su despacho, era el vértice de aquel andamiaje. En aquel despacho se habían decidido la suerte de muchas personas, y fundamentalmente la suerte de muchas anónimas personas.

Una infancia marcada por persecuciones, afrentas, agresiones de todo tipo, girando siempre en una no declarada xenofobia y concepciones racistas, hicieron de aquel hombre un implacable y tras su sonrisa afable y amorosa disposición hacia todo el mundo bueno, se albergaba un terrible vengador.

En aquel Uruguay de finales del siglo XX, no había uruguayo por cuyas venas no corriera sangre de inmigrantes. Su población, amalgama de orígenes, vertebraba una sociedad de descendientes de españoles, italianos, polacos, rusos, armenios y de todos los rincones del resto de Europa, algunos asiáticos y muchos africanos, por lo que racismo y xenofobia no deberían tener cabida en la mente de sus gentes.

Pero en algunos resquicios de muchas almas campeaban prevenciones contra aquellos, que además de descender de los pueblos que por su cultura, religión o raza fueron los perseguidos de la historia, gracias a su esfuerzo e inteligencia se perfilaban hacia lugares de destaque, fuera socialmente o en sus negocios.

Las chanzas y los cuentos más denigrantes apuntaban a ellos y aparecían siempre como ejemplos de suciedad, avaricia e incultura, tergiversando vidas de trabajo, dedicación y esfuerzo.

Muchas veces las culpas propias, se pretendían endilgar a aquellos silenciosos luchadores y Apolinario Aranjuez había recibido el acoso de muchas culpas ajenas.-

Fueron aquellas injusticias las que decidieron a este hombre hacer lucir, como homenaje permanente a un anónimo inmigrante de la Galicia lejana, su nombre gallego y que este nombre refrendara siempre todo su apostolado de luchas y triunfos. Pero no significó el olvido de su origen más criollo.

VII

Transcurridos algunos años de aquellos acontecimientos que pusieran en jaque a muchos operadores bursátiles, nuevamente se produjeron inversiones inesperadas en varias áreas del acontecer empresario, consolidando un verdadero imperio industrial, comercial  y financiero, cuyo motor funcionaba en el segundo piso del edificio de la calle Durazno y  que de ahí en más, desataría una verdadera guerra, sin armas, siendo sus contendores fríamente  elegidos, entre los más poderosos del mundo, los que manejaban los más lejanos hilos de las marionetas de los granos, los hidrocarburos, la petroquímica, los magros recursos hídricos.

Para ello, estaba llegando el tiempo de las alianzas, de las grandes negociaciones, no con los dueños del poder, sino con los dueños de los recursos. Con las grandes masas de desposeídos del mundo, que veían como las transnacionales, explotaban sus riquezas naturales, dejándoles mendrugos y desolación.

VIII

La vida en la quinta, había sufrido varios cambios, ya no habían revoltosos chiquillos y en su lugar un apuesto joven que cursaba sus últimos meses de facultad, acariciando casi su titulo de Doctor en Derecho, y dos bellas señoritas que iniciaban el tránsito por los centros de estudios superiores, brindaban al abuelo un tranquilo transcurrir entre reuniones de jóvenes que significaban la verdadera salsa de su vida, porque cada día, si cabe, su cariño por los nietos se agigantaba, y aquellos nuevos modos de escuchar música y de realizar bulliciosas tertulias que con profusión de gracia, en lugar de separarlos, más los unía, porque la vida del abuelo era una amalgama de amor.





IX

Un proyecto que Apolinario había madurado durante toda su vida, cobraba forma y esa tarde en la reunión habitual con el abuelo Ezequiel y Dagoberto, sería el momento oportuno para el inicio de su concreción.

Silenciosamente, tanto Dagoberto como el abuelo, escucharon con la mayor atención, el desarrollo del proyecto que Apolinario, con fluidez, explicó en sus mínimos detalles.

Todo mereció el máximo apoyo, la inicial aportación de los fondos, la forma de trabajo y fundamentalmente los fines.

X

La primera decisión, referida al naciente proyecto, fue propiciar un encuentro con los principales ejecutivos de las empresas del grupo, para conformar un grupo interdisciplinario de especialistas, que estudiase las bases del proyecto y se aplicara a la confección de un borrador de actividades y contactos y realizara todas las gestiones para su puesta en marcha.

La idea caló profundamente en la totalidad de los convocados, comprendiendo perfectamente los fines del proyecto, visualizando la realidad global de la América latina, agobiada por una deuda impagable, que solamente los servicios de intereses, licuaban los esfuerzos de millones de mineros chilenos, agricultores argentinos, tamberos uruguayos, bananeros ecuatorianos, plantadores de caña azucarera brasileños, cafeteros colombianos, como también allende los mares, sufrían los mismos males, los “colonizados” africanos, los pescadores asiáticos y los petroleros árabes.

Una enorme cantidad de pueblos sumidos en la pobreza y la ignorancia, por la insaciable sed, de los grandes países industrializados del norte, si llegaban a comprender cabalmente la propuesta, podrían despejar en algo, el oscuro horizonte, que se cernía sobre esta enorme parte del mundo, desde que se acallaron los cañones de la segunda guerra, implantando el modelo ajustado a los intereses de los poderosos.

Los convocados comprendieron, como claramente lo dijo el Presidente Aranjuez, que actualmente la guerra no depende únicamente de la maquinaria bélica, sino del poder económico que la arma, para defensa de sus particulares intereses y que ya el sufriente mundo, no acepta la división de oriente y occidente, sino de norte y sur y es hora de aplicar los esfuerzos de la humanidad, no a armar ejércitos sino a cultivar la inteligencia y mejorar sus condiciones de vida.












Capítulo II

El Nutriero
I

La extensa quietud del humedal, vibra con la aurora de la nueva mañana y la sinfonía del despertar de su miles de habitantes, la devuelve a la vida.

El trino de los mirlos, se entremezclan con las estridencias de los chajaes,  la melodía de las calandrias, el croar de las ranas, el chapotear de las nutrias y los carpinchos, el pesado aletear de las majestuosas garzas rosadas, el piar de los polluelos y toda la belleza sonora va creciendo como en una eclosión de la maravillosa orquesta de la naturaleza, matizando con los colores de las bandadas, el intenso azul del cielo que recibe el disco dorado, en su diaria siembra de rayos de calor y vida, sobre el gran estero del este.

II

En lontananza se ve la parda figura del hombre, que sobre el añoso caballo, atraviesa el marjal, separando los juncales con una larga pértiga, en su diaria inspección de las trampas nutrieras, desmontando y hundiéndose en la marisma hasta los muslos, para acomodar alguna trampa disparada o recoger alguna nutria atrapada. Cuando cobra una pieza, luego de desprenderla de la mordaza mortal, la cuelga por las patas, en una argolla del recado, formando una informe masa de pieles oscuras en cada flanco del equino.

La humedad y el duro trabajo minaban las articulaciones del nutriero y desde hacía un par de años se prometía, que aquella sería la última zafra. La  economía de la zona no prometía mucho, pero no perdía la esperanza de alguna solución, para que sus pobres huesos descansaran un poco, que surgiera, como muchos habían comentado, una planta procesadora de pescados, o alguna otra fábrica de procesamiento de alimentos, que una poderosa empresa de Montevideo, había manifestado el propósito de abrir, por aquellos parajes.

         Hacía unas pocas semanas, que con gran despliegue de maquinaria, una empresa constructora de la capital, había iniciado excavaciones para las fundaciones de una bastante grande edificación, a pocos metros de la costa oceánica. Si bien Pedro, el nutriero, consiguió colocar de peón a su hijo mayor, no sabía a ciencia cierta, que estaban por construir, pero la actividad era importante y los pobladores de la costa, comentaban, que debía ser la mentada empresa de Montevideo que al fin instalaría alguna fábrica.

        Con aquella obra en plena marcha, la esperanza resurgía entre una gran cantidad de gente que como sus anteriores generaciones, vivían de los frutos que lograban del mar o de los inmensos humedales.

Pedro, veía más cercana la posibilidad de dar descanso a sus doloridas articulaciones y tenía grandes esperanzas, de que realmente aquella fuera, su última zafra, en la caza de nutrias.

III

También en la capital, la hija de Pedro, que había emigrado para emplearse de doméstica en una casa rica,  había escuchado a su patrona, de las reuniones que su esposo, alto ejecutivo de una constructora, mantenía asiduamente, por una fábrica que estaban levantando en el departamento de Rocha.

La muchacha, pulcra, diligente y discreta, gozaba de un gran aprecio por parte de su patrona, quien la impulsaba a estudiar y hacerse de algún oficio, para ver el futuro en forma más esperanzadora. De esa forma había podido cursar algunos estudios de computación y tenía la promesa del ingeniero, esposo de la patrona, de conseguirle alguna oportunidad en una de las empresas a que estaba vinculado, despertando la añoranza de sus pagos rochenses, cada vez que escuchaba  alguna noticia de las obras que estaban en plena construcción.

Rosalía, escribía largas cartas a su padre, que muchas veces no terminaba de leer, por las dificultades lógicas de su casi analfabeta condición, pero que  atesoraba cuidadosamente, como una presencia sentida de la única mujer que integraba su familia, ya que su compañera, para darle la alegría de una hija, después de tres varones, tuvo que dejarle el vacío y la tristeza de su partida.

Con cada carta, crecía la ilusión de Pedro, quien imaginaba reuniendo a su alrededor nuevamente a sus cuatro hijos, ahora desperdigados, uno, Roberto, el que seguía en edad a Rosalía, de peón de albañil en Castillos, otro, Confesor, deslomándose desde la madrugada en un tambo en Canelones, Rosalía en Montevideo y el que tenía más cerca, Jesús, ahora felizmente trabajando en la obra.

La principal labor de Rosalía, en la mansión del Ingeniero Lisandro Pérez  García, era cumplir con la grata tarea de acompañar y atender los pequeños caprichos de la elegante señora Eulalia, que no pasaban de algunas compras menores y servirle el té con sus correspondientes masitas confitadas. A veces, cuando alguna amiga de la señora la visitaba, el servicio debía trasladarlo, de la coqueta salita, a la terraza o al jardín de invierno, según la temperatura y el estado del tiempo.

Eulalia, bella mujer de finísima educación, avanzada estudiante de sociología, que por causas que Rosalía no sabría explicar, no había alcanzado el título, sin hijos, con una poderosa posición económica y una enorme capacidad de solidaridad, volcaba su cariño y atenciones a aquella muchacha de origen campesino, que el destino la había puesto en su puerta en demanda de trabajo.

Después de casi un año de trabajar en la casa del Ingeniero Pérez García, Rosalía se había granjeado la confianza de los dueños de casa, al extremo que era la única integrante del personal de servicio autorizada a traspasar libremente el umbral del estudio, donde se desplegaban planos y se amontonaban sobre las mesas de trabajo los rollos de papel de dibujo con complicadas proyecciones de edificios.  La muchacha conocía tan bien los gustos del ingeniero, que sabía como ordenar aquel caos de papeles e instrumentos en forma que cada cual estuviera en el lugar justo, para cuando fuera necesitado.

También sus otros compañeros de trabajo, cocinera, mucama, chofer y jardinero, habían llegado a querer a la joven de tal intensa forma, que no escatimaban las muestras de aprecio, mimándola como a una hermana menor. Aunque no mucho menor que el apuesto chofer, que más de una vez bajó los ojos con cierto rubor, al cruzarse su mirada con la de la joven.

Pero para Rosalía, aún no había llegado el momento, en que su corazón aleteara con fuerza, ante la mirada de un hombre y aceptaba y retribuía la muestras de cariño, con la naturaleza y candor propias de su espontaneidad juvenil.

IV

Luego de una difícil lectura, de la última carta de su hija, para Pedro ya no quedaban dudas, de que la gran obra que se elevaba cerca del mar, cambiaría la vida de muchos habitantes de los esteros. Efectivamente se establecería una fábrica que procesaría varios frutos de la región, que contaría con un puerto de considerable profundidad y una terminal pesquera.

Casi al final de la larga misiva, Rosalía le anunciaba que en la próxima visita del Ingeniero a la obra, iría acompañado por su esposa y ella estaba invitada, para participar del viaje.

La alegría que embargaba al nutriero, no tenía parangón y para participar su contento a  Jesús, se hizo la cabalgata de casi una legua de su rancho al obrador, exultante de felicidad, porque hacía casi un año, que no veía a su pequeña.

La noticia en el obrador, fue además, la confirmación del fin de la enorme obra, emprendida por los desconocidos inversores, que habían puesto los ojos en aquel rincón olvidado, perdido entre el océano y los humedales.

A partir de aquel día, Pedro hacía su incursión por los humedales, en busca de sus nutrias, desde antes de la salida del sol, a fin de darse un tiempo para hacer algunos arreglos en el rancho, para recibir a su nena, que seguramente, dependiendo de patrones tan buenos, le haría una larga visita.

La pequeña salita, lucía una pulcritud, que no había tenido desde la partida de Rosalía. La mesa, que tanto tiempo atrás sirviera para reunir a toda la familia durante la cena, salía de su abandono, para lucir en su centro, primorosamente arreglado con espigas y flores del estero, el florero de loza que con tanto esmero guardaba, como el único tesoro que le quedaba de los regalos que recibieran el lejano día de su casamiento.

Carpió concienzudamente, las matas y yuyos que afeaban el patio y también se dio el tiempo suficiente para darse una galopada hasta el almacén del vasco Alonso, a comprar una botella de vermouth y galletitas María, para agasajar a la hija que extrañaba tanto.

No tenía idea de la fecha de la visita anunciada, pero todos los días, cuando regresaba de los humedales, recorría la parte del estero, cercana a la carretera de ripio, atento al menor ruido de motor que oyera en lontananza, esperando ver algún auto de la capital que fuera en dirección al rancho, porque descontaba que la patrona de la nena, la haría llevar a visitarlo. Como no llegaba ningún vehículo, esperaba con ansia la vuelta de Jesús, al anochecer, ávido por saber si había arribado  la gente de Montevideo y si Rosalía estaba entre ellos.

Fueron días de ansia contenida, por el rudo nutriero, que recorría sus trampas asiduamente, sin descuidar el producto de sus ingresos, pero no tenía tiempo de admirar y asombrarse a cada momento con el descubrimiento de un nuevo nido henchido de pichones o cuando se topaba con una carpincho con su piara de lechones, haciéndose a un lado, pero sin emprender la huída, como sabiendo que el nutriero no les haría el menor daño. No se detenía a contemplar los nidos de los patos sirirí, que en raro equilibrio se balanceaban sobre el marjal, como una barca redonda, acolchada con finas plumas que abrigaban la nidada.

Las diarias maravillas de aquella salvaje naturaleza, admiraban a cualquiera que tuviera la hermosa oportunidad de internarse en su seno, aunque esas incursiones fueran tan asiduas como las del nutriero, pero la espera, había convertido en inmune a Pedro, a la visión de aquel mundo cambiante y sorprendente, cumpliendo sus labores con la mayor prontitud, para dedicar el tiempo máximo, a preparar el recibimiento de su hija.

V

Jesús, que había empezado trabajando de peón, con sus conocimientos de soldadura, adquiridos cuando trabajara en la construcción del puente, que tuvieron que extender para salvar el canal Andreoni, que inexplicablemente habían abierto hasta el mar y que nadie sabía, si era para riego o para desecar parte de los humedales, ya estaba trabajando como medio oficial soldador.

La responsabilidad y diligencia de Jesús, le habían granjeado el respeto y consideración del capataz y cuando la necesidad de la obra obligaba a realizar alguna hora extra, era uno de los primeros en ponerse a la orden y recibir su designación, viendo cada quincena, que valía la pena el esfuerzo, embolsando uno de los mejores montos de la categoría.

El ascenso y las horas extras, lo afianzaron en su trabajo, dándole una real seguridad de ingresos que nunca había imaginado y preocupado por la salud de su padre, le decía que se fuera preparando, para dentro de poco tiempo, abandonar las cacerías nutrieras, ya que su jornal daría perfectamente para que los dos vivieran holgadamente.

Con la franca sonrisa con que siempre se dirigía a sus hijos, Pedro le contestaba, que el día que abandonara sus nutrias, sería para seguir trabajando en alguna otra cosa, pero nunca para esperar sentado en la puerta del rancho a que llegara la muerte y le deslizaba como una chanza a Jesús, que a lo mejor conseguía alguna plaza de sereno, en la futura fábrica
VI

La estructura ya dibujaba en el horizonte, las colosales columnas que hendían el cielo, soportando las losas de tres pisos de los que sobresalían dos tubos de enormes dimensiones, uno más bajo y rechoncho que sería el futuro depósito de agua potable y el otro algo más delgado y esbelto con apariencia de gran chimenea.

Trabajaban en el obrador, alrededor de cuatrocientos operarios, entre obreros y técnicos, en cuatro turnos de seis horas cada uno. Por el día, a la luz del sol y por la noche, alumbrados por potentes reflectores.

El trajinar permanente, había cambiado la fisonomía de la zona. La carretera y los caminos adyacentes, en cada cambio de turno, se transformaban en un hervidero de operarios que se cruzaban y en rápidas charlas al pasar, se comentaban sobre las novedades de la obra y de sus pueblos, todos contentos con la buena suerte que estaban atravesando.

A algo más de una cuadra del obrador, la empresa había construido varias coquetas cabañas de ladrillo y techos de tejas, para vivienda de los técnicos venidos de la capital, un salón para oficinas, otro para depósito y al fondo de éstos, uno más grande en el que se instaló un bastante bien surtido mercado de comestibles, con la novedad del autoservicio, con precios tan bajos y con productos de tan buena calidad, que la mayoría de los obreros, volvían a sus casas con bolsas repletas, evitando los viajes semanales de varios kilómetros al pueblo más cercano.

Al frente del supermercado, bajo un toldo de lona a rayas blancas y verdes, se extendía una explanada que unía este edificio con otro, que conformaba un bloque de considerables dimensiones, albergando un salón comedor, en el que podían comer todos los operarios de la obra, un salón de menor tamaño, reservado para los visitantes y jerarcas, una espaciosa cocina y la correspondiente despensa.

En la explanada,  por la tardecita, se reunían grandes grupos de obreros alrededor de las mesitas de resina blanca, a disfrutar de una cerveza o algún refresco y conversar con los amigos y compañeros, haciendo de aquellos momentos posteriores a sus turnos, alegres tertulias, antes de desperdigarse por los caminos en la vuelta al hogar.




VII

 El moderno automóvil, se detuvo silenciosamente frente al rancho de Pedro, quien en aquel preciso instante acondicionaba las pieles de nutria que entregaría en el correr de aquella semana, al comprador que mensualmente lo visitaba, por lo que no se percató de la llegada del vehículo, hasta que su fiel Fumasa, el pastor alemán que criara desde cachorro, salió disparado, ladrando al intruso.

Cuando se percató de la reluciente presencia, seguro que en su interior llegaba Rosalía, casi tan rápido como el perro llegó al portón, justo en el momento en que su amada hija descendía.

Se confundieron en un apretado abrazo y mil besos, rodeados por los alegres ladridos de Fumasa, que acababa de reconocer a su amita.

Rosalía, lucía una piel cuidada, se veía más bonita que cuando se fuera a la capital, su vestido era moderno, estaba  más alta, elegante, algo más delgada pero con fuertes y bien torneadas curvas, evidenciando madurez hermosa de mujer. Un suave perfume la envolvía y el discreto labial y la suave línea que enmarcaba sus ojos sombreados tenuemente, la tornaba excitante y sensual.

Pedro la contempló largamente, como si fueran muchos los años de ausencia y le costara unir a su nena con aquella espléndida mujer. Pero era y había regresado, quizá por muy poco tiempo, por lo tanto tenía que disfrutarla al máximo.

Después de los efusivos saludos, cuando Pedro miró nuevamente el automóvil, se percató del joven que recostado contra el mismo, los miraba esbozando una sonrisa de comprensión.

Rosalía se apresuró a invitarlo a pasar y conocer a su padre. José,  atravesó el portón de entrada y acentuando su sonrisa, estrechó la ruda mano del nutriero, naciendo en aquel instante una corriente de simpatía, que en el futuro tendría muchas oportunidades para manifestarse.

Luego de un breve cambio de palabras, a pesar de la insistencia de Pedro en su invitación de que los acompañara más tiempo, José volvió al automóvil para retirarse, acordando con Rosalía, la hora, en que al día siguiente vendría a buscarla.

Con la visita de Rosalía, pareció iluminarse el rancho de Pedro, si bien físicamente, el cambio en la muchacha era evidente, su innata alegría y el enorme cariño que sentía por su padre, seguían intactos y al verlo después de casi un año de alejamiento forzado, por las necesidades de trabajo, hizo eclosión y no escatimó formas de manifestárselo.

Un sin fin de historias vividas en la gran urbe, ocuparon gran tiempo en sus conversaciones, pero también tuvo su primacía las novedades que, por la cercanía que tenía, con uno de los principales de la constructora de la obra, en que trabajaba Jesús.

Fue cuando Pedro se enteró, que el gran edificio que se levantaba entre la carretera y la costa oceánica, albergaría una enorme fábrica que almacenaría y procesaría, prácticamente toda la producción agropecuaria y pesquera de los departamentos de la zona sureste del país. Que la empresa, tenía ramificaciones en todos los rubros alimenticios y que sus propietarios eran uruguayos, con vinculación en países africanos, europeos, asiáticos y la mayoría de los latinoamericanos.

También le contó a su padre de sus progresos, al haber entrado a trabajar en la mansión del ingeniero, sus cursos de computación, la promesa de un trabajo en alguna de las empresas con las que estaba vinculado y de cantidad de proyectos que rondaban en su cabeza.

Además de ser una preciosa mujer, tenía muy claros sus propósitos de labrarse un futuro, a pesar de todos los trabajos que debiera afrontar.

Ya bien entrada la noche, rendidos por el ajetreado día del retorno, decidieron dormir y reponer fuerzas para, temprano al día siguiente, continuar disfrutando del reencuentro.

Cuando puntualmente, llegaba el auto a buscarla, Rosalía confió a su padre la simpatía que sentía por José, el chofer, simpatía que creía recíproca y que alentaba lánguidas miradas y profundos suspiros.

Al detenerse el automóvil, Pedro invitó a José, adelantándole que no aceptaría una negativa, a que se bajara a probar una exquisita caña con butiá, de una suavidad inigualada, asegurándole que además de gustarle, no sería una carga para poder manejar. Ante tal invitación, hecha francamente y con tanta insistencia, José ni siquiera intentó argumentar algo para eludirla y al poco rato disfrutaban los tres de la amena charla, los hombres degustando la famosa caña aderezada con los frutos de los palmares y Rosalía un vermouth rojo rubí.

José, a pesar de ser tan solo un par de años mayor que Rosalía, poseía una excelente cultura general, adquirida en su continuo deambular por todos las ciudades del país y algunos viajes al norte Argentino y Río Grande, en Brasil, conduciendo el auto del ingeniero, que además de darle oportunidad de abordar cualquier tema, lo hacía con solvencia y simpatía.

Pedro, al poco rato, ya había captado la atracción que mutuamente sentían su hija y el joven. El respeto y atención que recibía su hija de parte de José, no pasaron desapercibidos para el nutriero y a pesar de las reservas, o celos naturales de padre, se alegró de aquella relación, que evidenciaba nacer en cualquier momento.

José, como Rosalía, procedía del interior del país y también como ella, tuvo la suerte de conseguir trabajo con aquellos magníficos patrones. Ambos sabían que sus propios progresos, estaban en sus manos y que contarían con el apoyo necesario para conseguirlos, tanto de la señora Eulalia como del ingeniero Lisandro. Trabajaban por la necesidad de hacerlo, pero lo hacían con satisfacción y esmero y estaban seguros que frente a ellos, el horizonte era luminoso.

VIII

Luego de la llegada del ingeniero Pérez García, arribaron al obrador otros dos automóviles, en los que viajaban un representante de los dueños de la empresa inversora y dos arquitectos, además de otras personas.

Del primer vehículo, se bajaron únicamente el moreno de impecable remera deportiva y pantalones de jean y un joven que rondaría los veinticuatro o veinticinco años. El primero era el representante de la compañía inversora y el segundo, hijo de uno de los principales accionistas, aunque al ser presentado se apresuró a aclarar que su visita, era simplemente de placer.

Luego de una concienzuda recorrida de la obra, se reunieron en las oficinas, todos los recién llegados, con el sobrestante, técnicos residentes de la empresa constructora y otros operarios responsables de distintos sectores, para tomar ciertas decisiones, para agilizar el progreso del emprendimiento y definir sobre el terreno, la conformación del entorno, según el proyecto del arquitecto paisajista.

Después de la prolongada reunión, en la que se aprobaron las pautas a seguir, la decisión más comentada a partir de aquel momento fue, el considerable aumento del personal que requeriría la constructora para cumplir las metas trazadas.

Ya al día siguiente, empezaron a citar obreros de las largas listas que estaban en espera y en el correr de la semana, se vio acrecentado en más de  cincuenta personas por turno el staff de operarios.

Una noticia, también bienvenida en la casa de Pedro, fue el nuevo ascenso obtenido por Jesús, pues, a partir de aquellos nuevos ingresos, la obra requirió formar una nueva cuadrilla de soldadores, que pusieron bajo la responsabilidad del flamante oficial soldador.



 




























Capítulo III

Maracaibo, bella y cosmopolita

I

Dago y Daniel, saboreaban el humeante café, en la cafetería atestada, del aeropuerto de Carrasco, charlando distendidamente, mientras esperaban la hora del embarque. Tendrían un par de horas de vuelo, luego la larga escala en San Pablo y finalmente el salto, por sobre la selva amazónica y las estribaciones orientales de los Andes, para llegar al mediodía, a destino.

Llevaban un equipaje ligero, puesto que las reuniones en Maracaibo, no les insumiría más de unos dos o tres días, por lo que antes del fin de semana, ya estarían de regreso en Montevideo.

En el aeropuerto de Maracaibo, les esperaba el automóvil que lucía el discreto logotipo de las empresas Aranjuez. Luego de los trámites de rigor, lo abordaron y por la amplia autopista se dirigieron al centro de la ciudad.

En un desvío de la autopista, se internaron por una amplia avenida, bordeada de setos y cuidados jardines, en los que destacaban las lujosas residencias, con techos de pizarra, del barrio más distinguido, de la ciudad capital y sede del gobierno estadual.

Era la zona residencial, elegida por los magnates de la petroquímica y las grandes industrias de  Los Haticos y San Francisco, destacando en el mediodía, la frescura de la arboleda y el verdor del césped, que contrastaba con el azul intenso del Caribe, donde a pocos metros, rompía su oleaje en los puertos privados, balanceando perezosamente las embarcaciones de recreo.

Un poco más lejos, se erguía la enorme estructura del puente Rafael Urdaneta, atravesando majestuosamente el canal que unía el lago, con el golfo de Venezuela, y daba nacimiento a la red de carreteras, que unen la ciudad, con el resto del país.

Enseguida, la transformación de la ciudad se hacía evidente, atrás quedaba el barrio residencial, para dar lugar a los enormes edificios, del corazón financiero de Maracaibo, los grandes hoteles, las grandes compañías, la verdadera selva de cemento y cristal, que apenas dejaba atisbos de cielo entre sus ciclópeas masas. El frescor del césped, era abruptamente trocado por el vaho cálido del pavimento que reverberaba con los rayos verticales del sol, aunque recién sintieron su rigor, al descender ante la explanada del hotel.

II

Con todo previsto por Horacio Bermúdez, el activo encargado de negocios de las empresas Aranjuez en Venezuela, joven economista, egresado de la Universidad de Zulia, disponían de unas horas para almorzar y quizá ordenar algunos papeles o dar los ajustes finales al tema que les había llevado a la costa caribeña.

El Gobernador del estado de Zulia, esperaba con indisimulada premura la llegada del viejo amigo del Plata, que conociera en su época de embajador destacado en Uruguay, presintiendo que aquella visita, podía ser el principio de un cambio, en el orden mundial.

Puntualmente, Dagoberto Sueiro y Daniel Aranjuez, a las cinco de la tarde, entraban en la confortable oficina del jefe de gobierno. Luego del fraterno intercambio de saludos y noticias de los amigos comunes del lejano Montevideo, recién abordaron el tema motivo de la visita.

Fluidamente, Dagoberto explicó la idea pergeñada por Apolinario Aranjuez. Relató detalladamente todos los antecedentes que se habían analizado, en la primera reunión de ejecutivos de las empresas Aranjuez y de todos los contactos que se habían realizado en Chile, Colombia, Argentina, Paraguay, Libia, Arabia Saudita, Irán y Argelia y las negociaciones que se llevaban adelante en Singapur y Malaysia.

En algunos de aquellos países, principalmente los árabes, se notaron reticencias y hasta desconfianza por el ambicioso proyecto. Aún sentían el sabor amargo de los reiterados fracasos de la OPEP, cuando se apartó del cometido básico de su creación por la defensa del precio del crudo, principalmente el traspié de la conferencia de Taif y demostraron mucha resistencia para embarcarse en aventuras similares, aunque veían con real preocupación el incierto futuro.

El ingrediente, que hasta ese momento no se había incorporado a la agenda de estudio permanente de los países subdesarrollados, se estaba constituyendo en el motor de recambio de la permanente lucha. Sin restar la importancia de los combustibles fósiles, que habían sido motivo de varios conflictos, los magros reservorios hídricos, constituirían en un par de decenios, un factor fundamental de confrontaciones por parte de los grandes consumidores.

Las reservas hídricas, como la igualdad de oportunidades para la colocación de las materias primas producidas por los países subdesarrollados, con el abatimiento total, de las protecciones arancelarias y los subsidios, de los países altamente industrializados, eran con el petróleo la trilogía idónea para  crear un frente común. Pero la OPEP, hacía muchos años que había separado de su agenda, todo lo que no concerniera al fin básico de su creación, por lo que los primeros contactos, encontraron un fuerte rechazo.

Pero a pesar del rechazo inicial, la discusión se consideraba abierta y su tratamiento no podría demorarse mucho tiempo. Así, se iniciaba un posible camino y el Gobernador de Zulia, desde el principio, lo había comprendido.

Luego del pormenorizado informe, Dago Sueiro le entregó al Gobernador, el grueso dossier, signado por Regino Gualado, que contenía el proyecto íntegro, con todas las estimaciones, proyecciones y gráficos, surgidos de un trabajo, que insumió al comité, creado en la reunión convocada por el presidente del grupo Aranjuez, casi dos años de arduas jornadas y reuniones en distintas partes del mundo.

La semilla comenzaba a germinar, el siguiente paso estaba en manos del Gobernador, quien haría el contacto con el Ministro del Petróleo y Recursos Naturales.

Recién en la década final del siglo, por la insistencia permanente de las organizaciones civiles, se incluyeron en las discusiones gubernamentales, los temas medioambientales, surgiendo la inquietud de encontrar formas de preservar los reservorios de agua dulce de la cuenta del Orinoco, libres de contaminación. Aquella insistencia había removido la conciencia de algunos integrantes de distintos estamentos del estado, comprendiendo que la magra reserva de agua dulce a nivel mundial, llegaría a ser origen de serios problemas, que tendría que enfrentar la humanidad, en un futuro no muy lejano.

Concluida la reunión, dejó en el ánimo de los tres, la satisfacción por la cabal comprensión, de la quimérica idea de Apolinario Aranjuez y el convencimiento de que la misma, tenía serias posibilidades de contar con la buena disposición y apoyo de los líderes de los países involucrados.

  Ya en el año 1994, la ronda Uruguay del GATT, había puesto en la mesa de negociaciones, por parte de los países más pobres, productores de materias primas de origen agropecuario, base alimentaria de la humanidad, el tema de las barreras arancelarias y conformada la OMC, sería un punto obligado en las agendas. La discusión ya estaba planteada, aunque aún no habían aparecido las soluciones. Pero las urgencias eran evidentes.

III

En la agenda de Dago y Daniel, figuraba aquella noche, concertada por Horacio, una cena de trabajo con el Presidente y otros directores de una compañía procesadora de alimentos, radicada en Los Haticos, con una enorme extensión de plantíos de arroz, maní y sorgo y la más completa granja de frutos tropicales, en el estado de Apure, en la región de Los Llanos. En cuya factoría empleaba un promedio de tres mil quinientos a cuatro mil obreros y técnicos, que intervenían en el proceso completo, desde la preparación de las tierras y la selección de las semillas, hasta la industrialización, con la más alta tecnología y con el más estricto control ecológico, asegurando la naturalidad absoluta de los productos finales.

La reunión estaba pactada para las veintidós horas, en el restaurante de un exclusivo club, en la costa del lago Maracaibo.

Puntualmente, al terminar la reunión con el Gobernador de Zulia, aparcado frente al edificio, esperaba el automóvil, con Horacio al volante, para conducirlos al siguiente encuentro.

Nuevamente, tendrían que atravesar la ciudad, pero esta vez, hacia el sur. La avenida que tomaron a pocas cuadras de la Gobernación, los llevaría directamente a la ciudad antigua, complejo de añosas casas coloniales pintadas de multicolores tonos pastel, con ventanas enrejadas, coronadas de bellas molduras, frisos y pretiles de columnatas, contrastando sin desentonar con los modernos y gigantescos edificios.

La profusa iluminación, resaltaba las hermosas fachadas en una eclosión de policromía, que obligaba a detenerse y admirarlas. Sus habitantes no serían sorprendidos, porque era común encontrar a turistas disparando sus cámaras, para registrar aquella magnífica muestra de la arquitectura de la época de la colonia.

La capital del estado de Zulia,  rezumaba el espíritu caribeño, y en los bares que extendían sus mesas bajo las palmeras, no dejaba de sonar la salsa, mientras se reunía la multitud a saborear las exquisiteces frescas de la piña colada.

El ritmo y las casi dos horas que restaban para la reunión, a pocas cuadras del lugar, impulsaron a Dago, a hacer detener el vehículo y en pocos minutos, con un ardor, que parecía surgido de su propia corriente sanguínea, tras un breve cambio de palabras con los músicos, sentado frente a una batería de tumbadoras, realizó la más extraordinaria demostración de candombe montevideano, recibiendo el admirado aplauso de, no solamente el público, sino del conjunto salsero, desplazando por una larga media hora, del escenario, la música del caribe, para deleitar con creaciones de Rada, Jaime Ros y del ritmo de las Llamadas del Barrio Sur.

El inusitado concierto, llegó a su fin por el apremio del tiempo, pero dejó sellado el compromiso de una nueva actuación, en alguna futura visita, a aquel bastión salsero.

IV

La terraza se extendía por sobre las olas que mansamente rompían en el murallón, en un susurro interrumpido solamente por los sonidos del restaurante y su suave música ambiental. La fresca brisa entraba a raudales por los enormes ventanales, inundando con olorosos efluvios del cuidado jardín que se extendía a ambos lados del edificio.

Había sido reservado todo el espacio de la terraza, para darle privacidad a la reunión y para su atención se había destacada un selecto grupo de meseros y un chef elegido especialmente por Horacio, que conocía a la perfección los gustos gastronómicos de sus invitados de Los Llanos.

Hugo Sandez, era el típico llanero, de piel curtida por años de contacto directo con el tórrido sol caribeño, criado en la libertad de los esteros de la cuenta del Orinoco, amaba su tierra y su gente sencilla.  Había transformado la heredad que recibiera de sus ancestros, de un inculto pantanal de selvas inhóspitas, en un vergel, dando inicio al conglomerado agro-industrial de mayor producción de alimentos naturales incontaminados, preservando celosamente la pureza del reservorio hídrico. Graduado en la Universidad Católica Andrés Bello, en ingeniería industrial e ingeniería de la alimentación, había realizado un post grado en Londres, en el Imperial College of Science and Technology, estudiando especialmente la preservación de los alimentos, naturales sin aditivos. Poseía una gran cultura, pero su espíritu simple de llanero, le confería un carisma especial, que le hacía centro y alegre referente de cualquier reunión. Su exultante alegría, con la sonrisa siempre dibujada en los labios, no le impedía mezclar su chispeante ironía, con los más importantes tratos de negocios.

Rómulo Acevedo, por el contrario, era reservado, casi taciturno. Abogado, dirigía la asesoría jurídica de C.A.N.S.A. (Compañía de Alimentos Naturales S.A.) y se había constituido en el acompañante obligado de  Hugo Sandez. Entre ambos habían constituido un equipo equilibrado para los negocios, que tenía muy claras las metas del complejo industrial y agrícola, conscientes de la importancia estratégica de una buena producción de alimentos de puro contenido natural.

La tercera persona, integrante del grupo venezolano, era Cecilia Sandez, hermana de Hugo. Una beldad caribeña, que además de su belleza, llevaba las riendas de las relaciones públicas y se encargaba de la Dirección de Marketing de la compañía. Los profundos ojos azul cielo, le daban un dejo de misterio al bello rostro cobrizo, coronado por la cascada de cabellos de color del trigo maduro. Extrovertida como su hermano, también destacaba el trato simple y sincero, común a la gente de Los Llanos.

Concluidas las presentaciones y una breve charla sobre distintos tópicos, se dispusieron a abordar el tema central de la entrevista.

En aquella oportunidad, sería Daniel quien haría la exposición inicial, en virtud de la complejidad de los problemas jurídicos que podían implicar una red de negocios y tratos a nivel tan extenso, en los que habría que conjugar disposiciones legales, de los más dispares países y culturas. Su especialización en derecho internacional, le brindaba gran solvencia y seguridad en el desarrollo de los distintos planteamientos.-

Deberían recorrer un camino, parecido al de la OPEP, aunque despojados del apoyo oficial, por el agobio de todos los gobiernos, por la obligaciones con los organismos multilaterales de crédito, que por vía del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, dirigían las políticas económicas, de la casi totalidad de los países productores de materias primas con escaso valor agregado.

Los productores del mundo subdesarrollado, debían constituir un cártel multilateral, para enfrentar las reglas impuestas por los grandes consumidores y eran conscientes de las dificultades que deberían afrontar. Por esas dificultades, todos los contactos se estaban realizando con la máxima discreción, con el fin de evitar hasta último momento, enfrentamientos o trabas, que pudieran atentar contra un consenso y respaldo que les concediera posibilidades de éxito.

En Venezuela, los primeros tratos estaban resultando satisfactorios, aunque todos sabían, que la opinión y voluntad favorable del Ministerio del Petróleo y Recursos Naturales, era esencial, por la ascendencia que tenía sobre varios integrantes de la OPEP. Esa opinión y voluntad, podía significar allanar las reticencias de los árabes, o condenar el proyecto al fracaso.

Los tres integrantes de C.A.N.S.A., escucharon atentamente toda la exposición de Daniel, pero antes de dar sus opiniones, quisieron escuchar a Dagoberto, de quien sabían poseedor de una visión comercial inmejorable y que su vinculación con los productores de los más recónditos rincones del mundo, podían dar una visión apartada de la cuestión jurídica, pero muy cercana a las realidades poblacionales y de las necesidades de la gente.

Como preámbulo, Dago hizo un recordatorio, de que en la misma medida que C.A.N.S.A., debía luchar contra los cupos adjudicados por los Estados Unidos de Norteamérica, para sus exportaciones de arroz y sorgo, y fundamentalmente para sus alimentos industrializados, los productores de lácteos, carnes, lana, miel y cereales uruguayos, lo debían hacer con la Unión Europea y también en Estados Unidos, los productores de cobre de Zambia, por la inoperancia de la alicaída CIPEC, con Gran Bretaña, los productores de carne argentinos, también en Europa y Estados Unidos y una larga lista de situaciones iguales, que englobaba a todos los países realmente dependientes.

El quid del asunto, era conseguir la formación de un frente común, iniciado por los productores y una vez en marcha, procurar el apoyo oficial de los distintos gobiernos, para emprender una lucha unida en los foros internacionales.

Pero, no solamente los empresarios debían procesar un cambio en su agresividad negociadora, sino que los propios obreros, operarios, funcionarios, técnicos y sus respectivas asociaciones gremiales, tendrían que adaptar sus luchas, enfocándolas, no solamente a sus apetencias grupales, a veces de alto contenido político partidario, sino fundamentalmente, un cambio hacia la productividad excelente, basada en un constante enriquecimiento del conocimiento. Quizá la mejor forma de mejorar sus condiciones de trabajo y sus remuneraciones, en forma rápida y sustentable. En esta tarea deberá existir una total comunión entre empresarios y trabajadores, basada en el diálogo franco, con un planteamiento sincero de los fines perseguidos, sin reticencias ni engaños.

El conocimiento y la información, deberán ser los puntales del cambio. La revolución industrial ha llegado a su fin, la revolución del conocimiento y de la información, ya está instalada en el mundo. Debemos adaptar nuestros ojos para verla en toda su magnitud. Los países emergentes del subdesarrollo o de profundas crisis, tanto políticas como económicas, lo comprendieron y mancomunados, gobierno y pueblo, empresarios y técnicos, empleados y patrones, basados en esta dupla, se transformaron en potencias mundiales.

Baste un solo ejemplo: por cada uno de sus más de cuarenta y cinco mil robots, en las líneas de montaje de Toyota, en sus distintas factorías, crea el triple de puestos de trabajo, en sus escuelas universitarias y técnicas, donde los obreros aprenden a sustituir su trabajo manual por el trabajo de su inteligencia.

El primer paso, para que esta revolución del conocimiento y la información, se instale en el mundo subdesarrollado, debe cambiar bastante la mentalidad de los dirigentes políticos y de la mayoría de los dirigidos. No es fácil, puesto que los pueblos viven una inercia de siglos, que siempre corre detrás de los acontecimientos, que verdaderamente deben ser luz y guía.

Una propuesta, seguramente no será la única, y quizá no la mejor, es la que la Fundación Guálado, ha lanzado al mundo. Si no es la ideal, no esperemos un Hiroshima y un Nagasaki, para sacudirnos la pesada modorra, que no nos deja ver, más lejos que nuestra propia mediocridad y estrechez.

Será la lucha de las multinacionales del trabajo y la producción contra las multinacionales del dinero y el poder. Será la más dura lucha emprendida por los hombres, en toda su historia. Pero de la misma dependerá en gran medida, la continuidad.

El emporio tecnológico de los países industrializados, está apoyado en la endeble base de la energía fósil. Una reserva de petróleo limitada, cuya mayor concentración en el Golfo Pérsico, ha condenado a sus países al asedio permanente de los Estados Unidos de Norte América, erigidos en gendarmes del mundo, con el cometido oculto, o evidente, de asegurarse unos años más, el abastecimiento del fluido.

Ese emporio, más que flexibilizar sus relaciones de asistencia, a los países subdesarrollados, debe comprender y aceptar la necesidad de la transferencia tecnológica, que les permita un desarrollo capaz de constituirse en verdaderos consumidores de sus manufacturas, en un intercambio justo, con precios equilibrados naturalmente, sin subsidios ni trabas arancelarias.

Es imperioso, que los países pobres, comiencen a transitar una senda de progreso, sustentando el mejoramiento de la educación y la salud y desterrando la hambruna que campea entre más de un tercio de la población del mundo, por lo que la transferencia tecnológica, debe pasar además de las máquinas, por la transferencia de conocimientos.

De acuerdo a sus expresiones, el movimiento iniciado por Regino Guálado, hacía casi dos años en el barrio Sur, de Montevideo, había tenido la virtud de despertar del medroso letargo, que imperaba entre muchos productores de materias primas y provocado una verdadera efervescencia en algunos países, como Chile, donde dos directores de sendas compañías mineras de Atacama, elaboraron un anexo al proyecto general, para a los pocos días, volar hasta Zambia, tomando la posta en esa área, y realizar contactos con las principales compañías productoras de cobre, asegurándose una valiosísima adhesión.

El cobre de Zambia, regulado en materia de precios, desde la Bolsa de Valores londinense, es explotado en condiciones infrahumanas, sin tecnología, con limitadísimos recursos acotados por el bajo precio internacional, con una reserva que teóricamente se extinguiría en el 2030, es la principal fuente de ingresos. En la década del 1990, el país entró en una incontenible espiral de endeudamiento, en un desesperado intento de diversificar su agricultura, con miras al autoabastecimiento, sin conseguir resultados positivos y provocando la puesta en marcha de planes dirigidos por el FMI y el Banco Mundial, de privatización de empresas estatales y abatimiento de los gastos en educación, salud y servicios sociales. Con el agravante enorme, de la escasa o nula posibilidad de reunir capitales autóctonos, para competir con las transnacionales, que se van apoderando sistemáticamente de todos los recursos estratégicos.

Esa política colonizadora, está sumiendo a casi la tercera parte de su población, a una merma constante, de su calidad de vida, engrosando peligrosamente las filas de indigentes, conformando un caldo de cultivo ideal, de estallidos sociales.

Una referencia alentadora también, fue el suceso relacionado con una compañía de Antioquia, en la vecina Colombia, principal productora de café, cuyo único cliente es Estados Unidos de Norteamérica.

En una breve reunión que mantuviera en la ciudad de Medellín, el propio Regino Gualado con directivos de aquella compañía, recibió con beneplácito, la información de las gestiones que estaban iniciando para crear un cártel cafetero, a nivel de los países de la región, para constituir un frente negociador común, para lograr la apertura de otros mercados y liberarse de los fuertes aranceles norteamericanos y tener más libertad para fijar sus propios precios.

Además de las negociaciones emprendidas, la compañía Antioqueña, comprometía el apoyo incondicional al proyecto Gualado.

V

Pero la intención de Dagoberto, no era abrumar a sus invitados con ejemplos, por lo que aquellos dos eran suficientes. Lo que sí importaba, era el meollo del asunto, la realidad mundial de injusticia, donde muchos producían la riqueza y muy pocos la usufructuaban, donde el grupo de países poderosos imponían las reglas a los demás y éstos no tenían los medios para cambiarlas. Donde una ONU de opereta, votaba contra una guerra a Irak y Estados Unidos la desacataba y la emprendía por su cuenta, reclamando luego el aporte para la reconstrucción de sus destrozos y la constitución de un gobierno, que lógicamente serviría a sus intereses.

El plan Gualado, perseguía un fin tan simple, que podría resumirse en unas pocas palabras: Los países del tercer mundo, salen de sus miserias, si se les permite transformar sus riquezas en conocimientos, información, comunicaciones, alimentos, salud y tecnología. Por lo tanto, sus productos deben competir en iguales condiciones que los de los países ricos y tener los directores de las empresas, la suficiente lucidez para reinvertir los beneficios en conocimiento y tecnología, que implicaría mejores condiciones de trabajo y mayor oferta de empleo.

Este plan es posible en la medida que aquellas riquezas, no cambien de dueños. Es imperioso que sean explotadas por sus propios pueblos, que no sean entregadas a las multinacionales del poder. Que los recursos autóctonos sean sus propios impulsores, puesto que es la única forma que se transforme en más empleos locales, produciendo una reinversión doméstica, pero legítima y decorosa.

En todos los rincones del mundo, hay empresarios visionarios, que incluso mirando sus inversiones desde el estricto punto de vista económico lucrativo, no desconocen que cuanto más se tonifica el poder de compra de los pueblos más se acrecientan sus negocios y por ende más sus ganancias. Consecuentemente si reinvierten utilidades en producción, generan empleos y si generan empleos, están generando más poder de compra, elevando en esa forma la corriente negociadora.

Esa es la conciencia a despertar y unir en un gran cártel tercermundista, que aglutine a productores de alimentos, minerales, textiles, petróleo e incluso a los pequeños artesanos, para salir al mundo a enfrentar un comercio libre de trabas, obligando el fin de los cupos y subsidios. Competir naturalmente. Competir como iguales.

Fue una cena con una larga sobremesa, el tema atrapante de la propuesta de Regino Gualado, cayó en tierra fértil. Se acababa de dar otro pequeño gran paso.

Dagoberto Sueiro, se extendería, aprovechando la sobremesa, en un racconto de  las muchas injusticias, que se aprecian en distintos puntos del planeta.


























Capítulo IV
Los pobres del mundo

I

John Banda, sofocado por el calor húmedo del secadero de tabaco, cubierto únicamente por un taparrabos, en sus incontrolables crisis de tos, se encorva hundiendo el abdomen y destacando nítidamente las flacas costillas, para desmayarse luego sacudido por estertores, dejando correr por la comisura de los labios un hilo de saliva sanguinolenta.

Con apenas treinta y cinco años, representa más de sesenta, pero no puede darse el lujo de sucumbir a su enfermedad, porque las pocas kwachas de su salario, por las once o doce horas diarias de trabajo no pueden faltar en su choza. Su mujer, un par de años más joven, además de cuidar los tres hijos pequeños, se encarga de cultivar la parcela de huerta que les dará unos sacos de maní y algunas verduras. Los otros cinco hijos, trabajan también en la tabacalera, las dos mujeres seleccionando hojas, uno de los varones en la estiba y los otros dos en la plantación.

Entre el padre y sus cinco hijos reúnen cada quincena unos trescientos cincuenta kwachas, alrededor de dieciocho dólares americanos, que apenas alcanza para, unos magros alimentos, dependiendo su vestimenta de alguna donación de la beneficencia y los medicamentos, de las alicaídas reservas del hospital de Zomba.

Las muchachas, presentan erupciones crónicas en manos y brazos por el continuo contacto con las hojas del tabaco y a falta de medicamentos, para aliviar las dolorosas pústulas, recurren a las hierbas con propiedades antisépticas y antiinflamatorias, que alivian lo suficiente para continuar trabajando, pero no curan el mal.  

No es una situación aislada, alrededor del setenta por ciento de la población de Malawi, sobrevive en condiciones de extrema pobreza, teniendo una expectativa de vida extremadamente baja, quizá la más baja del mundo.

Como el pequeño poblado de chozas que habita John Banda con su familia, en la cercanía de Zomba, en todo el territorio de Malawi se encuentran similares, que albergan alrededor del ochenta y cinco por ciento de su población. Pequeños poblados rurales, que vegetan entre la plantación, la caza y la pesca, para subsistir en la más cruel miseria.

En las vastedades selváticas, incursionan cazadores furtivos, en enormes caravanas, depredando las manadas, en busca de marfil y pieles de alto valor en los mercados europeos, sin que el gobierno tenga la mínima posibilidad de controlar. El magro beneficio que obtienen los batidores nativos, por el riesgo inmenso a que se ven sometidos, es dado en armas, equipos de audio y otros elementos del confort moderno, que para sus miserables vidas son inútiles y serán abandonados, al descargarse las baterías, que lógicamente no podrán ser sustituidas, al no tener mercados que las expendan, ni recursos con que adquirirlas.

Este pequeño país del suroeste africano, que carece de salida al mar, tiene un gran valor alimentario, por la excelencia de sus tierras, aptas para cultivos de te, verduras, maní y caña azucarera, amén del desarrollo de la plantación de tabaco y la gran riqueza forestal. Una incipiente industria pesquera radicada en las costas del gran lago Nyasa, bien explotada, puede constituir,  con la producción de alimentos, tabaco y madera y la explotación de sus calizas y mármoles, una vía de salida económica, para su paupérrima población.

II

En las cercanías de Paksé, centenares de hombres, mujeres y niños, con el agua cubriéndoles la mitad de las piernas, como lo hicieran sus antepasados, cultivan el arroz, principal base de su alimentación. Las presas del río Mecong proveen suficiente agua de regadío para la enorme planicie surcada por una maraña de canales.

Al norte, en las altas montañas, las cuadrillas de monteadores, talan las enormes tecas, abriendo una brecha en la densa selva, atronando con el rugir de los motores de sierras y enormes máquinas.

Pero tanto los plantadores de arroz como los monteadores, viven en la misma miseria, porque el kip, no circula más que en las ciudades, recibiendo papeles para ser trocados por tapioca, patatas o algunos otros pocos alimentos, en los almacenes de las factorías.

Más del ochenta por ciento de la población de Laos, vive en las mismas condiciones, en pequeños poblados rurales, diseminados por todo su territorio, sin conocer más que el arrozal, la selva y la choza, sin esperanzas, olvidados en el lejano rincón del sureste asiático.


III

Bolivia, país eminentemente agrícola, emplea la mitad de su fuerza laboral en esta actividad, realizándola con los mismos métodos, de hace un siglo. La población indígena, ampliamente mayoritaria en las zonas rurales, preocupada por preservar las tradiciones ancestrales, dificultan la adecuación a la modernización, manteniendo incambiadas tanto su vestimenta, como sus practicas de laboreo de la tierra y estilo de vida. La vida es frugal, pero no miserable. La miseria está en los asentamientos que circundan las grandes ciudades, formada por los desplazados del campo, que no encuentran cabida laboral en las mismas.

Las industrias, que se limitan al cemento, papel, vidrio y refinería de azúcar, entre otras pocas, están radicadas en La Paz, no habiendo otros parques industriales de destaque, más que Santa Cruz. La Paz saturada de mano de obra ociosa y las demás ciudades, centros comerciales con algunas pocas pequeñas industrias, aglutinan barrios de pobreza que se extienden como manchas pardas en la campiña.

Alrededor de la quinta parte de su población es analfabeta y los servicios de salud no llegan a la mayor parte de las zonas rurales, donde medra la malaria, la tuberculosis y la disentería, teniendo la mortalidad infantil más elevada de Sudamérica.

IV

Punta del Este, principal centro turístico del cono sur americano, reúne en sus inigualables playas y los selectos hoteles cinco estrellas, a los más destacados exponentes del cine y la televisión y los más encumbrados magnates del comercio y la industria de todos los países de la zona y aún de Europa y Estados Unidos, desarrollando una febril actividad, convirtiendo al turismo durante algo más de dos meses, en uno de los principales aportes de divisas al empobrecido Uruguay.

La ex Suiza de América, ha perdido su clase media; cada vez engrosan más las filas de desempleados,  cada vez hay más pobres.

Una espaciosa avenida, une el hermoso y cosmopolita balneario esteño, con la ciudad de San Carlos. A pocos metros de ella, un enorme barrio marginal, uno de los tristemente llamados asentamientos, extiende su rancherío de cartón y trozos de lata, donde niños semidesnudos, comen los residuos recogidos de la basura, entre el lodazal de aguas de albañal, compartiendo el espacio con ratas, bajo una nube de moscas y otros insectos. Lo componen en su mayoría familias desplazadas por la falta de trabajo de distintas ciudades, que durante los cortos meses de verano van a tentar suerte con alguna changa veraniega, encontrándose con la tristísima realidad, de tener que establecerse en alguna choza levantada en predios ajenos, con los más increíbles materiales impensados para construir una vivienda.

Pero no solamente en la cercanía de Punta del Este, existen estos asentamientos, también en los alrededores de Montevideo y alguna otra ciudad del interior, se cuentan por docenas.

La explotación extensiva de la agropecuaria y los monocultivos celulósicos, no dan cabida a todos los descendientes del gaucho oriental, que lenta, pero sostenidamente emigran a engrosar los cinturones de miseria de las ciudades, despoblando la campaña. Sin aptitudes ni preparación para obtener empleos en las ciudades, no tienen más opciones que vivir de la changa, sea como jardineros, peones de albañil o en la recolección y clasificación de residuos domiciliarios, viéndoseles al pescante de sus pequeños carros tirados por un caballo, o empujando las carretillas de grandes ruedas, llenas de cartones y desperdicios hasta el tope.

Un país que fuera inmensamente rico por la excelencia de sus tierras para la agricultura y el pastoreo, se encuentra sumergido, abatido por una impagable deuda externa, comprometido con el FMI, el Banco Mundial y el BID, al extremo de estar al borde de la cesación de pagos, con un sistema bancario corrupto, que ha vaciado sus arcas y dejado a miles de ahorristas imposibilitados de retirar sus fondos, desapareciendo algunos banqueros y cumpliendo magras penas, en una cárcel de lujo, unos pocos.

El comercio y la industria alicaídos por una tremenda carga impositiva, para solventar un estado sobredimensionado, plagado de políticos y jerarcas corruptos, incapaces de encontrar soluciones a los problemas de la población desocupada o sub-ocupada.

Sufriendo un verdadero éxodo de los más capacitados técnicos jóvenes, egresados de la Universidad de la República, que emigran en busca de mejores horizontes para desarrollarse, dejando un país de viejos, debilitado, inseguro, condenado a seguir vegetando en la mediocridad del subdesarrollo.

Es tan grande la emigración, que la población se mantuvo en los últimos treinta años en una cifra que ronda los tres millones cien mil habitantes, con pequeños altibajos, a pesar de una natalidad aceptable y una buena expectativa de vida, quizá mejor que la mayoría de los países americanos.

V

El breve pantallaso, con que Dago recorrió lugares distantes y cercanos, no dejaba dudas sobre las necesidades urgentes de más de una tercera parte del mundo. El común denominador, era pobreza, falta de empleos, deuda externa impagable, condiciones de trabajo infrahumanas y bienes de producción, en mano de las multinacionales del poder, radicadas en el norte.

Había sido una sobremesa de varias horas, esclarecedora y con coincidencias, asumiendo todos los reunidos, el duro futuro que debían enfrentar y la lucha que tenían por delante.



























Capítulo V

Entrañas de cobre

I

El agobiante calor del mes de octubre, recibió reverberando sobre la pista del aeropuerto de Lusaka, a Javier Sorondo y Wilson Rodas, los ejecutivos Chilenos, que tan intensamente habían sido tocados por el “Proyecto Guálado”, al extremo de constituirse en embajadores ante sus pares de Zambia.

Un largo e incómodo viaje en taxi, por una angosta carretera, con un pavimento en pésimas condiciones, los condujo a la estación ferroviaria, donde tomarían en menos de una hora el tren que los llevaría atravesando el país en dirección norte, hasta la ciudad de Kitwe, donde tenía su sede una de  las compañías mineras, que tenían intención de visitar.

II

Puntualmente, la locomotora a gasoil, tras un largo silbato, puso en marcha el convoy de vagones de cargas diversas, intercalados con tres de pasajeros. Los viajeros se acomodaron en las confortables butacas de primera clase, que ocupaban apenas un tercio del vagón, separado por una mampara acrílica, del resto, reservado para los pasajeros, que adquirieran el boleto de segunda categoría.

Además de los dos extranjeros, se ubicaron en las butacas más alejadas, dos hombres de coloridas y lujosas vestimentas típicas, un joven de chilaba de lienzo verde y una familia compuesta por padre, madre y dos hijas, todos también, luciendo vestimentas amplias, muy frescas, ideales para soportar el bochornoso calor.

Los primeros kilómetros del trazado, con muchas curvas y pendientes, se deslizaba entre la estribaciones finales de los montes Muchinga, cubiertos por espesa vegetación tropical, que llegaban hasta los arrabales de la capital en suaves ondulaciones, para luego adentrarse en la espesura de la sabana.

Aquel primer tramo, hasta la ciudad de Mulungushi, no ofrecía nada que mereciera la atención de los viajeros, ocasión propicia para tentar alguna aproximación con los lugareños que compartían el coche. Únicos blancos, eran el centro de indisimulada atención y al poco rato, el joven de la chilaba verde, tomó la iniciativa y cambiándose a una butaca más cercana, con refinada educación, en un inglés que podría considerarse académico por lo correcto, se dirigió a los chilenos, inquiriendo si el turismo era el motivo de su presencia en Zambia.

Luego de un cambio de saludos y la breve explicación de los fines que perseguían en su viaje, entablaron una muy amena conversación con el joven al que posteriormente se le unió  uno de los hombres de lujosa vestimenta y el jefe de la familia que viajaba en el fondo del salón.

El joven, arqueólogo de profesión, dirigía el Museo Arqueológico en la ciudad de Livingstone, al sur, en la frontera con Botswana, a pocos kilómetros de las impresionantes cataratas Victoria, que después de más de un año de ausencia, había decidido hacer el viaje hasta Kabwe,  a visitar a sus padres y tomarse unas cortas vacaciones.

Resultó un gran conversador y provocó una muy entretenida tertulia viajera, con una buena participación de todos, concitando un ambiente de correcta camaradería, en la que tanto Javier como Wilson, gracias a la bonhomía del joven arqueólogo, pudieron enterarse de los caracteres de la población de Zambia, humilde, de un acendrado apego a sus tradiciones y con ansias evidentes, de superar los duros trances que padecen por el atraso y condiciones miserables, en que viven la mayoría de sus gentes.

También el hombre que momentáneamente abandonara a su familia para plegarse al grupo, relató su vida en la pequeña plantación de melones y hortalizas que tiene en las cercanías de Mulungushi, donde además de las hijas y su mujer que le acompañaban, trabajan los tres hijos varones y que a pesar del duro quehacer, la producción les ha permitido vivir en forma que considera cómoda, ya que en los últimos años, sus productos, han tenido una muy buena aceptación en Lusaka, de donde justamente regresan, luego de concretar buenos negocios y adquirir insumos para la hacienda.

El hombre de lujosos atavíos, acompañaría durante todo el viaje a los chilenos y aún cuando estos abandonaran el convoy, debería continuar con su compañero, que taciturno y huraño había permanecido en su butaca, hasta Solwezi, pequeña población del Copperbelt, en el  límite con “El Pedúnculo” del Zaire, donde dirigían una factoría que procesaba anualmente, unas cien mil toneladas métricas de caña de azúcar.

Algo más de tres horas les demandó el primer tramo hasta Mulungushi, donde el compartimiento con la ausencia de la familia del horticultor, se vio casi vacío, en un extremo continuaba la amena reunión entre los cuatro hombres, mientras que en el rincón más alejado, continuaba enfurruñado el quinto ocupante. A pesar de la invitación a plegarse al grupo, continuó inmóvil sin despegar los labios.

Por el contrario su compañero, al enterarse de la profesión de los extranjeros, desplegó su bagaje de sapiencia sobre la explotación del cobre en su país, e incluso citó varios nombres de importantes compañías mineras, la mayoría de origen británico, cuyos principales, movían los hilos desde Londres, como a simples marionetas, con la única preocupación de las jugosas ganancias que desaparecían de Zambia, sin importarles las condiciones inhumanas en que trabajaban los mineros lugareños.

También, habían algunas compañías autóctonas, que si bien bregaban por mejorar las condiciones de sus mineros, estaban agobiadas por las deudas contraídas en bancos londinenses, y los magros resultados, pasaban a engrosar las arcas de los financistas.

Los comentarios del industrial azucarero, no modificaron mucho, la visión que sobre el cobre de Zambia, tenían los extranjeros, pero fue un buen motivo de conversación, que les aligeró la monotonía del viaje en tren.

A poco de pasar por Mulungushi, la sabana se extendía hasta el horizonte, destacando la rica fauna, que merodeaba en su inmensidad. Las manadas de cebras, acompañaban con su rápido trote, sin muestras de aprensión, el paso del tren, hasta que algún accidente del terreno, insalvable, les obligaba a cambiar el rumbo. Las gráciles jirafas, mordisqueaban las ramas de los árboles, mientras un grupo de hipopótamos se refrescaban en un cenagoso curso de agua.

La contemplación de aquellas maravillas de la planicie, pareció acortar el tiempo y las dos horas de Mulungushi a Kabwe, pasaron sin sentir.

El arqueólogo, que respetuosamente había escuchado la disertación del industrial azucarero sobre la producción de cobre, cuando entraban a un bullicioso andén, donde cientos de hombres trajinaban, recogió una pequeña maleta y se despidió de todos con su correcto inglés académico, preparándose para descender. Aún, desde el andén tuvo la cortesía de saludar nuevamente a los extranjeros, recordándoles que una visita al Museo de Livingstone sería muy apreciada y les aseguraba que la más rica historia de África, estaba reflejada en sus colecciones.

Aún no habían recorrido la mitad del viaje a Kitwe y les esperaba la parte más monótona del mismo, una extensa sabana con el único cambio de una enorme variedad de flora y fauna. Aunque ya, con la noche cerrada, no podrían disfrutarla.

 Un camarero de impecable uniforme, luego de extender las pequeñas mesas adosadas a la pared del vagón, sirvió a los viajeros una exquisita cena típica, acompañada con un suave vino rosado y una buena variedad de frutas como postre.

Terminadas las excelencias de la mesa, decayó la conversación y reclinaron las butacas para tratar de dormir un rato, con la expectativa, de que en la madrugada llegarían a destino.

 Con las primeras luces del nuevo día, fueron despertados por la barahúnda que armaban en el andén de la estación de la ciudad de Luanshya, una importante cantidad de mineros que se dirigían al norte a ocupar sus puestos de trabajo, como también cargadores que preparaban varios vagones con distintas mercancías y bultos, que engancharían al final del convoy, con destino al principal nudo ferroviario de Mufulira, para ser reexpedidos hacia la costa Atlántica a través de  Angola.

Casi una hora de maniobras, para enganchar los nuevos vagones y reemprender el viaje, que aprovecharon para recorrer algunas calles cercanas a la estación, sin otro motivo que desentumecer las piernas, después de tantas horas soportando el traqueteo del tren.

Inmediatamente de abordar nuevamente, disfrutaron un suculento desayuno, con jugos de frutas, cacao, panecillos, miel y rebanadas de melón, que les ocupó casi todo el tiempo del corto tramo final.

El sol naciente, arrancaba destellos de la fronda húmeda de rocío, donde brincaban manadas de pequeños micos y revoloteaban coloridas bandadas de aves, mientras en la sabana, reinaban los antílopes, las cebras y algunos rinocerontes.

III

La actividad ya se desarrollaba a pleno en la populosa ciudad de Kitwe, cuando penetró resoplando en la estación, el convoy que transportara a los viajeros chilenos. Luego de un intercambio de afectuosos saludos y tarjetas personales, con el industrial azucarero y la promesa de éste, de interesar en el tema a su compañía, tratando de abrir un nuevo frente, en la lucha emprendida por Regino Guálado.

En el andén esperaba un hombre, exhibiendo un cartel con el nombre de la compañía minera anfitriona de los viajeros. Ninguno de éstos, reparó en él, pero ellos sí fueron identificados inmediatamente, eran los únicos blancos.

Una breve presentación e inmediatamente fueron conducidos en un sobrio Toyota, hacia el centro de la ciudad.

Kitwe, con sus aproximadamente trescientos cincuenta mil habitantes, es un centro minero por excelencia. Allí erigen sus administraciones la mayoría de las compañías que explotan el “cinturón del cobre” en la provincia central de Copperbelt. No se limitan solamente al cobre, sino que se explota también el cobalto y otros minerales.

IV

La Copperbelt’s Copper Company, tenía su sede en un edificio de dos plantas, que ocupaba el centro de un bien parquizado césped. Desde el exterior parecía una mansión residencial, de ladrillos rojos y techo de pizarra en distintos declives, que contrastaba con la policromía de los jardines. Una pequeña chapa de bruñido cobre, delataba la real ocupación de la mansión, anunciando el nombre de la compañía.

El sol ya hacía sentir su rigor, cuando traspusieron el empedrado, que unía el aparcamiento con la entrada del edificio. Rigor trocado, por el fresco ambiente climatizado del interior, que se abría en un amplio recibidor con espaciosos sillones y un pequeño y coqueto mostrador atendido por una joven recepcionista.

A ambos lados de la amplia sala, se abrían un sinnúmero de puertas de distintas oficinas y laboratorios, donde se notaba el trajinar de decenas de funcionarios. Todos se afanaban en sus tareas, frente a los monitores, recibiendo y enviando informaciones a las terminales que procesaban millones de datos de las distintas minas controladas por la compañía.

Fueron directamente conducidos a la planta alta, donde en la sala de juntas, los aguardaban todos los ejecutivos de la empresa.

Cuatro hombres y una mujer formaban el staff de ejecutivos de la Copperbelt’s Copper Company y todos demostraron gran aprecio por la visita de sus pares chilenos, recibiéndolos con muestras de satisfacción, mostrándose también preocupados por el largo periplo en tren, que debieron soportar.

La franqueza con que fueron recibidos y las amabilidades de que fueron objeto, aventaron las prevenciones que pudieran tener los visitantes y allanaron el tratamiento de un tema que parecía hasta escabroso por la magnitud de su alcance.

No hubo dificultades idiomáticas, ya que además de los chilenos dominar a la perfección el inglés, la dama integrante del staff anfitrión, hablaba fluidamente el español.

Stella Spencer, geóloga, había cursado su postgrado en la Universidad Politécnica de Madrid, donde había residido durante casi dos años, familiarizándose con el idioma, para luego regresar a su ciudad natal, a trabajar en la compañía que fundara su padre, con otros visionarios, cuando a finales del año mil novecientos sesenta y cuatro, se disolvía la federación que constituyera Zambia con Malawi.

Los otros cuatro ejecutivos, Kenneth y John Lauda, Frederick Mallory y Phillips Stevenson, habían cursado estudios en la Universidad del país ubicada en la capital, Lusaka. Kenneth, el mayor de los Lauda era Economista y tenía bajo su égida la dirección financiera de la compañía, John, ostentaba su título de Ingeniero y su principal labor la desarrollaba directamente en las minas, por lo que generalmente lucía sus jeans de fajina y su casco estaba al alcance de la mano, mientras que Frederick Mallory, también ingeniero, se encargaba de la logística, y finalmente, Phillips Stevenson, master en marketing y relaciones internacionales, dirigía los negocios en el frente exportador.

Era un equipo joven y dinámico, que a pesar de las enormes dificultades en los tratos con sus clientes ingleses, luchaban con fe en la empresa y la ardua tarea se veía compensada por los progresos, lentos pero sostenidos, que se reflejaban en todo el personal, que orgullosamente ostentaba los mejores salarios en la industria del cobre y beneficios que para la mayoría eran impensables. Comedores para el personal, guardería para sus niños, becas de estudios para los mayores, protección de las madres trabajadoras con licencias y horarios especiales por maternidad.

Aquellas condiciones de trabajo justificaban, la pulcritud de las oficinas y la cantidad de mujeres que junto a los hombres compartían tareas administrativas, como también en los laboratorios.

La mañana no fue suficiente, más que para desarrollar un bosquejo de la idea surgida del visionario uruguayo, que si bien comprimida al máximo se limitaría a un gran frente formado por todos los países subdesarrollados, para enfrentar unidos la tarea de mejorar sus condiciones de vida y catapultarlos al progreso, contando únicamente con la posesión de importantes recursos, de los que no podían disponer libremente, por el agobio de los compromisos impuestos por los países ricos. Ese frente debía estar basado en una racional distribución de los recursos hídricos, una racional transformación de la base energética, impelida por la certeza del cercano fin de los combustibles fósiles y la racional tasación de la producción primaria, eliminando los subsidios y trabas aduaneras existentes en Europa y Estados Unidos.

V

Cuando pasadas las trece horas, hicieron un alto en la junta, para almorzar, recién los extranjeros comenzaron a tomar contacto con la realidad de la empresa anfitriona.

En un amplio salón de la planta baja del edificio, con vistas al verde prado, que destacaba los macizos de flores y bajaba suavemente hasta la ribera del río Kafue, se encontraba el comedor de la sede central de la compañía. En el centro destacaba una gran mesa, con el bien servido buffet, compuesto de distintos fiambres, ensaladas, carnes, pastas y gran variedad de frutas. Rodeándola, se distribuían las mesas ocupadas por un centenar de funcionarios, habiéndose reservado una más grande con unos doce lugares para los ejecutivos y sus invitados, que compartirían con algunos jerarcas administrativos y químicos.

El almuerzo, exactamente igual al que se servían los conserjes y gerentes, testimoniaba el espíritu de comunión total entre dueños y empleados, no existiendo más diferencias que las constituidas por las propias capacidades individuales, que se aplicaban a sus labores específicas. El ambiente de camaradería y la llaneza y confianza  con que los ejecutivos se trataban con sus subordinados, había desterrado definitivamente el concepto de impersonalidad, que las empresas, principalmente las multinacionales radicadas en Estados Unidos, habían acuñado, cambiando personas por números.

No fue un almuerzo de trabajo, sino un almuerzo entre compañeros de trabajo, en el que no se trataron más que los temas referentes a los vínculos que solidamente les unía, tales como el progreso en la primaria del hijo del jardinero o la fiesta de cumpleaños, que celebrarían el próximo fin de semana, por los quince años de la hija del encargado de almacenes, el jocoso episodio protagonizado por Stella cuando el día anterior, debió trasladarse en forma urgente a una de las minas, sin tiempo de ponerse ropa adecuada y perdió el tacón  de uno de sus zapatos al ser triturado en la grieta de una roca, o las chanzas a la cocinera, llorosa por efectos de las cebollas.

Todas aquellas conversaciones, captadas por los empresarios chilenos, aseguraba las enormes similitudes de los pueblos, lejanos o cercanos, negros, blancos o amarillos, cristianos, ortodoxos, judíos o islámicos. Eran todos, gentes con los mismos sentimientos y esperanzas, con los mismos deseos de vidas plenas aunque sencillas, de paz y respeto, de amistad y apoyo, sin ambiciones desmedidas, más que la posibilidad de mejorar cada día y ofrecer a sus hijos educación, salud y seguridad.

Terminado el fraternal almuerzo, luego de una breve sobremesa en la que degustaron un exquisito té verde, volvieron a la sala de juntas.

Ya era tiempo de encarar el meollo del asunto, que había llevado a los chilenos al sureño país africano.

Javier Sorondo, llevaría las riendas del tema en virtud de su condición de asesor gubernamental en los temas relacionados con la integración del CIPEC (Consejo Intergubernamental de Países Exportadores de Cobre).

El actual Presidente, desde los inicios de su gobierno, había intentado potenciar el CIPEC, con magros resultados, por la oposición pertinaz de las multinacionales inglesas, que dominaban gran parte de la producción africana y tenían totalmente comprometidos a sus gobiernos por el fuerte endeudamiento externo. Sin embargo dentro del Consejo, se destacan junto con Chile, Zambia y Zaire, aunque con todos los demás miembros, controlaban menos de un cincuenta por ciento de la producción mundial, imposibilitando la acción efectiva tendiente al mejoramiento de los precios. La lucha debe centrarse en la nacionalización de las compañías extranjeras, en procurar transferir la propiedad de las minas a sociedades autóctonas con capitales domésticos, que aseguren la reinversión local, o de lo contrario obligar a las multinacionales un retorno efectivo en equipamiento, tecnología, salarios dignos y cambios reales, que alivien las inhumanas condiciones de sus trabajadores y que evite la fuga de millones de dólares de utilidades, que junto a los servicios de las abultadas deudas externas, agobian al sub mundo del sur.

El planteamiento, luego del largo intercambio de la mañana, había sido entendido y compartido cabalmente por los integrantes de la Copperbelt’s Copper Company y todos sus integrantes comprometidos a trabajar en pos de la causa.

VI

Ya mediando la tarde, decidieron hacer un alto en la junta, para visitar una de las factorías que la Compañía tenía a pocos kilómetros de la ciudad, programando para el día siguiente un tour por las demás minas e instalaciones, más alejadas.

Una carretera de ripio, en muy buenas condiciones de mantenimiento, unía la ciudad con la entrada de aquella factoría. Una alta cerca de alambre tejido, delimitaba los lindes de la mina. En los amplios portones de acceso, dos guardias en sendas garitas, custodiaban la entrada, levantando las barreras, solamente luego de verificar la identidad de los ocupantes de los dos vehículos. Un trámite que por la propia seguridad, debían someterse incluso los ejecutivos, todas las veces que debieran trasponer aquellas vallas.

No faltaron las bromas intercambiadas entre ejecutivos y custodias, demostrando nuevamente la cordialidad y confianza.

Abandonados los vehículos en el parqueadero, el grupo se dirigió al edificio chato y sólido que ocupaba un amplio sector cercano a la cerca de alambres. Allí comenzaba el verdadero trabajo de la compañía minera. Geólogos, químicos, laboratoristas y unos cientos de asistentes y distintos operarios, en conexión directa, con la planta procesadora, que se extendía por varias cuadras de instalaciones, desarrollaban una de las partes fundamentales del proceso de purificación del mineral, que las vagonetas transportaban desde las bocas de los túneles.

La mena era volcada en enormes tolvas, para luego ser elevadas por cintas de cangilones que las iban vaciando en las trituradoras, donde eran molidas en finas partículas, que en un nuevo traslado sobre cintas, se introducían en las cámaras de flotación, donde las impurezas más pesadas se decantan, pasando las partículas con alto contenido de cobre a los hornos de reverbero, para eliminar por calor las escorias, antes de pasar al tratamiento químico en la tercera etapa de purificación. Estas etapas son controladas electrónicamente y cumplidas, automáticamente el contenido es fundido y convertido en barras para ser transferidas al tratamiento electrolítico, que le conferirá la pureza final, apta para los distintos usos, principalmente conductores eléctricos.

El proceso de purificación, se realiza en forma totalmente inocua para los distintos operarios, que disponen de las seguridades más modernas, no entrando en contacto con el mineral en ningún momento. Solamente pueden acceder al cobre puro, cuando finalizado todo el proceso las barras son acondicionadas para la expedición a los distintos mercados.

Esta es la parte de la labor que se desarrolla sobre la superficie de la tierra, falta por visitar el interior, la fuente, la mina, el material en su estado natural, la extracción.

Por un túnel auxiliar, se deslizan sobre los pulidos rieles los pequeños vagones impulsados por motores eléctricos. En el primero, viajan Javier Sorondo, Stella Spencer, Fredderick Mallory y otro geólogo que trabaja en la planta, en el segundo, lo hacen Wilson Rodas, John y Kenneth Lauda y Phillips Stevenson y finalmente en el tercero lo hacen cuatro técnicos que serán los encargados de guiar a los visitantes.

Exactamente viajaron ocho kilómetros y medio, por el túnel perfectamente iluminado, cruzando algunos que obligaron a ciertos desvíos y un largo tramo paralelo a otro que a cortos intervalos se comunicaban, pudiendo apreciar la enorme cantidad de vagonetas cargadas de materiales que se dirigían hacia el exterior y vacías que regresaban a las entrañas de la tierra.

Finalmente desembocaron en el propio corazón de la mina. Una enorme oquedad donde los obreros con gruesos ropajes, guantes, cascos, protectores auriculares y máscaras, operaban distintas máquinas, que perforaban, trituraban, amontonaban y cargaban las vagonetas que en interminable sucesión pasaban por el recinto, describiendo una amplia curva, para regresar repletas a la superficie.

Los potentes reflectores, iluminaban todos los resquicios, arrancando destellos de las rocas y trazando entre las sombras, aéreas avenidas de partículas de polvo, suspendidas en la densa atmósfera.

Las protecciones con que contaban los visitantes y ejecutivos de la compañía, similares a las de los obreros, les dificultaba en cierta forma sus movimientos, debiendo estar muy atentos a no circular por las zonas delimitadas por cordeles, donde los obreros y las máquinas operaban.

La Compañía, había tenido siempre muy presente la seguridad de operarios y equipos, habiendo desarrollado un magnífico programa, dirigido por  un experto en seguridad industrial, egresado de la Universidad de Lusaka, que además había realizado una muy buena experiencia en minas de Zaire.

VII

Una enorme máquina perforadora, hundía la broca en la pared abriendo un enorme portal que sería el inicio de un nuevo túnel, que según los estudios geológicos y prospecciones realizadas, atravesaría un sector con muy buen material con abundante presencia de cobre. El material extraído era recogido por pequeñas palas de orugas,  que los depositaban en el lugar de carga de las vagonetas. Todo se realizaba con tal precisión, que el accionar de tantas máquinas no significaba interferencia entre las mismas y sincronizadamente se desplazaban por el enorme espacio de trabajo.

Además del túnel que recién empezaba a tomar forma, en distintos lugares del contorno se abrían varias galerías por las que pasaban las hileras de vagonetas, cargadas hacia el exterior y vacías hacia las profundidades de la tierra.

La enorme caverna, además de albergar un importante número de operarios y máquinas en plena actividad, parecía constituir un verdadero nudo ferroviario, por donde pasaban permanentemente los convoyes de pequeñas tolvas cargadas de mineral, tomando los desvíos en los momentos precisos, para intercalarse con las que se alineaban en la vía principal, enfilando hacia la planta procesadora, en las afueras de la mina.

En un extremo, entre las bocas de dos galerías, se divisaban las cajas de dos elevadores, uno de menores dimensiones al que se accedía por una plataforma a unos dos metros y medio por sobre el nivel del piso, luego de subir los peldaños metálicos, cercanos al túnel de ingreso, y el otro, tenía su gran puerta doble, frente al inicio de dos vías, que a pocos metros se unían mediante los desvíos correspondientes, a las principales. En aquel tramo de vías, momentáneamente no había actividad y las puertas del elevador permanecían cerradas.

A una indicación de uno de los guías, ascendieron a la plataforma para internarse en el elevador más pequeño. En pocos minutos de descenso, bajaron varios cientos de metros en las profundidades de la tierra para ingresar al nivel último de explotación.

El calor por momentos, se hacía intolerable, pero el espectáculo valía las incomodidades. El rojizo de las paredes de excelente mineral, reflejaba la luz de los reflectores en haces iridiscentes, con destellos deslumbrantes. Los chilenos que conocían muy bien su oficio, por la cantidad de años que lo ejercían, habían realizado infinitas incursiones por el interior de incontables minas de cobre, pero debieron reconocer que nunca habían estado en contacto con mineral de tal calidad y admiraron la belleza incomparable de aquella caverna, sin escatimar expresiones de asombro, que fueron muy festejadas por los anfitriones.

Los integrantes del staff de la Copperbelt’s Copper Company, eran concientes de la pureza de aquel sector de sus minas y las expresiones de sus visitantes no les tomaron por sorpresa, sino que por lo contrario, esperaban similares, pero no de tanto entusiasmo.

En aquel momento los técnicos montaban un sistema de enormes cangilones, para elevar el material hasta el túnel superior, eliminando los elevadores de lento accionar, que limitaban la producción. Terminada la instalación tanto el nivel inferior como los intermedios estarían en condiciones de ir aumentando la producción paulatinamente, a medida que se fueran acoplando al sistema.

 Los cangilones de idénticas dimensiones y enganches que las tolvas de carga, serían transferidos en forma automática, por unas pequeñas grúas accionadas electrónicamente, al sistema de rodaje de las vagonetas, agilizando el transporte, dando una enorme movilidad a los materiales, evitando la acumulación en las zonas de extracción.

Era la primera compañía minera de Zambia que introducía este sistema, que incluía el más sofisticado sistema electrónico, del cual esperaba los mejores resultados y valoraban enormemente, el afán con que los técnicos emprendían el ensamblaje.

La visita tocaba a su fin, cuando en el exterior se encontrarían con la noche, inadvertida por los reflectores que iluminaban el interior de las instalaciones subterráneas.

La actividad continuaba, puesto que la factoría funcionaba en cuatro turnos de seis horas, en forma permanente. Habían establecido un curioso sistema de turnos alternados, dividiendo el horario en dos tramos de tres horas cada uno, intercalando el segundo tramo de un turno, con el primero del siguiente. Si bien los obreros permanecían nueve horas en la factoría, el intervalo, entre los dos tramos lo podían emplear en recreación, contando con una gran sala de juegos y biblioteca, asistir a las reuniones de capacitación que normalmente se dictaban con la ayuda de videos y películas, o simplemente disfrutar del extenso parque arbolado que trepaba por las estribaciones de la colina en cuyas entrañas estaban las minas. También podían abordar uno de los micros de la compañía que cada, treinta minutos, unían la factoría con la sede central, en la ciudad.

 Era casi media noche, cuando llegaron a la sede de la Copperbelt’s Copper Company, donde en un extremo del parque que rodeaba la construcción principal, se destacaban entre el verdor de las plantas trepadoras y los setos bien cuidados, las paredes ocre y techos de tejas rojas de dos cabañas, que la compañía tenía reservadas a visitantes y funcionarios de factorías lejanas, que por distintas razones  debieran viajar a Kitwe.

Entre ambas cabañas, uniéndolas, con un tinglado, también de tejas rojas, que cubría una vereda de losas de piedra, se encontraba la construcción que albergaba al personal de servicios de las mismas, contando con amplia cocina, una muy completa alacena, lavandería y un pequeño dormitorio. También en el pequeño hall, frente al televisor, un cómodo sofá, podía ser transformado en cama para el sereno.

Luego de una reparadora ducha, encontraron la mesa servida con un bien surtido aperitivo y apetecibles platos. La diligente camarera, ya les había preparado el dormitorio, donde disfrutarían un buen sueño, arrullados por la corriente del río, a pocos metros de sus balcones.

VIII

Por la mañana, conocieron la verdadera selva africana, con sus incomparables bellezas, pudiendo disfrutar la proximidad de su variada fauna, en un viaje de alrededor de tres horas para visitar otra factoría de la compañía, Luego del almuerzo, nuevamente por los caminos abiertos en el corazón de la jungla y una nueva mina.

Las dos minas visitadas, no ofrecieron muchas diferencias con la del día anterior, salvo el tamaño. La visitada por la mañana era una explotación de muy pocos años, que contaba con una reducida dimensión, mientras que la segunda era una maraña de galerías y enormes cavernas, quizá tres veces más extensa que la mina cercana a la ciudad, aunque la producción no la superaba en mucho. Las instalaciones y maquinaria no eran de la misma tecnología, aunque el sistema de protección y seguridad del personal, era idéntico en todas las factorías.

Las visitas programadas habían sido cumplidas y durante casi todo el tiempo transcurrido, los ejecutivos chilenos y sus anfitriones de Zambia, habían intercambiado interesantísimas experiencias, como también ideas sobre las posibilidades de desarrollo del plan Guálado, quedando sentada una base de trabajo a desarrollar, ya que la coincidencia era total e inmediatamente se sintieron totalmente involucrados en el proyecto.


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Capítulo VI

Desbrozando caminos

I

Por momentos, Dago Sueiro, evocaba hechos ocurridos hacía tantos años, que en forma desordenada se mezclaban con otros más recientes, pero la época no importaba realmente.

Aquella corriente fluía, y hechos que se habían desarrollado en distintas partes del mundo, de los cuales muchos, Regino no fue partícipe directo, pero tenían la impronta impresa de su pensamiento e idea, formaban el colage de aquella vida.

II

En plena dictadura, a pesar de las aseveraciones de sus personeros, se derrumbó el sistema cambiario de Uruguay. La “tablita”, el sistema de prefijación de precios futuros del dólar americano, se desplomó, provocando una devaluación jamás imaginada.

Pequeñas deudas, contraídas en dólares, sumirían en la miseria a cantidad de pequeños empresarios, a miles de uruguayos. Las quiebras, concordatos, o simplemente el cierre, por la imposibilidad de cancelar las obligaciones financieras, era cosa de todos los días y Apolinario Regino Aranjuez Guálado, no fue ajeno a la debacle.

Hacía apenas tres años que había concretado la asociación con don Ezequiel, y la deuda que contrajera con el Banco de Londres y América del Sud,  estaba casi totalmente cancelada, restando únicamente tres cuotas de vencimiento mensual, de unos nueve mil Nuevos Pesos cada una, pero contratada en Dólares Americanos. Debió obtener una refinanciación y las cuotas en lugar de tres, fueron nueve.

Fue en la antesala de la gerencia de aquel banco, donde tomó contacto con la desesperación de tantos empresarios, que la debacle los sorprendió con deudas mayores, que resultaban simplemente impagables. Fue donde vio hombres, que lucharon toda la vida y en segundos se encontraron en la ruina, sin soluciones, sin esperanzas.

También en aquella antesala, se encontró con los otros, los que luego de una aparentemente desinteresada charla, escuchaban atentamente las desesperadas confidencias de los deudores, que veían peligrar sus magras posesiones; para luego arteramente, hablar de las soluciones fuera del banco. De pagar la deuda bancaria mientras se sabía su monto, y mediante una simple hipoteca, garantizar la devolución, en largos plazos y condiciones más cómodas, a quien tan buena disposición demostraba. Aquellos “prestamistas”, verdaderos usureros, pululaban en las cercanías de las distintas sucursales bancarias, dando soluciones inmediatas a cualquier problema financiero.

Se amasaron enormes fortunas, ejecutando hipotecas, subastando bienes por la mitad de su tasación, para cubrir deudas, que no llegaban al diez por ciento del valor real. También los bancos hicieron sus buenas subastas. La desaparición de empresas, conllevó la desaparición de puestos de trabajo y la brecha entre ricos y pobres se ensanchó, desapareciendo la clásica clase media uruguaya.

En aquella antesala, Apolinario Aranjuez, se hizo una promesa íntima, una promesa que germinaría en su corazón y sería una meta fundamental. Los personajes que se movían en aquella marea de oscuridad, embretando a los desesperados, para sacar sus suculentas ganancias, integrando las mafias que extendían inexorablemente sus redes, serían de alguna forma enfrentados.

Parecía una lucha limitada, doméstica y que con el apoyo de los propios perjudicados, podría llevarla a cabo con éxito. Aún no conocía, ni remotamente, las connotaciones que derivarían de aquella pequeña acción.

Además de los usureros y los bancos, había un tercer grupo, que vivía en íntimo contubernio con aquellos, que ayudó en la producción de la ruina de muchos emprendedores, atrapados en el caos que produjo la ruptura de la “tablita”.

Los empresarios, fueran comerciantes o industriales, estaban agobiados por las deudas financieras, pero también por las comerciales. Sus proveedores, algunos también golpeados por la devaluación, se vieron obligados a la necesaria recuperación de sus créditos, restringiendo la entrega de mercaderías y materias primas. Fue cuando emergieron los otros con sus intransigencias, los grandes capitales multinacionales, que paulatinamente fueron acaparando un mercado totalmente deprimido, cerrando más fábricas y con políticas cómplices, que hacía más rentable importar que producir. Desaparecieron textiles, curtidurías, fábricas de zapatos, de grifería, de vidrio, de electrodomésticos, de lamparillas, de muebles y etcétera, etcétera, etcétera...

La crisis se había instalado y no había trazas de que apareciera la tan ansiada recuperación.

Para Apolinario Aranjuez, la lucha fue muy dura, pero la pequeña deuda fue cancelada y su visión empresarial le indicó los caminos a seguir.

III

A la primera presión de un proveedor, que como acaparador creía tener el control de precios y condiciones, buscó formas creativas de contar con el producto sin resentir su oferta, realizando la primera asociación con un grupo de pequeños fruti-cultores, cuyas producciones no les permitían espacio en el Mercado. Apoyándolos con fertilizantes y otros insumos, se aseguró la producción de hortalizas y frutas de inmejorable calidad. Las pequeñas chacras del suroeste de Florida, que yacían incultas, por falta de fondos para hacerlas producir, se vieron tonificadas por aquella asociación. Recibieron buenos precios, de los que se descontaron los anticipos para insumos, dejando una buena renta y el mercado de la calle Durazno siguió ofreciendo la mejor fruta y verdura y al mejor precio.

Cuando un fabricante de mermeladas, al ver que la competencia moría lentamente, aumentó los precios y restringió los plazos de pago, Apolinario en un verdadero peregrinaje por los distintos departamentos, descubriendo fabricantes artesanales de distintos productos, los fue interesando en montar una verdadera fábrica, asegurándoles la compra de toda la producción. Aportó capital para comprar las mínimas máquinas y a los pocos meses, aglutinados nueve excelentes productores artesanales, con su dinámica dirección y flamante equipamiento de primera generación, elaboraban mermeladas, dulces de corte y conservas de hortalizas, aventando la sombra de la miseria que veían cernirse sobre sus hogares.

El viejo mercadito de la calle Durazno, en un predio lindero, de derruidos conventillos, empezó a erigir su nueva sede. La obra, en su estructura parecía demasiado ambiciosa. La fundación de sus enormes columnas, se asentaba a varios metros de profundidad, dando cabida a un amplísimo sótano, viéndose exageradas para una planta. Pero aquella fundación había sido pensada para el futuro, puesto que soportaría hasta ocho o nueve pisos.

Los negocios seguían en ascenso, pero no envanecían a sus creadores y la meta aún estaba muy distante.

A las hortalizas y mermeladas, le siguieron nuevos emprendimientos, Dagoberto fue incluido en la dirección del incipiente conjunto empresarial y Don Ezequiel, se asombraba cada día, con la inteligencia y sagacidad de aquellos, sus “hijos”.

Los dos jóvenes, no sabían de descanso, Dagoberto con su carisma excepcional, llevaba las riendas de las relaciones públicas y Apolinario se escudaba en él, para evitar su presencia en reuniones. No era retraído, pero su fin era otro. Su tarea estaba junto al productor que debía respaldar y prefería viajar cientos de kilómetros por las carreteras, visitando cada emprendimiento antes que asistir a eventos empresariales, vacuos, sin real sentido.

Dagoberto sí, sabía aprovechar muy bien aquellas tertulias de empresarios. Cuando finalizaban, era seguro, que un buen bagaje de datos sumamente importantes había recogido. Datos que serían analizados escrupulosa y fríamente con Apolinario. Datos que podrían ser base para buenos negocios o simplemente para reconocer donde se guarecían los pillos que aprovecharon las malas políticas para exprimir a los desesperados y  fijar la mira en un futuro combate.

Al fin empezaron a concretarse pequeñas guerras empresariales, el fabricante de mermeladas, que en un momento intentó imponer condiciones inadmisibles, veía derrumbarse su mercado, por el ingreso a la plaza, de productos mejores y más baratos y al verse imposibilitado contra tal competencia, empezó a sentir igual desazón, que su conducta anterior creara en tantos antiguos clientes.

Apolinario Aranjuez, al considerar el momento oportuno para hacerlo, propició la absorción de la fábrica que languidecía. Con una mínima inversión necesaria para cubrir el costo de algunas máquinas en buen uso, dio el golpe de gracia al especulador fabricante, que intentara medrar con la crisis. Fue el primero de una serie, que a poco tiempo, erigiría al “gallego” de la calle Durazno, en un temeroso contendor.

Se lo había prometido, en la antesala de aquella gerencia bancaria y había llegado el momento de actuar duramente.

Lenta, pero coordinada e inexorablemente, empezaron a extenderse los entramados de convenios y asociaciones, que daría inicio al grupo Aranjuez. Un conglomerado de empresas, inicialmente dedicada a los productos alimenticios, que fue creciendo silenciosamente, ofreciendo puestos de trabajo seguros, aunque pocos al principio, para ir afianzándose paulatinamente.

Realmente de este grupo empresarial, partió la idea de comprar acciones en forma global, de todas las industrias alimenticias que abastecían malamente al consumo interno, por sus administraciones enfocadas únicamente a las actividades especulativas, sin importarles ni calidad ni precio. Donde la utilización de equipos y personal era deficiente, generando conflictos y una evidente sub-utilización de recursos. No se reinvertían utilidades, convirtiendo fábricas exitosas en máquinas paralizadas, que recibían solamente un mal mantenimiento y obreros hoscos, malhumorados, con bajos salarios, propensos al paro y a la baja producción.

Allí fue cuando Apolinario Aranjuez, se encontró con el problema real, oculto, silencioso, pero enorme, tan enorme que exorbitaba sus posibilidades de enfrentarlo.

IV

Empezaron por las fábricas de jabones y demás productos de higiene personal y doméstica, que fueron absorbidas una a una por las multinacionales, siguieron las fábricas de galletitas, que también todas fueron a parar bajo la égida de capitales extranjeros y así siguieron otras y otras y otras...

Los obreros fueron despersonalizados, pasaron a ser simples números. Al poco tiempo concentraron la fabricación en otros países de la región, cerrando la mayoría de las fábricas locales. Al capital internacional, le resultaba más productivo exportar al pequeño Uruguay, que fabricar en él.

Pero las fábricas de la región, fueren argentinas o brasileras, tampoco tenían su independencia, sus gerencias dependían de las casas matrices, ubicadas muy al norte, donde se disponía qué y cuánto, vender a los sudacas. Aunque sí, tenía muy en cuenta los montos de las transferencias y las exigencias a sus gerentes eran severas y estrictas.

V

Como pequeña muestra, que patentiza la importancia de los sudacas, como el desprecio a su inteligencia, por parte de las transnacionales, baste un par de ejemplos.

Lleve tres al precio de dos. Estas ofertas que asiduamente aparecen en ciertas góndolas, al más desprevenido comprador en pocos días se le devela el misterio. Se trata de comprar por ejemplo, tres jabones de tocador, pagando solamente dos. ¿Una rebaja del treinta y tres por ciento? No es tan así. El jabón que normalmente lo compraba por unidad, tiene por ejemplo 150 grs. y la transnacional debe aumentar su precio, sin mermar sus ventas. ¿Qué hace? Muy simple, fabrica pastillas de jabón de 125 grs., para venderlos en pack de tres unidades al precio de dos (de las unidades de 150 grs.), haciendo desaparecer éstas. Al poco tiempo cuando se termina la “promoción”, aparecen nuevamente, ya con el nuevo precio, las pastillas de jabón que acostumbrábamos a comprar, con el gramaje normal. En forma impensada nos lamentamos, porque terminó la rebaja y no “aprovechamos” suficientemente de ella ¿?.

Veinte gramos de obsequio. Acostumbrados a comprar un paquete de galletitas de 500 grs., nos sorprendemos cuando las góndolas nos ofrecen el regalo. Pero también esa oferta se termina y vuelven en su apariencia los paquetes anteriores, al mismo precio sin el obsequio de los veinte gramos. Pero la trampa, aún es mayor, porque en un pequeño recuadro del paquete, como con timidez, en números chiquitos, dice: contenido neto 400 grs. Pero hay más y es más grave. En todos los paquetes, tanto de 500, de 520 o 400 grs., aparece una tabla nutricional, donde también se establece, que la porción debe contener tres galletitas. También todos los paquetes contienen ochenta y una galletitas, lógicamente las de los paquetes de 400 grs. son más pequeñas. Es aquí donde nos preguntamos y que la multinacional que le quepa el sayo, nos lo conteste, estábamos consumiendo una “porción” demasiado  grande, o prima el concepto de pague lo mismo, para comer menos. ¿Ese es el concepto que aplican a los sudacas, los rubios norteños, dueños de la “Cola”, los snack, las galletitas y varias cosillas más?

Podría ser también, una buena pregunta para el organismo, dependiente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que por ley, se encarga de la “defensa del consumidor”, pero esto ya es “meter el dedo en la llaga”, porque ¿tendrá algún poder, aunque pertenezca al “Poder Ejecutivo”, para decirles, solamente decirles, algo a ellos?

Lo mismo ocurre con el papel higiénico, que lo normal son rollos de cincuenta metros, hasta que aparecen, los “lleve seis al precio de cuatro”, sin decir explícitamente, que esos seis, son de treinta metros.

O la pasta dental, o las “combo”, o las múltiples ofertas programadas desde las casas matrices.

De la libre competencia, fuimos cayendo en los monopolios privados. A  los ya citados, pueden agregarse la producción de cerveza, que de tres fábricas, quedó una, pero con las tres marcas y además la principal fuente de agua mineral natural del país.

Con este simple agregado, llegamos al mayor drama, cuando nos preguntamos, ¿cuántos años nos quedan para disponer de nuestras reservas de agua? ¿ya estará muy cercano el día que podrá tomar agua, quien pueda pagar la botella en el supermercado? Ojalá sean febriles conjeturas.


VI

Para Apolinario se planteaba un enorme desafío y su espíritu batallador no eludiría la brega. Lo primero fue analizar profundamente el tema global, la situación real de las distintas regiones del mundo, sus productos, sus necesidades, las diversas conexiones comerciales, como se manejaban los sutiles hilos del negocio internacional, quienes llevaban el timón y hacia que puertos se dirigían.

Fue una larga tarea, que empezó por la propia región, comprendida en el incipiente Mercado Común del Sur (MERCOSUR), que había reportado muy poco o nada al país, o por lo menos nada que propiciara una mejoría o paliara las más urgentes necesidades. Necesidades, que podrían resumirse, en unas pocas palabras: inversión productiva, dirigida a la creación de fuentes de trabajo.

Pero la principal inversión, o la única, era la inversión financiera. El País, “Plaza Financiera”, embelesaba a los gobernantes de turno y sus gobiernos parecían conocer ese único rumbo.

Siguió por otras regiones cercanas y allende los mares, para terminar en una desalentadora evaluación final.

Apolinario Aranjuez, el “gallego” de la calle Durazno, seguiría su lucha dentro de fronteras, la lucha doméstica. Al momento que aparecía en la lucha global el otro, quizá el idealista, el soñador, Regino Guálado.

VII

A partir de la reunión de ejecutivos de las Empresas Aranjuez, donde se aprobó el plan global, de su presidente, para iniciar un movimiento a nivel mundial, en procura de mejorar las condiciones de vida, en todos los rincones del planeta, pareció desdoblarse la personalidad de Apolinario. Por un lado el combatiente, muchas veces odiado por los que hicieron de la especulación un oficio, los que duramente fueron dejados a la vera del camino, sin ninguna contemplación, sin clemencia, sin piedad. Por otro lado el altruista, el pródigo, el solidario, el que sería conocido en lugares cercanos o ignotos, simplemente por Regino Guálado.

El “gallego” Apolinario, presidente de Empresas Aranjuez, empezó a ser reconocido y temido, a pesar de no vérsele, más que en contadas ocasiones, en público, ya que su portavoz, a quien se le considerara su asesor financiero, era quien se encargaba de los tratos, acompañado siempre por un asesor jurídico. Estos, cumpliendo estrictas recomendaciones, cada vez que concertaban algún negocio, absorción o compra de empresas por el “grupo”, los contratos luego de aprobados por los vendedores, debían ser llevados por sus escribanos o representantes legales, al despacho del Presidente Aranjuez para su rúbrica.

De aquella forma, el temido “gallego”, solamente era conocido por unos pocos escribanos o abogados que simplemente hacían el mandado, para obtener su firma.

No pretendía rodearse de una aureola de misterio, simplemente quería permanecer en el casi anonimato, para no interferir con la nueva tarea, que sí consideraba, sumamente importante y en la cual era conocido por su segundo nombre y apellido materno.

Aquella doble personalidad, era más aparente que real, puesto que el fin que perseguía era el mismo, aunque en dos ámbitos distintos.

La decisión fue admitida por todos sus colaboradores y respetada sin el menor atisbo de dudas, haciéndose normal  referirse a su jefe por el nombre, que al caso correspondiere, sin dificultad, fluidamente.

 A la industria de la alimentación, siguieron otras y las empresas del Grupo Aranjuez, pasaron a liderar en rubros tan dispares como los polímeros, las confecciones de prendas de trabajo, raciones y sales para la pecuaria, semillas y varias más, hasta que las exigencias de fondos por parte de algunos rubros, hicieron necesaria la creación de un fondo de previsión, compuesto por un pequeño porcentaje de las utilidades de todas, para desembocar finalmente en una verdadera institución financiera, aunque dirigida únicamente al propio grupo.

Este fondo fue la primer plataforma de lanzamiento, del proyecto  que en adelante y en gran parte del mundo, sería conocido, por “Fundación Regino Guálado”.

Felizmente, el País había superado la dictadura, lentamente volvía la calma y nuevamente los partidos políticos volvían a cumplir con sus cometidos. Los primeros años del gobierno elegido por la ciudadanía, fue una mera administración de la crisis, pero en gran medida sirvió para pacificar y llevar las cosas a un cauce más normal. Sabiamente, primero el parlamento y después el pueblo, dictaminaron el fin de las rencillas y odios, decidiendo por ley primero y por voto popular después, que no se persiguieran por sus respectivas culpas, ni a subversivos ni a militares.

Recuperada la paz, pero no la economía, Uruguay seguía hundiéndose en la más tremenda crisis de su historia. Quizá en el segundo período democrático, hubieron atisbos de salida, se potenció la forestación, mediante beneficios fiscales, se bajaron varios impuestos a la agropecuaria, se intentó atraer inversiones productivas, pero el poder de compra del pueblo seguía en permanente caída, llegando en el período siguiente, a la pérdida de alrededor de doscientos mil puestos de trabajo, que sumieron al más bajo nivel de pobreza a  una enorme porción de uruguayos.

Seguía primando en los objetivos de los gobernantes, la plaza financiera, y cuanta asistencia financiera externa, llámese Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Mundial o Fondo Monetario Internacional, iba a parar al “fortalecimiento del sistema financiero”, ergo: cubrir pérdidas de bancos fundidos con banqueros inmensamente ricos, que desde el exterior, seguían moviendo muchos hilos, que les aseguraban seguir medrando con su detestable oficio, aunque quedaran los ahorristas uruguayos sin sus ahorros.

Los préstamos externos, traían de la mano compromisos detestables, que gobiernos sumisos a la obligaciones que les imponían, los dueños del dinero en el norte, no reparaban en consecuencias, para suscribir sus “cartas de intención”, verdaderas hipotecas que pesarán sobre el país, quizá por decenas de años, acrecentando la miseria en que cada día, se sumían más familias.

Las soluciones, no vendrían por sistemas económicos caducos, sustentados por una elite gobernante desconocedora del país real, por lo que los empresarios debían realizar el enorme esfuerzo de revertir una distribución de riqueza, que los gobernantes no demostraron la capacidad suficiente para encararla.

Sobre esa base y pensamiento, cimentó su acción el mentor de aquel emprendimiento. Su pequeña empresa, fue creciendo en base a un sostenido retorno, en creación de puestos de trabajo auténticos, en actividades realmente productivas, cambiando economías totalmente deterioradas por empresas florecientes y trocando la desesperanza de miles de familias, en pujantes grupos de producción.

Si los gobiernos, no alcanzaban a ver las verdades reales de sus países, o no eran capaces de encontrar las asociaciones convenientes, o estaban limitados por los compromisos adquiridos con el norte rico, para mejorar las condiciones de vida  de su gente, era hora, de que, quienes sustentaban los capitales autóctonos, dieran el envión inicial, propiciando las asociaciones con los empresarios de los países en iguales condiciones, para poner en marcha, el verdadero motor del progreso, del mundo subdesarrollado.

Los países sureños, producen alimentos, minerales, petróleo y tienen los principales reservorios de agua dulce incontaminada del mundo, pero no pueden disponer el valor de los mismos. La fuerza económica del norte y su indudable mentalidad colonizadora, sigue siendo el freno que impide el progreso del sur.

Quiera  Dios, Alá, Brahama, Buda, Yahvé, o como se le llame en los más recónditos rincones de África, Sudamérica, Asía u Oceanía, que todos sus creyentes comprendan que en esta lucha, no cuentan las religiones, ni las razas, ni el lugar por escondido o pobre que sea. Es la lucha por la vida de millones de seres explotados. Comprendan que algunas de las comunes y grandes realidades enseñadas por sus dioses, son la igualdad, la solidaridad y la humildad. Bases que permitirán la unión de todos los seres, sin perturbar su credo religioso.

VIII

De aquella forma, sobre aquellas bases, desbrozando los primeros caminos, había comenzado a moverse lentamente el engranaje.

Al concienzudo estudio de la realidad mundial, encarado por el primer grupo multidisciplinario, siguieron la búsqueda de los contactos adecuados en los distintos lugares del mundo afectado. Buscar los medios idóneos para despertar un interés real y comprometido, en tan dispares lugares, con tan distintas costumbres, religiones y razas.

Los embajadores de la Fundación Regino Guálado, empezaron su peregrinaje por lugares lejanos, exóticos, o cercanos y afines a nuestras costumbres. Se emplearon todos los recursos necesarios y partía hacia cada destino, la persona más idónea, por sus conocimientos, por su profesión, por su carisma, que pudieran concordar más con la idiosincrasia de cada pueblo.

La red, lenta pero en forma inexorable, continuaba, se expandía, se introducía en los más impensables lugares, en pequeñas islas del Pacífico sur, en las entrañas del África negra, en la ignota India, en la misteriosa Arabia, en la tórrida Libia, en los desiertos de Irán o en las selvas de Brasil.

Las respuestas, no fueron todas halagüeñas, pero siempre quedaron resquicios, propensos para el regreso. Eran negociaciones difíciles, pero cada embajador, buscaba la forma de por lo menos, dejar sembrada la semilla para esperar que germinara, sin dejar de abonarla regularmente, con alguna llamada telefónica, alguna visita, o alguna nueva embajada compuesta con algún “reclutado”, que pudiera ser más afín con la idiosincrasia de los renuentes.
























Capítulo VII

Cobre, sangre y muerte

I

El Ingeniero Javier Sorondo, fue llamado con urgencia a Chile, en virtud de la necesidad de su presencia, en la organización de la próxima conferencia del CIPEC, que al tener la presidencia temporal, su país debía hacerse cargo. Por ello no pudo acompañar a Wilson Rodas, en las visitas programadas a otras mineras de Zambia.

Abordaron el tren, juntos, desandando el camino que les llevara hasta Kitwe, para separarse en Luanshya, desde donde Javier continuaría solo, hacia Lusaka, para  tomar su vuelo de regreso a Santiago.

En la ciudad de Luanshya, Wilson contrató un coche todo terreno con su chofer, que también haría de guía, para emprender un corto viaje, por la más densa selva, por un camino de balasto en pésimo estado, para luego de casi tres horas tremendamente agotadoras, arribar a la entrada de una factoría minera.

La seguridad desplegada, tanto en el gran portón de entrada como en el perímetro alambrado y electrificado, se veían exageradas, teniendo en cuenta, que el camino de balasto era la única forma de acceder a la mina, rodeada por la más impenetrable selva, al extremo de hacer pensar que más que la entrada, se vigilaba la salida.

Luego de trasponer la entrada, detuvieron el vehículo en la polvorienta explanada de estacionamiento, donde un funcionario de la factoría, ya avisado de la visita, los aguardaba para conducirlos al edificio que ocupaban las oficinas y sala de juntas. El chofer y guía, permaneció en una pequeña salita, apagando la sed con una burbujeante soda.

II

El ingeniero William Kimbú, que se presentara como Gerente de la factoría, recibió en su ostentoso despacho, a su colega chileno. El fresco del aire acondicionado, contrastaba con el agobiante calor del exterior, siendo placentera la estadía.

La visita había sido solicitada, expresando el interés del empresario chileno, por conocer algunas minas de Zambia, con la intención de intercambiar informaciones técnicas sobre extracción, producción y tecnología empleada, por lo que su mayor parte, se desarrollaría fuera del ambiente climatizado y dentro de los túneles.

Un amable intercambio de informaciones básicas, con el Ingeniero Kimbú, no aportó nada a Wilson, pero allanaron el camino para que a poco, acompañado por otro funcionario, del que nunca pudo enterarse cabalmente de su nombre, partiera en el pequeño vagón, rumbo al interior de la mina.

III

El larguísimo túnel estaba pésimamente iluminado y al costado de los rieles se veían cada tanto, montones de distintos materiales, partes de equipamiento en desuso, corroídos por el óxido, tablones apolillados y chatarra de todo tipo. Se veía lúgubre y en algunas partes de los rincones sumidos en la penumbra se percibían montones de desperdicios, donde pululaban los roedores y hedía la podredumbre.

Después de varios minutos de recorrer el túnel de acceso, desembocaron en una galería, donde se veía algo de actividad. Obreros con uniformes desgastados por años de uso, con la única protección de sus cascos de mineros y algunos con antiparras, trajinaban entre un par de palas que cargaban una fila de vagonetas que lentamente se desplazaban hacia una salida. Tras unos minutos para tomar una serie de desvíos, nuevamente siguieron el viaje a lo más profundo de las minas.

Hacía casi media hora que se internaban lentamente, por aquella semioscuridad, escuchando únicamente el traqueteo del vagón cuando cada pocos metros, pasaba por la unión de los rieles. La magra iluminación la daban unas polvorientas bombillas, colocadas cada treinta o cuarenta metros, que no conseguían desplazar la negrura en infinidad de recodos, dando la sensación de descuido o abandono. Finalmente desembocaron en una oquedad de aproximadamente unos cincuenta o sesenta metros de diámetro, donde se desplegaba gran actividad.

De las bocas de los elevadores, las palas se movían sin cesar, mientras obreros semidesnudos se afanaban con picos y palas recogiendo materiales que las máquinas no conseguían atrapar, para ir formando pilas en los lugares más accesibles. Las destartaladas vagonetas, al desplazarse producían un ruido infernal, que a oídos poco acostumbrados, causaban un verdadero tormento. Con aquella barahúnda, era impensable trabajar sin protectores auriculares, sin embargo los obreros solamente lucían unos pantalones cortos de dril, el casco y unos botines de cuero amarillo, con el torso y piernas descubiertas.

Luego que el guía de Wilson, cambiara algunas palabras por su interfono con un capataz, abordaron un ascensor de puertas enrejadas, para descender varios niveles de galerías y llegar finalmente a la más profunda.

Un entendido, como realmente lo era el visitante chileno, con una simple mirada, se percató de la fabulosa riqueza de aquella mena. En algunas paredes, se podían ver decenas de metros de mineral casi puro, en otras las enormes vetas de enargita, más allá un grupo de obreros emprendían con sus picas contra una pared donde se evidenciaba la presencia de cobre combinado con bismuto y plomo, en otro extremo una vieja y traqueteante perforadora con la enorme broca, despanzurraba una muralla en la que además de bismuto se vislumbraba la presencia de oro.

Pero aquella enorme riqueza no se adecuaba, a la casi primitiva explotación aplicada. En los finales del siglo veinte, para un minero de verdad como era Wilson Rodas, resultaba un verdadero contrasentido, lo que en aquel momento sus azorados ojos observaban.

Los harapientos obreros, con largas picas de acero, competían con las máquinas obsoletas, para arrancar del seno de la tierra, una inmensa riqueza en distintos minerales de incalculable valor. Sus combadas espaldas, se veían flanqueadas por los flacos omóplatos, que parecían pugnar por escaparse de la  cetrina piel. Aquí y allá, se escuchaba la bronca tos de los pobres tísicos, para terminar con un ruidoso esputo sanguinolento, de sus pulmones lesionados irremediablemente. Solamente los capataces y algunos pocos operarios, lucían elementos de protección. La mayoría, de rostros enjutos y mirada apagada, aparentaban ni siquiera estar en condiciones de soportar el peso del casco, o simplemente ya ni les importaba su magra seguridad.

Era una cueva de horror, donde según Wilson pudo averiguar, diariamente se desploman algunos trabajadores para no volver más. Hombres con apenas veinte años, parecían ancianos. Niños que nunca fueron niños, jóvenes que nunca fueron jóvenes y que nunca llegarían a la senectud, en una montonera informe, con cansinos movimientos, levantaban sus picas para ir horadando la dura roca, en busca de la riqueza ajena y de su propio fin.

Bajo el polvo gris, todo era gris, el zambiano de las minas, había perdido su brillante piel negro azulada, para deslucir el triste color tierra. Su ensortijado pelo azabache, herencia de sus ancestros bantúes, era un nido de cascajos, aquellos brillantes ojos de los lunda y los lozi, se apagaron cegados por el polvo. La mirada lánguida y triste, no expresaba más que desesperanza, dolor profundo, a veces desesperación.

En aquel todo gris, hasta el brillo del cobre se veía apagado, destacando solamente el rojo con ribete blanco, que cruzaba de lado a lado y en diagonales, el fondo azul de la bandera de la lejana patria de los dueños, que lucían algunas cajas apiladas en un rincón o en algún lado de las máquinas del mismo origen.

Con el ánimo deprimido, por el triste espectáculo, concluyó la visita del minero chileno, a aquel antro. Aquella horrible visión no lo abandonaría, pero sería un acicate más, para dar todo su respaldo al proyecto Guálado.

IV

Durante el regreso a Luanshya, le fue imposible obviar algunos comentarios a su chofer, quien simplemente dijo: -Mire ingeniero, de las minas de estos ingleses, no hay día que no saquen alguna tabla con un minero con los pies hacia delante, para enterrarlo en la jungla.

Aquella aseveración, cortó de un solo tajo, las ganas de hablar y Wilson se sumió en el silencio, hasta la puerta del hotel en que se hospedaría, rompiéndolo solo, para concertar el horario de salida en la mañana siguiente.

Luego de un reparador baño, el almuerzo, en el fresco ambiente del comedor, le apartó un poco de la avalancha de negros pensamientos, en que se había sumido por la visita de aquella mañana. También tuvo la buena fortuna de encontrarse con un pequeño grupo de turistas españoles, que disfrutaban de una excursión por aquellos parajes, que amenizaron la comida, con sus encendidos relatos, sus canciones flamencas y la chispeante alegría, dándole la oportunidad de conversar sobre diversos temas, totalmente alejados de minas, explotaciones y miserias.

Por la tarde, recorrería algo de la pequeña ciudad y trataría de descansar, para a la mañana siguiente, proseguir con la visita programada a otras dos minas, una explotada por una compañía local y la otra por los antiguos colonizadores.


V

El pequeño centro comercial de Luanshya, que ocupaba unas seis u ocho calles, era la única zona que contaba con un pavimento transitable. El hotel, ocupaba uno de los pocos edificios de cinco o seis pisos de la ciudad y se encontraba en la periferia oeste del centro. Desde sus balcones se veían serpentear por la sabana, las azules aguas del río Kafue. Era una vista magnífica, por sobre los techos de la ciudad chata, fluía a la distancia el verde intenso de las selvas vírgenes, allende el río, que por aquellos momentos el grupo de españoles debía estar recorriendo en su blanco minibús.

Wilson, por la angosta acera, iba deteniéndose frente a los escaparates, para echar una distraída mirada a su contenido. Las tiendas de ropas lucían el colorido de las prendas bantú, características por la amplitud que brinda comodidad y frescor, zapatos con grifas de Taiwán e Inglaterra, entremezclado todo con relojes digitales japoneses, remeras de Malasia, collares de cuentas multicolores, receptores de radio coreanas e infinidad de productos dispares y algunos estrafalarios como los juguetes de los héroes de la televisión japonesa.

Un supermercado, exhibía conservas de pescado de Perú, quesos holandeses, champiñones belgas, pelotas de fútbol inglesas, cerveza alemana, fideos italianos, duraznos en almíbar griegos, caldos deshidratados suizos, naranjas en bolsitas de tres unidades, con las iniciales EE.UU., manzanas chilenas y otras más que conformaban un muestrario casi mundial, pasando casi desapercibidas las pocas que lucían alguna marca local.

Alejándose de aquel minúsculo centro, desaparecieron los edificios de varios pisos para dar paso a edificios chatos con frentes deslucidos, pero pulcros, hasta que después de un recodo de la callejuela, entre un mar de gentes, se encontró inmerso en la más pintoresca feria, en un amplio espacio a cielo abierto, donde se ofrecían a viva voz, cerdos, pollos, verduras, frutas, conservas, plantas aromáticas, flores y los más variados productos de los granjeros que sin intermediarios, colocaban sus pequeñas mesas con las rústicas balanzas, para poder comercializarlos, ya que no tenían cabida en los supermercados que se abastecen de la importación.

Era evidente que aquellos productos tenían buena calidad, aunque no, buena presentación. En un mismo cesto de duraznos, se entremezclan pequeños y grandes, o naranjas doradas impecables con otras que denotan el estrago del chancro cítrico, remolachas rojas con otras renegridas por la tierra, patatas rosadas y blancas, en fin, una gran muestra de la producción local, que adolecía de los más elementales cuidados sanitarios.

Los lechones, patos, pollos y conejos, en una mezcolanza incomparable, se cruzaban entre las piernas de los paseantes, formando un brutal alboroto con sus chillidos y cacareos, salpicando barro e inmundicia hacia todos lados. Un  lechón chillando bajo el brazo de su nuevo dueño, se debatía como si supiera su cercano destino, mientras una mujer cargaba una ristra de pollos que entre aleteos pugnan por alzar la cabeza que casi se arrastraba por el lodo.

El espectáculo seguía. Sobre una enorme mesa de chapa, un matarife faenaba los cerdos y conejos, para ofrecer los distintos cortes, que chorreantes de sangre, esparcía ante sus clientes.

Más adelante, un artesano con su habilidad inigualable, transformaba manojos de juncos en elaborados cestos, bancos y mesas. Una campesina, en una enorme marmita sobre un fogón, guisaba una elaborada comida típica, que ofrecía a los viandantes en pequeñas cazuelas de barro, de las que despedían un aroma fuerte a condimentos.

Casi promediaba la tarde cuando Wilson llegó al final de la feria, para desembocar en una calle sin trazas de pavimento, donde las chatas casas cedían espacio a las chozas de techos cónicos de paja y paredes azotadas con barro, donde pululaban niños semidesnudos, que jugaban entre perros y desperdicios. Después la jungla.

Tomando otras calles, para evitar un nuevo pasaje por el alboroto de la feria, emprendió el regreso al hotel. Al desviarse, se internó por un barrio de casitas pequeñas, pero de impecable pulcritud, luciendo primorosos jardines en sus frentes, en los que destacaban el colorido de las flores y el verde esmeralda del césped.

El silencio y la hermosa vista, que contrastaban con la cercana feria, invitaban a continuar la recorrida y a paso lento disfrutar de aquel verdadero oasis ciudadano. Las últimas casitas se enfrentaban con un cuidado parque natural, con mesas y bancos de hormigón, que invitaban a disfrutar la fresca sombra de los árboles y la vista del río, que a pocos metros mansamente se deslizaba entre los brezos y las matas de helechos, luciendo al fondo, el verde intenso de la sabana.

Luego de la extensa caminata recorriendo la ciudad, se imponía un buen chapuzón en la piscina del hotel, disfrutar alguna bebida helada, cenar y un reparador descanso, para a la mañana, internarse nuevamente por los caminos de la jungla, en busca de los destinos acordados.

VI

Puntualmente a la hora pactada, el automóvil aparcaba frente al hotel, para a los pocos minutos partir, dejando atrás la ciudad e internarse por un serpenteante sendero de balastro, que por momentos parecía ser devorado por la jungla. Se dirigían directamente al noreste hacia la frontera del “pedúnculo” que Zaire introduce de oeste a este, casi partiendo en dos el territorio de Zambia.

La jungla dio paso a una sabana achaparrada, hasta las estribaciones de las escarpadas colinas bajas, que extendían su silueta en el marco celeste del cielo mañanero.

Tras esperar el paso lento de una pequeña manada de elefantes, atravesando la senda, retomaron la marcha, para encontrarse con el cambio de paisaje. La carretera ascendía la colina, sorteando barrancos y despeñaderos en una interminable sucesión de curvas, que les llevaría directamente a una gran explanada, donde se encontraba la factoría, extendiendo sus construcciones al borde de una profunda grieta, por la que discurría el magro caudal de un arroyuelo.

Las instalaciones ocupaban una considerable extensión de terreno ganado al chaparral, que mostraba sus espinosas matas casi tocando las últimas paredes. Al igual que las demás minas, el acceso estaba custodiado, aunque el visitante no tuvo ninguna dificultad para superarlo, puesto que los guardias ya estaban avisados y prestamente franquearon la puerta.

La mina, era una enorme explotación a cielo abierto, puesto que la mena se encontraba a flor de tierra. Las máquinas traqueteaban lanzando al cielo las bocanadas de humo de gasoil, mientras los camiones iban y venían con sus cargas de materiales que descargaban en las tolvas de entrada.

La colina estaba horadada en una extensión de varios kilómetros presentando un manto gris pardo, sobre el que se cernía la nube de polvo levantada por máquinas y camiones. La calcopirita y la bornita, eran los principales componentes de aquella explotación, por lo que el proceso de refinación debía ser más riguroso, para separar las impurezas de sulfuros, hierro, silicatos y carbonatos que se apilaban como escoria, en espera de otros procesos para su aprovechamiento.

Copper Company Ltd., pertenecía a un grupo de empresarios del país, que procedían de varias generaciones de mineros, que continuaban explotando aquella heredad, con incontables dificultades por la imposibilidad de incorporar tecnología. El proceso de refinación del cobre era costoso y los insumos impedían una producción redituable.

Sin embargo, los obreros se veían muy distintos a los de la mina visitada en la víspera. Sus paisanos, los dueños de la compañía, sabían muy bien de los trabajos y penurias, para arrancarle el metal a la tierra, por lo que no escatimaban las medidas de seguridad. Los equipos eran completos y ningún trabajador olvidaba usarlos.

Cuando Wilson llegara a la factoría, solamente uno de los dueños lo esperaba, puesto que los otros dos, habían viajado a Lusaka.

Bob Morgan Jr., lucía camisa y pantalón blancos, de hilo, que resaltaban su piel saludable, brillante, negro azulada y una perfecta hilera de dientes blanquísimos iluminaban su sonrisa.

Había egresado de la Universidad de Lusaka, hacía apenas tres años e inmediatamente, había puesto su flamante título de geólogo, en un despacho de la factoría que aún su padre presidía, iniciando su carrera. Pero aquel despacho lo veía muy esporádicamente, puesto que más se le veía en algún camión junto al chofer, o en alguna máquina excavadora, o controlando todo el proceso de purificación del cobre, o muchas veces en el laboratorio analizando muestras de materiales extraídos.

Era bastante joven, pero las circunstancias que le tocaran vivir a solo cinco meses de su graduación, le obligaron a ponerse al frente de la mina.

En un trágico accidente ferroviario, había perdido a su padre y al único hermano varón. Toda la carga, que durante muchos años había llevado Bob Morgan, ahora descansaba en sus hombros y junto con los viejos socios de la familia, trataban de llevar adelante la explotación y junto a su madre la custodia y crianza de sus tres hermanas.

Era extremadamente simpático y todos sus empleados lo llamaban, con cariño, pero con profundo respeto: Junior, y siempre encontraban en él la mano extendida, dispuesto a prestar toda ayuda, generosamente.

Había conocido en su época de estudiante universitario, a su colega Stella Spencer y frecuentemente intercambiaban alguna llamada telefónica. Junior, no disimulaba la emoción que le causaba el recuerdo de los chispeantes ojos de Stella y como su corazón latía desbocado al escuchar su cadenciosa voz. En las ocasiones, que coincidieron en reuniones en Kitwe, Junior sintió la química que los unía, pero aún no había tenido el suficiente coraje para abordarla, aunque no perdían oportunidad de enfrascarse en largas charlas, alejados del bullicio. Habían cultivado una gran amistad, pero ambos sabían que poco a poco se transformaba en algo mucho más grande y sublime.

Stella se había encargado, en una larga conferencia telefónica, mantenida el mismo día que los chilenos partieran de Kitwe, de enterar a Junior de la misión que les había llevado a Zambia a Wilson Rodas y Javier Sorondo.

El camino estaba allanado de la mejor manera y Wilson, no tardó en percatarse del leve temblor de la voz de Junior, cada vez que nombraba a su colega de la Copperbelt’s Copper Company.

Antes de emprender la visita de las instalaciones de producción y extracción, el joven presidente de la Copper Company Ltd., invitó a Wilson a degustar un desayuno en el comedor de su factoría. Realmente fue muy bien recibido, en virtud de que la partida de Luanshya se produjo antes de estar habilitado el restaurante del hotel y el estómago se quejaba resentido.

El chofer de Wilson, compartió gustoso el desayuno, paladeando lentamente los sabrosos panecillos bien untados con distintas  mermeladas y mantequilla, algunas rebanadas de jamón ahumado y una buena taza de café con crema.

Recién, al abordar la camioneta de Junior, para recorrer las minas, fue cuando Wilson abordó el tema de su visita.

A poco de escuchar a su colega chileno, Junior sin el menor protocolo, como si se conocieran de años, sencilla y llanamente le dijo que Stella ya le había adelantado todo lo concerniente al proyecto Guálado, que en la víspera había recibido el dossier y que se había tomado gran parte de la noche para leerlo y analizarlo, concluyendo que él no podía quedar fuera de aquella cruzada y que su compañía ya se consideraba incluida y dispuesta a sumarse a la tarea en el lugar que fuera necesario.

También le anunció que viajaría a Chile, aceptando la invitación de Stella, que acompañaría a Phillips Stevenson, quien como asesor de su gobierno, integraría la delegación a la Conferencia del CIPEC. Al cabo de poco más de dos meses, se abrirían las deliberaciones y aquella podría ser una formidable oportunidad, para establecer nuevas conexiones para el desarrollo del proyecto.

Junior, en pocas horas, gracias a su platónico amor, se había convertido en un ferviente trabajador al servicio del Proyecto Guálado.

Luego de aquellas entusiastas manifestaciones, ya entraron a discutir temas concretos, concernientes al desarrollo de la idea del visionario uruguayo.

La visita a las minas les llevó por intrincados recovecos de la colina, hasta una profunda oquedad, donde la extracción se concentraba en un cráter de unos tres kilómetros de diámetro. Las gigantescas palas no paraban de cargar las columnas de camiones, que sin cesar un instante, sus rugientes motores los hacían subir por la larga y zigzagueante cuesta, hacia la planta procesadora.

Por la forma de explotación, a cielo abierto, la labor la desarrollaban las máquinas con un gran movimiento de tierra, debiendo pasar muchas toneladas de material por trituradoras y cedazos clasificadores, antes de ingresar a las tolvas de entradas al verdadero corazón del ingenio, donde se producían los distintos procesos de separación de los componentes y su purificación.

En la extracción, la empresa empleaba un bajo número de operarios, si se comparaba con los que dentro de los enormes edificios, se ocupaban en las distintas líneas de producción, en los laboratorios y en las oficinas. La diversidad de minerales resultantes de la extracción, requería cierta especialización a muchos operarios y técnicos, que debían atender los distintos procesos de aprovechamiento de sulfuros, carbonatos y calcio, como también hierro, plomo y bismuto. Por las características de la mena extraída, era muy importante la presencia de todos estos elementos, aunque la tecnología con que contaba la compañía, no les permitía un buen aprovechamiento y una gran parte de la escoria con su presencia, debía ser desechada como la roca común y ser usada para rellenos de extensas canteras agotadas.

 La falta de una buena tecnología, muchas veces era suplida por el ingenio y la capacidad técnica, de una plantilla de profesionales y personal técnico excelentes, aunque no era suficiente, para que el resultado, fuera de un aprovechamiento total, de los distintos minerales.

Las dificultades para importar equipos, sumamente costosos, sin una asistencia financiera acorde con las posibilidades reales de la empresa, que debía luchar con la competencia de las enormes multinacionales, que en definitiva fijaban los precios del mineral, resultaban insalvables y debía ir actualizando su equipamiento en forma muy lenta, estando siempre inmersa en un déficit permanente de tecnología.

Sin embargo, la Copper Company Ltd., al igual que otras compañías,  gestionadas por empresarios del país, destacaba la preocupación por la seguridad de sus operarios, las mejoras en las remuneraciones y planes sociales de avanzada, que eran impensables encontrar en las extranjeras. Aunque fueran éstas, las que obtenían los mejores dividendos, digitando los precios a su conveniencia.

Luego de la recorrida por las minas, Junior y su visitante, se reunieron en una pequeña sala de juntas, para mantener un muy extenso dialogo sobre posibles líneas de trabajo a seguir. La situación de Zambia no difería con lo que acontecía en la mayoría de los países africanos. El capital y el trabajo autóctono, pugnaban por salir adelante, encontrándose con el insalvable escollo de los subsidios con que gozaban las empresas extranjeras y la nula intervención en la fijación de precios, siendo además rehenes de decisiones tomadas a sus espaldas, por gobiernos totalmente comprometidos con las grandes potencias europeas y norteamericanas.

Las coincidencias eran múltiples entre ambos empresarios, encontrando algunas diferencias, debidas generalmente a las distintas idiosincrasias de sus respectivos pueblos. Por lo que la idea de Stella, transmitida por Junior, fue inmediatamente considerada de un valor extraordinario por el ejecutivo chileno. Era algo, quizá difícil de organizar, pero en caso de concretarse, el momento sería ideal.

Aprovechar la conferencia del CIPEC, para organizar una conferencia paralela, no gubernamental, con los empresarios de países subdesarrollados, que pudieran concurrir a Chile en esas fechas, para que en el caso, que la conferencia oficial no consiguiera resultados favorables, iniciar tratativas por la vía privada, tomando como base el proyecto Guálado.

La idea, considerada muy buena por ambos, debería organizarse urgentemente, aunque sería imprescindible, un contacto con la Fundación Guálado, para contar con su aval y poder de convocatoria.

Como Wilson tenía su última visita programada, para esa tarde, antes de tomar el tren de regreso a Lusaka, Junior encargaría a Stella aquella misión.

Dado el poco tiempo, con que contaba el empresario chileno, luego de un frugal almuerzo, se despidió de Junior, partiendo colina abajo, hacia su siguiente destino.

Tras recorrer un corto desvío, por el interior de la jungla, llegaron a una carretera de ripio muy bien conservada, por la que se dirigieron hacia el  sur, en búsqueda de la factoría de una compañía inglesa, cercana a una pequeña estación del trazado ferroviario, a unos ochenta o noventa kilómetros de Luanshya. Como estaba previsto no regresar al hotel, el equipaje de Wilson ya había sido despachado el día anterior, con aquel destino.

El buen pavimento, les permitió estar frente a los grandes portones, antes de la media tarde, con tiempo suficiente para recorrer las instalaciones y tomar contacto con las autoridades de la misma.

Se trataba de una mina, formada sobre una de las mayores menas de enargita, del “cinturón de cobre” de la provincia de Copperbelt. Sus galerías debían sobrepasar los cincuenta kilómetros y además de cobre contenían grandes vetas de plata y plomo.

Una breve entrevista con un agrio gerente, no significó nada más que la obtención oficial del permiso para realizar la visita, dirigida por un geólogo también ingles, de una locuacidad contrastante con la parquedad de su jefe.

La planta procesadora, no difería mucho de la visitada en la mañana de la víspera, salvo algunas instalaciones donde se procesaban las menas ricas en plata o plomo, por lo que su visita insumió poco más de media hora.

Abordaron un pequeño vagón, el geólogo, Wilson y su chofer, que se había incorporado al periplo por las entrañas de la tierra.

El túnel de servicio, contaba con instalaciones que permitían un traslado rápido. En algunos tramos paralelos y comunicados entre sí con uno de cargas, se veían traquetear las pesadas vagonetas destartaladas, que avanzaban hacia el exterior. La sordidez del túnel, que por largos tramos se sumía en una casi total oscuridad, en un ambiente cargado de vahos sulfurosos, por momentos irrespirable, superando infinidad de recodos, seguía internándose en las profundidades.

Entre el fragor de máquinas y obreros, desembocaron en un amplio semicírculo, conde se abrían varias bocas por las que las tolvas de mineral se alineaban cansinamente. Descendieron del vagón para abordar un ascensor de rejas, que los llevaría a los niveles más profundos de la extracción.

Tanto Wilson como su chofer, miraban azorados como trabajaban aquel ato de miserables harapientos. En aquel nivel no había máquinas, solamente obreros y vagonetas que empujaban a mano, hacia las bocas de las tolvas de los elevadores, para con un balanceo descargar el contenido. La rasposa respiración y la tos de los obreros se confundían con el golpe de sus picas y el chirrido de las ruedas.

A un lado de la angosta vía, unos obreros rodeaban a un compañero, que con dolorosos espasmos, yacía recostado a un montón de rocas. El sulfuroarceniato de cobre, había realizado un estrago irreparable en sus pulmones y el infeliz se debatía agotando sus alicaídas fuerzas. El tremendo espectáculo, enardeció de tal forma al chileno, que con duras palabras exigió al guía a intervenir, para hacer atender debidamente al enfermo. La situación no esperada por el geólogo ingles, le sorprendió de tal forma, que suspendiendo la visita, ordenó cargarlo inmediatamente en el elevador, para abordar el vagón y llevarlo a la enfermería.

La trunca visita a la mina, dejó el amargo sabor, de comprobar nuevamente, el triste espectáculo de aquella vil explotación.

El Gerente dedicó unos pocos minutos a tratar de explicar a Wilson, algo que realmente era inexplicable, para luego, abruptamente, dar por concluida la visita.

Apenas eran las siete de la tarde y el tren pasaría por la solitaria estación alrededor de las diez de la noche. Sin otra cosa que hacer y aceptando la compañía del chofer, que tan solidariamente se ofreciera, Wilson se instaló cómodamente en una hamaca que colgaba del cobertizo del andén, enfrascándose en una muy entretenida charla con su compañero de aventuras de los últimos dos días y el único operario que tanto se encargaba del equipo de comunicaciones, como de manejar el escaso movimiento de su estación.

Cuando ya había oscurecido, el ferroviario en unos pocos minutos picó en pequeños trozos unos embutidos, como longanizas, los cubrió con una salsa de mostaza y sobre una pequeña mesita, donde ya había colocado un pequeño cesto con trozos de pan, tres vasos, todos distintos, y una botella casi llena de bebida, obsequió a sus circunstanciales visitantes.

Verdaderamente las longanizas eran exquisitas, aunque la salsa parecía quemar, el pan muy bueno, con un suave sabor a sésamo y la bebida, indudablemente un muy buen wishky escocés.

Los tres reunidos, como viejos amigos, hicieron los honores al aperitivo, mientras el nivel del wishky bajaba sensiblemente. Resultó, según el comentario de aquel tan amigable anfitrión, que por la proximidad de la mina de los ingleses, muy a menudo recibía, en recompensa de favores habituales a sus vecinos, alguna botella como la que aquella noche degustaban.

La charla derivó, en el suceso de la tarde, en el fondo de la mina y el encargado de la estación confirmó, lo que ya el día anterior había dicho el chofer. Eran muy comunes los enterramientos de mineros en la jungla, de los cuales las autoridades nunca se daban por enterados.

Puntualmente, faltando quince minutos para las diez, el ferroviario encendió las señales de parada para el convoy, volviendo a su reunión social, comentando que a pesar de los normales atrasos del tren, el se había acostumbrado a cumplir estrictamente sus horarios y con la antelación debida encendía las luces. El atraso fue de más de media hora, aunque Wilson no sintió la espera.

Al abordar el tren, sintió que su misión había sido cumplida. Además de los fructíferos contactos con las empresas privadas de Zambia, volvía a Chile con un bagaje de experiencias incomparable.











Capítulo VIII

Cuando las fuerzas declinan

I

Pedro, apoyado en el poste del portón, miraba con nostalgia, el automóvil que se alejaba. No distinguía más la sonrisa de su hija, ni veía su mano agitándose en despedida, pero ya comenzaba a extrañar su presencia. Parecía pasarle lo mismo a Fumasa, que con las orejas gachas y los ojos melancólicos, se había echado al lado de su dueño.

Cuando solamente quedaba una leve nube de polvo en la lejanía, Pedro sacudió la cabeza, como para alejar las penas y seguido de su fiel perro, caminó algo más de una cuadra bordeando el camino, para volver luego hacia la puerta de su rancho.

Su nena, después de tantos meses en Montevideo, le había visitado y nuevamente estaba solo. Bueno, estaban Jesús y Fumasa, pero la alegría de la nena se había ido y el rancho parecía triste, apagado.

Al día siguiente, no tuvo ningún apuro, en salir hacia el humedal, a recoger sus nutrias. Tenía un largo día por delante.

Al promediar la mañana, el persistente dolor de sus rodillas, le anunciaba la cercanía de una tormenta. Efectivamente, desde el suroeste empezó a soplar el viento, arrastrando amenazadores nubarrones y haciendo silbar los juncales, que se aplastaban sobre el marjal. No sería la primer tormenta que lo sorprendiera en medio del estero, pero sintió el peso de un presagio. Aquella época, traía fuertes vendavales de lluvia, granizo y viento, arrasando muchas veces con casas, árboles y sembrados, levantando grandes marejadas que barrían la costa, sembrando desolación.

Su cosecha de nutrias y control de trampas estaban concluidos, por lo que apuró el paso del caballo, para llegar al rancho antes que el vendaval.

Apurado por el ulular del viento, desensilló y soltó el caballo, trancando el portón y las ventanas del galpón, donde apilaba las pieles y sus enseres de trabajo, corriendo hacia el rancho, para entrar y asegurar también todas las aberturas. Aquellas precauciones las tomaba por prevención, sabiendo de la fortaleza de su rancho, pero sabiendo también, de la furia del vendaval.

Las rachas de viento y lluvia, parecían aumentar por momentos, para luego amainar lentamente, aunque los negros nubarrones se cernían hacía la costa, haciendo desaparecer todo el paisaje, no dejando ver en el horizonte, la mole del edificio en construcción, ni la carretera, ni los caminos de continuo trajinar de obreros.

Pedro, estaba preocupado y después de pasado el vendaval, fue infinidad de veces hasta el portón, para mirar la carretera como en espera de alguien. No podía explicarse su congoja y no hacía otra cosa que ir y venir para un lado y otro, bajo la atenta mirada del fiel Fumasa.

II

Ya casi oscurecía, cuando vio acercarse una camioneta por la carretera y detenerse frente a su rancho. El corazón le dio un vuelco, porque aquel vehículo no era portador de buenas noticias. Jesús había sufrido un serio accidente en la obra, durante el vendaval. El desprendimiento, por la fuerza del viento, de un tramo de encofrado, precipitó sobre un grupo de operarios, una pila de gruesas barras de hierro y su hijo había tenido una fea fractura de la pierna derecha y aparentemente de varias costillas. En aquel momento estaba siendo atendido en la ciudad de Castillos, pero los médicos recomendaron llevarlo urgentemente a Montevideo.

Apenas se tomó el tiempo de cerrar el rancho y partieron raudamente hacia la ciudad. Llegaron a tiempo, Jesús estaba sobre la camilla que en aquel preciso instante subían a la ambulancia. Estaba sedado y la única molestia que sentía era la inmovilidad. Al ver a su padre, trató de tranquilizarlo diciéndole que ya había sido avisado el Ingeniero Pérez García, quien lo esperaría en el hospital, con Rosalía y que la empresa ya se había encargado de todas las gestiones en Montevideo, para su atención.

A pesar del buen talante de su hijo, Pedro no quedó nada tranquilo y durante el regreso al rancho, ni las palabras del chofer le animaron, ni despejaron su preocupación.

Fue una noche de insomnio y por la mañana no fue al estero a revisar las trampas.

Cuando ya promediaba la mañana, la misma camioneta que lo llevara hasta Castillos, se estacionó frente al portón. Al fin tendría noticias de su hijo. Casi corriendo fue al encuentro del chofer, que sonriente lo tranquilizaba. Habían recibido comunicación desde Montevideo, en la que les informaban que en la madrugada, Jesús había sido intervenido quirúrgicamente y ya estaba en sala de cuidados intermedios, recuperándose, aunque la cirugía había sido importante. También, que sobre el mediodía desde la casa del Ingeniero Pérez García, llamarían para ampliar la noticia y que si él quería, lo acompañara hasta la obra, para hablar con Rosalía.

Pedro no se hizo rogar y a los pocos minutos se dirigían hacia la camioneta para emprender el corto viaje. El camino que pasaba frente al rancho, desembocaba a poco más de un kilómetro, en la ruta número 9, por el extremo sur de la laguna Negra, desde el empalme por la ruta de excelente pavimento, tomando al oeste, a unos cuatro, se desviaban por un camino empedrado recién construido por donde llegaban hasta el obrador.

Llegaron temprano y Pedro en compañía de un capataz, que se desvivía por atenderlo y tranquilizarlo, se dedicó a recorrer las inmensas instalaciones, la mayoría en los trabajos finales. Nunca había pensado que en medio de aquel arenal, flanqueado por el océano y el estero, pudieran levantar aquellos gigantescos edificios. Y solamente al verlos en su inmensidad, cayó en cuenta, que aquel rincón resurgiría, aventando la pobreza.

A la una de la tarde recién pudo hablar con Rosalía. La llamada del ingeniero, primero fue atendida por el arquitecto principal de la obra, quien recibió una serie de indicaciones para transmitirle al padre de Jesús, que esperaba ansioso los resultados y poder escuchar la voz de su hija. Con el tubo del teléfono en la mano, al escucharla, no pudo frenar el lagrimón que se le escapaba y se le atragantó un nudo en la garganta que le quebró la voz. Al otro lado, lejos, Rosalía presintiendo el duro momento, le dijo que hacía poco más de una hora que había visitado a Jesús y que se encontraba bien. Que los médicos le informaron, que en pocos días, podrían darle el alta y regresar a Rocha, aunque recomendaban no apurarse. Fue una brevísima comunicación, pero Pedro se sintió reconfortado.

Después de colgar el tubo, esperó las noticias que el ingeniero dispuso transmitirle. El arquitecto con toda franqueza, le dijo que según lo comunicado oficialmente por los médicos al ingeniero Lisandro, Jesús debería permanecer hospitalizado por lo menos quince días, que además de las múltiples fractura en su pierna, una costilla había sido fracturada y desplazada de tal forma que había estado a punto de perforar el bazo, por lo que debió operarse también, para extraer el hueso. En la pierna, hubo que ponerle un perno metálico y cuando sanara la operación y estuviera en condiciones de moverse, debería hacerlo, apoyándose en muletas, hasta que los huesos soldaran bien y se le pudiera quitar un aparato que se la mantenía rígida. Posteriormente debería someterse a fisioterapia para recuperar la movilidad y tonificar los músculos, tratamiento que le llevaría unos meses más.

Todos los tratamientos necesarios, serían cubiertos por el seguro de la empresa y no dejaría de percibir su salario, quedando en reserva su puesto, para cuando estuviera totalmente recuperado. También la empresa le abonaría un complemento mensual, sobre el salario, que aseguraría a Jesús una tranquila convalecencia.

Pedro no salía de su asombro y no atinaba a decir ninguna palabra, mirando incrédulo.

El capataz, que asistió a toda la entrevista, acompañó a Pedro hasta el comedor, donde lo invitó con un excelente almuerzo, aunque el pobre nutriero, no pudo probar más que unos pocos bocados, en silencio, azorado por los acontecimientos.

Luego del largo silencio, cuando Pedro aparentaba más tranquilidad, o por lo menos había asumido en la totalidad lo ocurrido, el capataz recién tomó la palabra, para comentarle la gran amistad que le unía a su hijo y cuanto lamentaba el accidente y sus consecuencias.

El nutriero, más tranquilo por el éxito de las intervenciones quirúrgicas, se explayó en una corta charla, con quien tan bien le había atendido, en los momentos traumáticos, que le había tocado vivir.

III

Pasaron dos semanas de diarias idas al obrador, algunas veces montando su caballo y otras aprovechando la buena disposición de la empresa que le enviaba un vehículo, para tener las noticias de primera mano, sobre la salud del hijo, aún internado en el Sanatorio del Banco de Seguros en Montevideo.

Tuvo oportunidad de hablar varias veces con Rosalía, cuando quien llamaba era el ingeniero Lisandro, que luego de pasarle las noticias, les facilitaba un breve intercambio de saludos, recomendaciones y cosas que siempre tenían para decirse.

Pedro, se había acostumbrado a las visitas diarias y el arquitecto que siempre atendía las comunicaciones con el ingeniero, había tomado gran simpatía por el rudo nutriero y no escatimaba tiempo, para escuchar las pequeñas aventuras, que diariamente le ocurrían en el marjal. Aquellos contactos, abrieron un mundo desconocido, para el arquitecto, que desde su egreso de la Universidad, había vivido metido entre moles de hormigón armado y mampostería. Muchas veces le decía a Pedro, que cualquier día, iría hasta su casa, para acompañarlo en una recorrida de trampas.  El nutriero, con una amplia sonrisa, le decía que lo esperaría con un caballo ensillado y encantado de su compañía.

Cuando al vigésimo día del accidente, recibió de boca de Rosalía, la noticia, de que Jesús en dos días saldría del sanatorio y en unos pocos más, viajaría a Rocha, no podía disimular la emoción y alegría.

IV

El hábil soldador, que manejaba con gran solvencia, las varillas de hierro y se sentía seguro en su trabajo, manipulando la soldadura y las alicates, muchas veces moviéndose en las alturas de la construcción, se encontraba prisionero, con la pierna dentro de aquella armazón, también de varillas, aunque de pulido cromo, que le habían colocado para mantener en su lugar los huesos rotos. Con grandes dificultades, para moverse con las muletas, luego de tantos días de internación, se le notaba ofuscado, por más que tratara de disimularlo y las imprecaciones irreprimibles a veces eran audibles y desesperaban al padre, que trataba de asistirlo permanentemente.

El herido se sentía por momentos, asediado por los cuidados y trataba de alejarse del rancho, en búsqueda de unos momentos tranquilos, o por lo menos de sentirse libre, para manifestar su rabia por la situación.

Fueron unos días duros, aunque tenía visitas diarias de sus compañeros, que a la salida de sus turnos, ya fuera en bicicleta o moto hacían los pocos kilómetros, para charlar un rato, antes de emprender el regreso a sus hogares.

Transcurrieron los meses de recuperación, de fisioterapia, pero Jesús ya no podría trabajar en todos los lugares, la movilidad de su pierna no se recuperó totalmente. Subir escaleras para moverse en las alturas, le estaría vedado. Ya se había reintegrado a su trabajo, pero la obra no requería de muchos soldadores, se cumplían las últimas terminaciones, revestimientos, pintura y algunas que otras obras exteriores de movimientos de tierra y jardinería.

La empresa constructora, estaba trasladando mucho personal a otras obras, lejos, Punta del Este, Montevideo. La mayoría no quedaría sin trabajo, pero se desligarían muchos lazos de amistad, surgidos en aquel año de convivencia entre el océano y el marjal.

La preocupación sorda, no manifestada, había anidado en el corazón del nutriero y su hijo, que por momentos esperaban la comunicación de la culminación de la obra y la desocupación.

Cuando Jesús fue convocado por el arquitecto, al nuevo y flamante despacho que había instalado en el amplio segundo piso, se sintió desplomar, porque  presentía, que en aquel momento se quedaría sin trabajo. Era conciente que su oficio ya no era necesario en aquel lugar.

Pero no era tan mala la noticia. Atendiendo a su sugerencia, Empresas Aranjuez, dueñas del flamante complejo industrial, le ofrecía dirigir un equipo de mantenimiento, que se ocuparía en el futuro de todas las instalaciones. Le ofrecían un muy buen sueldo y la posibilidad de elegir su equipo, en el que debería incluir, electricistas,  oficiales sanitarios, técnicos en refrigeración y aire acondicionado y otros obreros cualificados, dejando abierta la posibilidad de contratar, si así lo requería en algún momento, los operarios que necesitara.

Jesús no atinaba a articular una sola palabra, boquiabierto miraba al arquitecto, sin poder creer aquel golpe de suerte. Al no expresar ni aceptación ni rechazo y adivinando sus pensamientos, el arquitecto terminó diciendo, que tuviera en cuenta que la empresa no le ofrecía aquella oportunidad, por beneficencia, sino por la excelencia de operario que había demostrado ser, durante su desempeño en la obra.

El azoramiento, dio paso a una explosión de alegría, y casi gritando repitió varias veces su aceptación: -sí, sí, sí, acepto, acepto, gracias, gracias!!!

Para terminar, el arquitecto le pidió a Jesús, que le dijera a su padre que el día siguiente lo esperara con un caballo ensillado, para acompañarlo en la recorrida de trampas. Recalcando, que fuera un caballo manso, porque no se consideraba buen campero.

V

Pasaron los meses y Jesús frente a su excelente equipo, se afirmaba en su nueva labor, cosechando la aprobación de sus jefes.

El invierno, duro como nunca, había dejado su marca en Pedro. Las articulaciones de tobillos, rodillas y caderas le martirizaban constantemente. La artritis, se había transformado en artrosis y la hinchazón permanente, le dificultaba cada vez más el recorrido de sus trampas.

Ocultaba celosamente sus sufrimientos y no dejaba un solo día de internarse en el marjal, aunque la cosecha de pieles fuera cada día más magra. Sabía, que toda su vida de trabajos, no le darían derecho a una mísera jubilación, puesto que integraba los desclasados trabajadores independientes, sin protección social, que debería trabajar por su sustento hasta el último día, o depender de la ayuda ajena.

Indudablemente, su vida de sacrificios, había valido mucho, y lo sabía. La diaria recorrida del estero, había permitido criar a sus cuatro hijos, dentro de ciertas privaciones, pero imbuidos de un gran sentido de responsabilidad y solidaridad, con una gran contracción al trabajo y gran apego a sus raíces.

Cada tanto, recibía con alegría la visita del joven arquitecto, que apadrinara a Jesús en su relación con las Empresas Aranjuez, quien no perdía oportunidad, de internarse en el humedal, en su compañía, cultivando una muy sincera amistad.

En uno de aquellos periplos, el arquitecto notó ciertas dificultades en los movimientos de Pedro, principalmente cuando tenía que bajarse del caballo en medio del estero y sutilmente, consiguió la confesión del nutriero. Cómo los años transcurridos prácticamente dentro del agua y los fríos, habían instalado en sus articulaciones el permanente dolor, mostrándolas enrojecidas e hinchadas. La necesidad de trabajar, pero también la necesidad de mejorar su trabajo y darle algo de descanso a sus doloridos huesos.

Aquellas confesiones, no contenían nada más que lo estrictamente dicho, no perseguían ningún otro fin que compartir con aquel nuevo amigo, las peripecias de una vida entera, dedicada con esfuerzo a un trabajo, que en una época, cuando los años no pesaban tanto, daba muy buenos réditos, pero que actualmente, los magros resultados no se compadecían con el gran sacrificio.

La charla, derivando por distintos derroteros, llegó a la propuesta de dejar el estero y dedicar los esfuerzos a otras labores. ¿Pero cuáles? ¿Con sus más de sesenta años, quién lo emplearía?, ¿qué podría hacer, si no armar trampas y cazar nutrias?, no, no podía pretender dejar lo único que sabía hacer, menos aceptar sus imposibilidades y hacerse merecedor de la compasión, o aceptar caridad de nadie.

Con la misma sutileza, dejó el tema, derivando su charla sobre otros asuntos, que distendieron a Pedro, olvidándose del derrotero, que había tomado la conversación instantes antes.

El tema no fue abordado, hasta el momento en que desensillaban los caballos, en silencio, ensimismados, colocando ordenadamente todos los arreos sobre el caballete en el costado del galpón.

El arquitecto Carlos García, a pesar de su juventud, con menos de la mitad de años que Pedro, había conquistado su confianza y  habían establecido una corriente de amistad poco común, por la gran diferencia de edad y cultura. Eran dos hombres, que procedían de familias y ambientes totalmente dispares, pero con importantes coincidencias.

Carlos, hijo de un pintor, cuyas obras recorrieran galerías importantes, de varios países, había heredado su sensibilidad, que en lugar de plasmar en la tela, la plasmaba en sus creaciones arquitectónicas y en la más elevada fidelidad, hacia los amigos y familia. Pedro, desde sus primeros años entró en contacto con la poesía del estero, percibiendo la rima constante en las eclosiones de color y trinos, aprendiendo a admirar y querer las cosas simples y bellas, despertando una sensibilidad ruda y a la vez sosegada. Ambos cultivaron un enorme apego a su tierra, uno, cautivado por la belleza y ajetreo de la avenida Gorlero, la dorada arena y el bravío océano que rompía en la playa Brava, de Punta del Este, el otro, por la inmensa soledad y paz de los esteros de su Rocha natal. Ambos, fieles a sus terruños, no despreciaban, ni desmerecían, los demás orígenes, cercanos o alejados, sino que se sentían en una verdadera comunión con todo el mundo, considerándose oriundos de su pago chico, que sabían inserto en un solo universo.

Hasta se podía decir, respetando ciertas diferencias, que eran dos hombres iguales, con iguales pensamientos y deseos, que veían el transcurrir de la vida, bajo una misma lente.

El largo silencio, fue roto por Carlos, al colocar la última jerga sobre el caballete, mirando atentamente la trama de lana cruda, cual obra de arte recién descubierta, para sin preámbulos, con voz pausada, un poco ronca, emocionada, decirle a Pedro, que la mención de cambio de actividad, llevaba implícito, un ofrecimiento y que no era un mero dicho circunstancial, sino algo pensado muy seriamente, que se basaba, en el enorme caudal de hombría de bien que le reconocía y su incuestionable vocación de trabajador.

El nutriero, asombrado, no comprendió cabalmente, cual podría ser el destino que se le estaba proponiendo, por lo que, la interrogante de su mirada, fue de tal significación, que el arquitecto, después de sentarse con parsimonia, sobre un tronco de ceibo, le dijo, que su primo, el ingeniero Lisandro Pérez García y él, querían proponerle, para dentro de uno o dos meses, cuando iniciaran la segunda etapa de construcciones, en la planta fabril de Empresas Aranjuez, un cargo en la obra.

Una mueca de pesar y duda, contrajo los músculos de la cara tostada por años de intemperie, mientras alisaba mecánicamente, la pila de jergas, que descansaban en un extremo del caballete.

“-Arquitecto, usted sabe que yo lo aprecio como a mis propios hijos, no hace mucho tiempo que nos tratamos, pero usted conquistó ese aprecio, en menos de una semana, porque siempre fue leal y sincero, en aquellos momentos tremendos del accidente de Jesús y obró como únicamente obran los hombres buenos de corazón, los hombres que no tienen dobleces. Que ese aprecio se fue agrandando en el estero, cuando sosteníamos nuestras largas charlas, mientras recorríamos las trampas, como si nos conociéramos de toda la vida. Usted sabe que ya pasé los sesenta, que tengo algunas nanas y que no estoy preparado para la pala ni el pico, ni siquiera para usar una cuchara de albañil; que lo único que hice toda mi vida, fue cazar en el marjal y preparar de la mejor forma, las pieles de mis nutrias; que soy casi analfabeto, aunque me tengo fe para los números y finalmente nunca trabajé en nada referido a la construcción, por lo que no termino de entender, para que puedo ser útil en una obra. Usted sabe que yo nunca aceptaría caridad y menos de una persona como usted, que al haberme brindado su amistad y aceptado la mía, pudiera sentirse obligado de alguna manera. Sé, que no estoy equivocado con usted, sé que usted no es hombre de tomar por el camino fácil, por lo que sé también, que en este momento estoy desorientado, totalmente desorientado y quiero que me explique claramente, que es lo que piensa, que es lo que yo, estaría en condiciones de hacer, en la empresa.”

El arquitecto Carlos García, prorrumpió en una estentórea carcajada, un verdadero acceso de risa, como si hubiera escuchado el chiste más sabroso de toda su vida, para luego ante el asombro creciente del nutriero, decirle simplemente:

“-Hace rato que sé que es bueno, no, que es muy bueno, con los números, ¿cuántas veces lo vi contabilizar mentalmente las decenas de trampas desperdigadas por el marjal y nunca quedó una sola sin revisar? ¿Cuántas veces lo vi seleccionar pieles y clasificarlas por tamaños o por tonalidades o a veces por cosas que nunca pude comprender? ¿Cuántas veces lo vi desechar alguna piel porque presentaba un pequeñísimo, a veces casi invisible corte, que desmerecía su valor? Finalmente, dígame Pedro, ¿dónde está la diferencia entre contar trampas y contar varillas, o tablones, o grifos, o inodoros, o incluso hombres que trabajan?, ¿dónde la diferencia en clasificar pieles u otros materiales? ¿Cómo no reconocer, como el corte en una piel, una fisura en un inodoro lo inhabilita para el uso?, ¿cómo no distinguir, al igual que entre las pieles, si alguna pieza de loza sanitaria, o de revestimiento, tiene distinta tonalidad?”

“-Pedro, no le estamos ofreciendo caridad, usted no se ha equivocado conmigo. Simplemente le estamos ofreciendo un trabajo, que estamos seguros,  lo cumplirá cabal y eficientemente y le pido como amigo, que lo piense, que no se asuste por intentar un cambio. Sé que a los sesenta, deberíamos tomarnos un descanso, que indudablemente lo mereceremos, pero como usted mismo me lo ha dicho en más de una oportunidad, no tiene ninguna posibilidad de acceder a una jubilación, que para usted no existe la previsión social. Le estamos ofreciendo, hacerse cargo del contralor de nuestros depósitos de materiales. Piénselo como un cambio, que si usted trabajó toda la vida en solitario, tiene la capacidad suficiente para hacerlo formando parte de un equipo. Pedro, le estamos pidiendo que integre nuestro equipo. Anímese, intégrese a nosotros, le aseguro que no se arrepentirá. Pero no se apure en tomar su decisión, tenemos por lo menos un mes por delante y eso le da tiempo, incluso para conversarlo con sus hijos.”

Fue un diálogo sereno, maduro, sincero. Pedro, sí que lo pensaría y su respuesta no sería ligera, sino totalmente comprometida, como la amistad que les unía. Fue breve, pero profundo, removedor.

Mientras el arquitecto encendía el fuego, Pedro acomodó un par de tiras de asado y una rueda de chorizo sobre la parrilla y se puso a preparar el mojo, con ajo picado bien finito, orégano, sal, una pizca de tomillo, otra de romero, un chorro de aceite, para luego de macerarlo unos minutos, agregarle agua caliente y depositarlo sobre la mesa de hormigón a la sombra del viraró, que señoreaba el patio. Ambos, concentrados en su labor, parecían escuchar el silencio, ninguno esperaba que el otro lo rompiera, porque no era un silencio forzado, sino que simplemente en aquel momento no había nada para decir.

Cuando ya crepitaban sobre las brazas, las gotas de la grasa derretida del asado y el aire se inundaba con el exquisito aroma, Pedro regó la carne con el mojo, que ya había adquirido una tonalidad verde amarronada, mientras su amigo, servía dos copas de vino Tannat, color rubí.

Luego de deleitarse con el aroma y paladear lentamente un primer sorbo, los amigos, rompieron el silencio, para elogiar aquella maravilla uruguaya. La cepa Tannat, era exclusivamente cultivada en Uruguay y había recogido los mayores lauros para el país, en exigentes exposiciones y catas europeas, ocupando un primerísimo lugar, entre los más finos gourmet. En Uruguay, entre sus más fieles adictos, se alineaba el arquitecto Carlos García y cada vez que visitaba a su amigo Pedro Villanueva, no olvidaba llevar una botella para acompañar los exquisitos asados, con que terminaban las jornadas nutrieras.

No hablaron más del asunto, sobre el ofrecimiento de trabajo, no era necesario, cuando llegara el momento de hacerlo, ambos lo sabrían.

Almorzaron inmersos en la camaradería habitual, paladeando el excelente vino y disfrutando la tierna y exquisita carne asada, como del sin par chorizo, de la manufactura del vasco Alonso, al mejor estilo criollo, en las pequeñas tablas de lapacho rojo, a la sombra fresca del viraró.




















Capítulo IX

Antioquia, Medellín y un zorzal

I

La Fundación Regino Guálado, había dispuesto, que aquella misión a la ciudad de Medellín, fuera encargada al propio Regino, cuyos conocimientos sobre la provincia central colombiana, eran los más acabados entre todos los integrantes y colaboradores de la fundación. No en balde, había recorrido varias veces la carretera que une Medellín y Manizales, entre las imponentes montañas de la cordillera central andina. Más de una vez había asistido a la mundialmente famosa exposición de orquídeas en la Orquideorama del Jardín Botánico y le unía una fraterna amistad al Gobernador antioqueño. Aquellos antecedentes, le inhabilitaban cualquier negativa.

En la primavera del año anterior, accediendo a la invitación del Gobernador, Regino, su esposa Estefanía y su hija Ana Estefanía, habían asistido a la exposición de orquídeas, un evento que había adquirido renombre mundial por la variedad única, tanto en especies como en colorido. Para los floricultores más renombrados del mundo, era una cita de honor y ninguno quería perderse el espectáculo, por lo que en aquella exposición de una extrema especificidad, se encontraban expertos de todos los continentes y en el simposio, se discutían datos genéticos de las distintas variedades, fertilizantes, formas de cultivo, cuidados específicos, resaltando detalles que para los legos en al materia, eran totalmente desconocidos. No era una reunión frívola, sino fundamentalmente científica, que además tenía la virtud de exponer la máxima belleza natural.

Haciendo propicia la ocasión de la exposición, Regino había coordinado una reunión con su amigo Bernardino Cienfuegos, Gobernador de Antioquia, para explorar las posibilidades del lanzamiento de la Fundación en Colombia. Por lo que en esa oportunidad, Gustavo Cienfuegos, hijo único del Gobernador, sería el anfitrión de la señora e hija de Aranjuez.

Las damas, por primera vez visitarían, aquella eclosión de color y belleza, aunque no era su primera visita a Medellín. Hacía alrededor de cuatro años, que acompañaran a Regino en uno de sus frecuentes viajes a aquella ciudad.

Ana, era una bella adolescente que cursaba cuarto año de secundaria, inquieta, amante de la música moderna, que vivía para sus estudios, amigos y disfrute de su radiante juventud, apasionada por los viajes, no perdía oportunidad de acompañar a su padre en sus seguidos periplos por algunos países sudamericanos. Al conocer a Gustavo Cienfuegos, que ya incursionaba por su primer año de facultad, no encontró en él, más que un excelente amigo y mejor anfitrión, quién en pocos días le hizo recorrer cuanto rincón había en su ciudad y alrededores que mereciera ser conocido y admirado.

Si bien no habían tenido una nueva oportunidad de verse, mantenían una muy nutrida correspondencia electrónica. Sus mail, les mantenían en contacto permanente, estando ambos muy al tanto de la vida del otro, al extremo de conocer preferencias particularísimas, estado de estudios, amoríos y hasta momentos de alegría o tristeza vividos. A pesar de que el tiempo, hacía sus cambios, ellos mantenían los recuerdos intactos de cómo eran en su primera juventud.

Ambos jóvenes, fueron sorprendidos mutuamente, por esos cambios, en aquellos cortos cuatro años. La inquieta liceal, se había convertido en una bella mujer, de fuerte carácter, pero de una dulzura sin igual, su cabellera cobriza con reflejos color oro, enmarcaban el rostro tostado por el sol de las playas puntaesteñas, donde los profundos ojos parecían reflejar todo el azul del cielo antioqueño, alta, elegante, exquisitamente sensual, enfundada en un veraniego vestido color salmón, que resaltaba las leves curvas, no guardaba nada de la jovencita que asiduamente enviaba los mail a Medellín. Portadora de tanta belleza, no eran exagerados los relatos, que de los asedios, de sus compañeros de facultad, puntualmente relataba a su amigo colombiano.

Gustavo, seguía jovial y atento, pendiente de los más pequeños deseos de su amiga, aunque los años transcurridos habían afirmado su recia personalidad y el último, transcurrido entre las camas del hospital universitario, dando los pasos finales de su carrera de medicina, le había conferido aplomo para encarar los problemas y sensibilidad ante las miserias del mundo. Su tez de un fuerte color tostado, el cabello extremadamente negro y el atlético cuerpo de deportista nato, formaban un conjunto considerado casi, el prototipo del sex symbol, que las chicas están dispuestas a amar.

Fue un grato reencuentro y tendrían unos días para disfrutarlo, que los aprovecharían intensamente.

II

El Gobernador Cienfuegos, había invitado a la reunión que mantendría con Regino Guálado, a los ejecutivos de una compañía cafetera de Medellín, de una textil de Manizales y de una productora de alimentos de Villavicencio, capital del departamento del Meta en la Orinoquia Colombiana.

El fin primordial de la reunión, era informar a los empresarios líderes en sus respectivos rubros, de las metas que la Fundación Guálado se había trazado, tratando de evaluar las posibilidades de que el proyecto pudiera ser aceptado en Colombia.

Al ser una reunión exploratoria, el Gobernador había tratado de abarcar un amplio espectro de la producción, principalmente agrícola y manufacturera, dada la significación que representaban en la globalidad de la economía del país. A propósito, había omitido la minería, puesto que desde Chile se trabajaba en el tema y la industria petrolera, que se haría desde Venezuela, evitando de esa forma la superposición de esfuerzos y dándole más agilidad al tratamiento del proyecto, dirigiéndolo a un polo más específico.

Fue una conferencia complicada, incluso para su inicio. Programada para una hora, tuvo que suspenderse por un atraso en el vuelo, que llevaría a los manufactureros de Villavicencio. Más de tres horas, un furioso vendaval, tuvo detenidos todos los vuelos, en el aeropuerto de la capital del Meta. Único transporte para salir de Los Llanos Colombianos, un atraso de esa naturaleza, intrincaba de tal forma los controles de navegación del aeropuerto, que significaba un par de horas más, regularizar las salidas, por lo que en lugar de ser un almuerzo de trabajo se transformó en cena. Los demás empresarios agobiados por sus propias tareas, principalmente los de Manizales que no disponían de más de dos días para permanecer en Medellín, no fueron muy receptivos y la cena permitió tratar solamente algunos pocos detalles muy genéricos del proyecto.

Cuando el desánimo se apoderaba del Gobernador de Antioquia, la fuerza inspiradora de Regino, salvó el delicado trance, proponiendo que en virtud de los problemas avenidos en el viaje de los amigos de Villavicencio y el cansancio que dominaba a todos, dedicaran la cena para disfrutar la buena mesa y cultivar la amistad, proponiendo una reunión de trabajo para el día siguiente por la mañana, donde descansados y distendidos podrían abordar los temas de máxima importancia que les había reunido. Aquel giro, despertó las dotes de excelente anfitrión del Gobernador Cienfuegos, que al ver superado el difícil momento, se dedicó a agasajar a sus invitados.

Buena comida y buen vino mediante, al poco rato, la cena se convertía en la más divertida reunión, de incipientes amigos.

III

En una pequeña sala de conferencias de la Gobernación, a las nueve de la mañana empezaron a llegar los convocados. Los primeros en presentarse, fueron el Gobernador y Regino, e inmediatamente los Llaneros de Villavicencio.

Ramiro Soto, principal dueño de las enormes plantaciones de hortalizas y frutales de la Orinoquia, era el típico mestizo, mezcla de colono blanco e indígena guhaibo, de talla baja y musculoso, contextura recia, rostro curtido, cabellos negros y lacios, brillantes como el ébano; al igual que sus hermanos de los llanos venezolanos, abierto y simple, leal a su gente, solidario y siempre dispuesto a participar en todos los trabajos que se desarrollaban en su hacienda. Tenía la carga de la dirección de las plantaciones, mientras que su socio y amigo desde la infancia, José Pombo, indígena guhaibo puro, se encargaba de la factoría industrial.

Eran dos trabajadores, que en base al esfuerzo y la buena administración, contando con una plantilla de operarios y colaboradores de primer nivel, habían levantado un verdadero gigante de la industria alimentaria. Si bien su educación no había sido moldeada en las universidades, ambos tenían bien clara la mejor forma de hacer producir su hacienda y su factoría. Se habían rodeado de los mejores técnicos y profesionales del país. Éstos, compenetrados del pensamiento empresarial de sus principales, llevaban adelante los distintos emprendimientos con solvencia, contribuyendo en la construcción de la principal industria de la región.

Los siguientes en hacerse presentes en la sala de conferencias, fueron los industriales textiles de Manizales y casi enseguida los cafeteros de Medellín.

La delegación de Manizales, era la más numerosa y heterogénea. La componían, la presidenta de INTEXCO (Industria Textil Colombiana S.A.), Zahira Antunez, una respetable dama de cabellos color ceniza, pero que no aparentaba llegar a los cincuenta años; Rodrigo Caballero, joven indígena, ingeniero industrial; Macarena Cevallos, esbelta joven de larga cabellera rubia y permanente sonrisa, diseñadora textil; y finalmente, Olga Rivera, mujer de unos treinta años, cuyo rostro denotaba también la mezcla de razas, relacionista y encargada de marketing.

La delegación de Medellín, la componían Oscar Perciavale, presidente de CDC S.A. (Café de Colombia S.A.) y su esposa Orquídea Ramírez, ingeniera química. Por razones urgentes de trabajo, el tercer componente, que había asistido a la cena la noche anterior, no podría estar presente, por lo que todos los convocados se aprestaron para escuchar los motivos de la reunión.

Con una corta disertación, el Gobernador Cienfuegos, realizó un introito, exponiendo a grandes rasgos, los orígenes y fines de la Fundación Regino Guálado, recalcando la amistad y confianza que le unía a su mentor, para luego solicitar a éste, se explayara en el tema.

Regino, demostrando la confianza que tenía en los fines de la fundación y que un trabajo mancomunado de empresarios y operarios de los países subdesarrollados, ya que la pasividad oficial, o sus compromisos no permitían apuntalar el progreso, era la forma más idónea para desterrar la miseria del mundo, desarrolló el planteamiento, en forma concisa, pero incuestionable. No empleó más de cuarenta o cincuenta minutos para hacerlo y concluido requirió de los presentes las preguntas ampliatorias o que esclarecieran las dudas que pudieran tener.

Hubo un intenso intercambio de opiniones y preguntas, siendo un gran interrogante el tema hídrico, principalmente para los llaneros de Villavicencio, que dependían en gran forma de las reservas de la cuenta del río Orinoco.

Regino hizo una rápida recorrida por algunos de los pocos reservorios de agua dulce incontaminada que quedan en el mundo. Los primeros en citar fueron los formados por las cuencas orinoquia y amazónica, con sus grandes pantanales y la gran napa subterránea que abarca parte de Venezuela, Colombia y Brasil; el acuífero, también subterráneo, que va desde Río Grande del Sur, en Brasil, hasta Santa Fe, en Argentina, tomando varios nombres según la zona, tales como Guaraní, Raigón o Tacuarembó; en Siberia en el continente asiático; en Antártida, bajo varios kilómetros de hielo; y algunos otros de menor importancia. Con este brevísimo detalle, quedaba al descubierto, la insuficiencia hídrica que padecerá la tierra en pocos decenios, si no se tomaban medidas urgentes para eliminar la contaminación y racionalizar el uso de las reservas.

A esta altura, recordó que los principales cursos de agua y reservorios subterráneos de Europa, se han convertido en verdaderas cloacas, haciendo muy difícil la potabilización para el uso humano y que en América del Norte, quedan con cierta pureza, los reservorios de los grandes lagos en la frontera de Canadá y Estados Unidos, siendo actualmente casi obligatorio, en la mayoría de las ciudades de esos dos continentes, el consumo de agua embotellada, que debe sufrir un costoso proceso de extracción y envasado para asegurar su pureza.

Como colofón, deslizó el temor de que en un par de décadas, los países con reservas de aguas, pudieran ser asediados por los países ricos, para la entrega de estos recursos, como ha ocurrido con el petróleo, en los países árabes, tras la pantalla del combate al fundamentalismo y al terrorismo. Ya se encontrarán motivos aparentes, para justificar tales asedios.

En consecuencia, expresó su convencimiento de que además de un justo tratamiento en materia de precios, la eliminación de los subsidios y trabas aduaneras y el control de su producción por los propios países, el agua debe ser incluida en la plataforma de lucha y constituirla en bandera de la misma, exigiendo su buen uso y defendiéndola de la contaminación.

La primera en tomar la palabra fue la señora Orquídea Ramírez, para expresar el pensamiento similar, que recogieron entre los principales productores cafeteros de Colombia y Brasil, en materia de precios y subsidios, iniciando tratativas para constituir un cartel de productores de la región, coincidiendo con la idea de la conformación de una organización paralela a la oficial OMC, que liderada por los propios productores e industriales y sus operarios, impulsara un frente de lucha por los legítimos intereses, haciendo hincapié, en que los países subdesarrollados, son mal llamados pobres, trocando la realidad, puesto que son inmensamente ricos, aunque empobrecidos, por las pésimas condiciones de explotación, que nos imponen por distintos medios, los llamados ricos.

En un previo cambio de opiniones, con su esposo y demás ejecutivos de CDC, en oportunidad de recibir el dossier de la fundación, llegaron a conclusiones, que la animaban a adelantar el apoyo de su empresa y constituirse en un mojón de lucha.

Además quería, comunicar en forma oficial, que su empresa y otras, también de la industria cafetalera, ya habían iniciado gestiones con similares de Brasil, para constituir una asociación de productores y exportadores de café, con el fin de defender el precio justo de su producción y que en aquel preciso momento se estaba trabajando en varias regiones de ambos países, tratando de adherir la mayor cantidad de miembros, que aglutinarían aproximadamente un ochenta por ciento del producto exportable.

Una vez constituido el cartel, se abriría un período para la incorporación de nuevos signatarios, tratando de abarcar toda la región.

Por otra parte, inmediatamente recibidos la invitación a la conferencia y el dossier de la fundación, habían mantenido comunicaciones al respecto con la compañía brasileña, líder en la concreción del cartel, que interesada en el tema, había solicitado copia del informe Guálado, por lo que adelantaba su buena receptividad.

IV

Indudablemente la opinión de los industriales textiles, era esperada con sumo interés, en virtud de representar un sector que dependía en gran manera, de la importación de un alto porcentaje de sus insumos.

La relacionista Olga Rivera, conducía la disertación, aunque sus tres compañeros, intervenían a menudo, evidenciando la conformación de un equipo sumamente afinado en sus relaciones y conocimientos, con un elevado, aunque muy sutil, poder negociador.

El tratamiento de los insumos importados, fue un fuerte ingrediente y en definitiva decisorio, para la posición de la textil. Si bien Colombia produce una buena parte de las fibras, algunos de sus componentes deben ser importados y nunca tienen el costo definitivo, hasta que el material se encuentra en el país. Sin embargo en sus exportaciones, la mayoría a Estados Unidos, deben ajustarse a los precios fijados por el mercado comprador, en base a precios de referencia, que en su cálculo consideran trabas aduaneras en protección a los textiles locales de inferior calidad.

Esa dualidad de criterios de los países ricos, al considerar el valor de las producciones propias, mayores que las de los otros mercados, fue siempre el motivo de las infinitas luchas, que desde la Ronda Uruguay del GATT, llevan adelante, sin resultados visibles, distintos gobiernos del mundo, inmersos en el subdesarrollo. Esa fue la incesante y solitaria lucha de COTEXCO durante toda su vida industrial, por lo que veía de muy buen grado, el informe Guálado y habían resuelto sumarse a la cruzada.

La deleznable percepción que tienen los Estados Unidos de los sureños, principalmente de los países de América del Sur, para ellos los “sudacas”, es tan recalcitrante, al extremo de que conspicuos representantes del gobierno, no tienen ningún pudor para asegurar, por ejemplo, que Brasil en el año 2020 seguirá siendo subdesarrollado, demostrando un desprecio total por la capacidad de su gente y principalmente, del flamante Presidente “Lula”, que en los primeros días de su gobierno ha iniciado políticas sociales tendientes a minimizar la miseria en varios estados, principalmente los del paupérrimo nordeste.

Pero todos los países del sur, viven en el subdesarrollo, no por incapacidad o por pobreza, sino porque las políticas del norte imponen ese subdesarrollo, trocando la riqueza natural en pobreza crónica para altísimos porcentajes de sus poblaciones.

Olga Rivera, en su disertación, recorrió todos estos tópicos, para finalizar asegurando, que además de un frente externo para luchar por el respeto de nuestras producciones y sus precios justos, debería también formarse un frente interno, dirigido al desarrollo del conocimiento, el cultivo de la inteligencia de todos los habitantes, habilitándolos para sustituir el trabajo físico por el trabajo intelectual, un fuerte empuje a la investigación científica, al acceso a la información y fundamentalmente a la comunicación, vehículo fundamental para una correcta y coherente investigación descentralizada. La informatización y la información, deberán ser en los próximos años, el eje sobre el que girará todo el andamiaje científico, por ende, deben formarse técnicos capaces de utilizar estas tecnologías en todos los campos del saber y el hacer. La mayoría de los trabajos manuales, deberán ser transferidos a la robótica, obteniendo más tiempo para la capacitación del obrero actual, entrenándolo para ponerse en condiciones de atender, mejorar y crear los nuevos auxiliares informáticos.

Para acceder a la alta tecnología de la información, deberá sustituirse la importación de elementos impuestos por el consumismo, por la importación de ese conocimiento. Despertar la creatividad de nuestros científicos, dirigir la investigación hacia las mejoras productivas, preservando la principal riqueza aún incontaminada del planeta, sus tierras, con esos apenas veinte o treinta centímetros de humus, apto para producir alimentos suficientes, para toda la población, sus recursos hídricos y su aire.

La pasión contagiosa, de aquella aparentemente frágil mujer, de piel aceitunada y profundos ojos negros, enmarcados por el lacio cabello, herencia de sus ancestros indígenas, sellaba el ineluctable compromiso de su empresa, de ocupar el primer lugar de lucha, contando sin ninguna duda, con el apoyo general de sus directivos y de sus operarios.

V

Los llaneros de Villavicencio, habían escuchado hasta ese momento, las exposiciones del Gobernador y los otros empresarios, sin pronunciar una sola palabra. Habiendo dado por concluida la disertación de los ejecutivos textiles, les tocaba el turno, para emitir sus opiniones.

La voz profunda y el hablar lento de José Pombo, atrajo la atención inmediata de todos los contertulios. En principio describió, la organización y forma de trabajo de las plantaciones y de la fábrica; de los productos cosechados e industrializados; de la capacidad potencial para atender el mercado externo y de las hasta ahora, insalvables dificultades de transporte hacia los puertos, que permitieran encarar una exportación de envergadura. El departamento del Meta, tiene como única salida, el aeropuerto de Villavicencio, por lo que el aislamiento es casi total, puesto que las pésimas carreteras o sendas son utilizables solamente en las estaciones secas y no soportarían un tráfico de camiones porta-contenedores, por lo que para aspirar a la venta de sus productos en el exterior, primero deben adecuarse las salidas. En la actualidad, sus productos se comercializan en Bogotá, Villavicencio y otras poblaciones de la región, para consumo local.

Nunca descartaron la exportación, puesto que tienen suficiente capacidad productiva e industrial para encararla, pero la situación geográfica, no les favorece.

La filosofía aplicada por sus empresas, se ajusta al perfil requerido para sumarse, como un integrante más, a los fines de la Fundación Guálado, reconociendo que su aislamiento actual, los inhibe de una participación acorde con sus propios deseos, aunque estarán a disposición, sintiéndose sumamente satisfechos y honrados, por haberles tenido en cuenta e invitarlos a asistir a la presente instancia.

A esto, el promotor del proyecto, historió brevemente los orígenes de las Empresas Aranjuez y como, con el esfuerzo de todos sus integrantes, tanto ejecutivos como operarios de los más diversos sectores, construyeron el conglomerado, con intereses en varias partes del mundo, abriendo una vidriera en lugares remotos, donde pueden comercializarse, tanto productos uruguayos como de otros países subdesarrollados, evidenciando que los productos de los llanos colombianos, pueden sumarse a la oferta uruguaya. Solamente deben coordinar los envíos desde el aeropuerto de Villavicencio o explorar la posibilidad, en caso de encontrar conveniencia económica, de utilizar el puerto franco de Maracaibo en Venezuela.

Todos los reunidos, consideraron un buen paso, el dado aquella mañana y cifraron sus más caras esperanzas, en el futuro unido de todos los pueblos del olvidado sur.

El Gobernador de Antioquia, terminó la reunión con un breve discurso,  invitando a sus visitantes, a sellar con un brindis, el compromiso adquirido. El lugar elegido para tal propósito, era un reducto constituido en honor, a un hijo dilecto de Uruguay y la cita quedó fijada para las veinte horas.

VI

 La “Taberna del Zorzal”, ocupaba una casona colonial, de la acera norte de una callejuela estrecha y pintoresca, con pavimento de adoquines, bordeada por añejos portales y ventanas enmarcadas por columnatas y alfeizares de piedra, que celosamente conservaban sus artesonados mudéjares, hornacinas y cornisas, sus columnas y ornamentos barrocos con exquisitos alardes decorativos. Construcciones recias, de dos plantas, con miradores y barandales de nobles maderas, denotaban orígenes nobles, de la época de la colonia.

El portal de doble arco, daba acceso a un ambiente totalmente distinto a la época de la colonia. Las pesadas puertas, abiertas de par en par, custodiaban con su señorial estilo, la sala cuadrangular, espaciosa, con cómodos sillones, que hacía de recibidor de la “taberna”. Un solícito maître, les invitó a pasar al salón principal, donde una amplia mesa, exquisitamente dispuesta para la ocasión, les esperaba.

En la pared principal del salón, como dando la bienvenida al comensal, la amplia sonrisa de Carlos Gardel, en la más famosa fotografía de José María Silva, ampliada, al extremo de ocupar un enorme panel iluminado, presidía aquel reducto, erigido en homenaje al “Zorzal Criollo”, el inigualable “Tacuaremboense Inmortal”, el más famoso cantor de tangos de todos los tiempos.

A ambos lados, se podían contar decenas de facsímiles de documentos, reportajes, más fotos y cantidad de testimonios, constituyendo un verdadero museo, en el que se abarcaba toda la vida del cantor uruguayo. Sus pasiones, sus amores, su caballo “Lunático”, partituras, canciones y siempre la mención de su Tacuarembó. En una biblioteca, se podían encontrar todos los libros, estudios e investigaciones, que sobre su vida y obra, escribieran Erasmo Silva Cabrera “Avlis”, el Arq. Nelson Bayardo, el Dr. Eduardo Payssé González, la Socióloga Selva Ortiz, la Prof. Susana Cabrera, el Prof. Enrique López Saracini, el periodista Milton Stelardo y más, mucho más, constituyendo un riquísimo acervo gardeliano.

La música ambiental, era lógicamente, la mejor selección de temas del “Mago”, que inundaba todo el recinto, llevado por el excelente equipo de audio, que sin estridencias, limpiamente, llegaba a todos los rincones, como en la más sofisticada sala de conciertos, con un volumen que si bien permitía gustar la buena música, no era impedimento para hablar naturalmente. Parecía que hasta la numerosa concurrencia, hablaba quedamente, constituyendo un ambiente de solemne paz, donde se podría degustar, apreciando las bondades, de los exquisitos platos.

El lugar, ambientado de tal forma, no permitía eludir un tema que apasiona tanto a colombianos, principalmente los antioqueños, y fundamentalmente los habitantes de Medellín, como a uruguayos.

Medellín fue testigo, aquel aciago 24 de junio de 1935, cuando el F-31, que en su interior llevaba a Gardel y su comitiva, se estrellara contra el “Manizales”, tratando de despegar del aeropuerto, segando su vida.

Gran parte de la reunión, se dedicó al recuerdo de un sinfín de acontecimientos, que jalonaran la vida del cantor y como lentamente, gracias a excelsos investigadores, fueron saliendo a la luz, descorriendo el velo de las  intrigas y falsedades, que construyeran el grupo liderado por Armando Delfino, con el fin de hacerse de la fortuna y derechos autorales del cantor.

A la cena habían sido invitados además, la esposa e hija de Regino Guálado y el hijo del Gobernador antioqueño. Los jóvenes, más interesados en aprovechar la pequeña pista, luego de tomar un breve aperitivo, se dedicaron a gozar del baile de buenos tangos y milongas y embriagados en el embrujo del “Mago”, musitarse sus primeras palabras de amor. De la manera más natural, como un amor anunciado por infinidad de momentos vividos íntimamente, por dos jóvenes con idénticos gustos, en su exultante pasión juvenil, en la profundidad de sus miradas encontraron la comunión de sus almas y de sus  corazones, para que la eclosión surgiera.

Cuando, luego de varios bailes, regresaron a la mesa, tomados de la mano, con la mirada luminosa y alegre, no fueron necesarias las palabras, para que los padres de ambos, adivinaran lo sucedido y con sus propias sonrisas, dieran su muda aprobación.

La buena mesa, la excelente ambientación y la amable tertulia, hicieron transcurrir las horas rápidamente. Finalmente el brindis por los resultados de la reunión del día anterior, fue jalonado por el lugar de comunes recuerdos y pasiones y el naciente amor, haciendo más emotivo el momento.



































Capítulo X

Los primeros pasos de un líder

I

El fluir de los recuerdos, en aparente desorden, transcurría dando verdaderos saltos en el tiempo, mezclando hechos recientes, con otros ocurridos en épocas pretéritas. Un acontecimiento, se unía con tal cantidad de sucesos pasados, que el ir y venir de las distintas evocaciones, no respetaban ningún orden cronológico, sino más bien su fluidez estaba dada, por las consecuencias que acontecimientos  de distintas épocas, generaban.

La mención de las dificultades de Los Llaneros colombianos, para acceder a mercados externos, por las pésimas comunicaciones de su región con el resto del mundo, excitó la memoria de Dago, recordando toda la serie de acontecimientos que ocurrieron, desde el momento de la crisis vivida por Uruguay, que llevó a su amigo Apolinario Regino Aranjuez Guálado, a iniciar con extraordinaria fuerza, la campaña de consolidación de la pequeña empresa que iniciara con el anciano Ezequiel, transformándola en motor de uno los grupos empresariales más importante del País.

En el despacho, del sexto piso del edificio de la calle Durazno, del Barrio Sur montevideano, ocupando una porción de una de las paredes, se alineaban un importante número de fotografías, de distintas factorías del grupo empresarial, reuniones ejecutivas, una del original mercadito, otra del edificio actual en plena construcción, algunas en las que aparecían ejecutivos de Empresas Aranjuez con personalidades de distintas partes del mundo, los primeros granjeros asociados, la primer fábrica de dulces y conservas, la planta procesadora de leche, y finalmente uno, que hasta podía pasar desapercibido por su pequeño tamaño y humildad, que contenía simplemente una enigmática frase: El enanismo empresarial  no es genético, se crea. Desarrollar el conocimiento y la información, y abrir la mente, son bases para el crecimiento.    

Apolinario Aranjuez, inició su tránsito en el mundo de los negocios, con tesón, razonamiento, información, conocimiento, trabajo en equipo y análisis de cuanta idea, sugerencia o crítica surgía de sus asociados o colaboradores. Nunca desechó ni la idea, ni la sugerencia ni la crítica, sino que las recibió de buen grado y alentó a seguir produciendo ideas y sugerencias y no acallar las críticas. En su despacho, muy aséptico y ordenado, escuchó brillantes ideas y duras críticas y siempre, tuvo la expresión de agradecimiento para gratificar al que las emitía.

Los inicios se circunscriben a un pequeño número de personas, los tres socios iniciales y sus pocos colaboradores. La meta era, potenciar la oferta del mercado, con calidad y buenos precios, para enfrentar una crisis que se creía de larga duración. Pero la rotura de la “tablita”, no constituyó un escollo, sino fue una llamada de alerta, para el joven empresario.

Superado el tema de la refinanciación de su deuda, en términos que le aseguraban un pago sin resentir la situación económica y financiera de la empresa, urgía solucionar el abastecimiento fluido, para mejorar la oferta.

II

Una noche, Dago fue sorprendido por el anuncio de Apolinario, de que al día siguiente no concurriría al comercio, porque tenía que recorrer unas granjas de Canelones y Florida, por lo que le pedía, quedara al frente y resolviera todos los asuntos que se presentaren.

La explicación fue muy breve, diciéndole solamente que estaba abocado a conseguir abastecimiento de hortalizas y frutas en forma directa desde los lugares de producción, con el convencimiento de que obtendría buena calidad y mejores precios, al eliminar la intermediación.

El recorrido por la maraña de caminos vecinales del departamento de Canelones, no fue fructífero, todos los establecimientos visitados, no aceptaron negociar en forma directa, prefiriendo remitir su producción al Mercado Granjero, como lo habían hecho toda la vida.

Cerca de las dos de la tarde, detuvo su automóvil, frente a un pequeño comercio perdido entre las granjas, con la intención de comer algo, para seguir en su intento. Para su sorpresa, el pequeño comercio, no era tan pequeño como lo sugería su fachada deslucida, en la que como único ornato, ostentaba oxidadas chapas de anuncios, una de cerveza y otra de refrescos. De una rápida mirada, dedujo que estaba provisto para negociar desde una caja de fósforos, hasta un apero completo, pasando por comestibles, artículos de limpieza, fertilizantes, algunos específicos veterinarios, algunas pilas de ropas e infinidad de artículos disímiles, en un aparente revoltijo, sobre mesas, estantes o apilados en el piso.

El comerciante, sin sacar por un momento de la comisura de los labios, un grueso y aparentemente apagado cigarro liado a mano, resultó ser gran conversador y mientras cortaba en la reluciente máquina, los fiambres pedidos, tomó muy en serio su evidente costumbre, de averiguar el objeto de la visita, de los forasteros que recalaran en su negocio.

Servido el pedido en una mesa cuadrada, con un improvisado mantel de papel de tienda, al destapar el refresco, el tendero ya se estaba ubicando enfrente a su visitante, en la restante silla de hierro forjado, dispuesto a no perder un instante de la posibilidad de charlar con el paseante.

Pero el averiguador, también resultó ser, un muy buen informante. El diálogo, fue enseguida dirigido hábilmente, por Apolinario, a los tópicos que le interesaban. Resultó que a pocos kilómetros, apenas pasando el límite del departamento, en Florida, habían varias granjas cuyos propietarios tenían serias dificultades de colocación de su producción, que por las magras cosechas, no podían remitir al Mercado, estando en una real dificultad económica y varios con tal desánimo, que hablaban de vender sus parcelas y emigrar a la capital en busca de mejores horizontes laborales.

Aquel dato, fue muy apreciado por el empresario y decidió realizarles una visita, para buscar algún tipo de convenio, que les permitiera a los granjeros, seguir con sus explotaciones y él, conseguir los abastecimientos buscados.

Terminado el frugal almuerzo, nuevamente se puso en marcha, tomando los caminos indicados por su locuaz informante.

La zona de campos feraces, pero incultos en su mayoría, daban una sensación deprimente de miseria. Las viviendas y galpones de los granjeros, presentaban paredes y techos derruidos y los zarzales ocupaban gran parte de las tierras de sembradío. El bochorno de la tarde tórrida, hacía más penoso, el estado de aquellas casi abandonadas granjas.

Como puesta al azar, sobre una pequeña lomada, entre añosos árboles, recostada al camino vecinal que trepaba la corta cuesta, estaba la casa, mostrando los ladrillos sin revocar y la destartalada torre con el tanque de agua. El enjuto hombre, con un andar cansino, más por el desánimo que por la labor, dejó su trajín entre máquinas herrumbradas por la intemperie y zarzas que casi las cubrían, para dirigirse al portón, con cara desconfiada, a atender al visitante, que había estacionado su camioneta, al frente de la modesta granja.

Aquel: “a la orden patrón”, no era forma de hablar de los granjeros, sino que trasuntaba un origen más norteño, más de estancia que de granja. Aquellas cuatro palabras presentaban, sin ninguna duda, al hombre de los grandes llanos y quebradas, confiado, honesto, servicial, sin abrigar en su corazón el menor dejo de maldad, que desde pequeño, recorriera las grandes extensiones de alguna estancia, en calidad de peón y que a fuerza de esfuerzos y privaciones, pudo ahorrar los pesos suficientes, para dejar el trabajo para el “patrón” y poder dedicarse a cultivar su granjita.

En aquellos últimos tiempos, la vida lo había puesto nuevamente a prueba, la pequeñez de su granja no le permitía cosechas de importancia, para poder remitir al Mercado y debía peregrinar por los mercados minoristas de las poblaciones vecinas y hasta la capital departamental, para negociarla. Las dificultades eran grandes, el costo de fletes y muchas veces la falta de colocación de productos, le obligaban a desecharlos, sirviendo al final para sostener la cría de lechones, rubro que en definitiva, lo estaba salvando de la miseria que se cernía, por sobre una gran cantidad de pequeños productores de la zona.

La inicial desconfianza, fue diluida con las primeras palabras del visitante. Luego de presentarse y con su franqueza habitual, brevemente le explicó la idea, que le había impulsado a realizar aquella pequeña gira, por las granjas del suroeste de Florida. Roto el hielo del recibimiento, Francisco Mendoza, se apresuró a invitarlo a pasar, para conversar más cómodos, dentro de su vivienda.

La modestia en que vivían el granjero y su familia era evidente, la primer sala de su vivienda, estaba alhajada, únicamente con una mesa rectangular, cuatro sillas, un raído sofá y un pequeño aparador, por cuyas puertitas de vidrio, mostraba ordenadamente unas pocas piezas de loza, tales como platos, tazas y fuentes, destacando una muy bonita tetera de porcelana, quizá el único lujo de la habitación.

Francisco, una vez instalados, comenzó contando sobre sus inicios en la producción por cuenta propia, de la forma en que pudo comprar las dieciséis hectáreas y el sinfín de  dificultades, que diariamente tuvieron que ir superando, entre su mujer y él. Del modo en que las dificultades aumentaron, con la llegada de sus dos hijos, por las distancias que les separaban, del más cercano pueblo, que contaba con una policlínica, debiendo viajar por los caminos vecinales en el carro tirado por la yegua, que hasta hacía unos pocos años les acompañara.

Pero la actual preocupación de Francisco, era el agobio económico y principalmente la falta de crédito razonable, para encarar una producción que dejara algún beneficio y le permitiera a sus hijos continuar el año próximo concurriendo a la secundaria.

Luego de escucharle atentamente, evaluando todos los problemas y las posibles soluciones, Apolinario, le propuso hacer una ronda de consultas, entre los demás granjeros de la zona, que vivieran las mismas angustias y que estuvieran dispuestos a trabajar en forma asociada, diversificando los plantíos y fundando una fábrica de conservas y dulces, asegurando el respaldo financiero de su empresa y la compra de toda la producción.

Parecía una idea descabellada, que un luchador solitario, creía imposible. Desde que llegaron a su parcela, no habían hecho otra cosa que arar unas hectáreas, sembrar hortalizas y atender los frutales. Su mujer tenía fama de hacer el mejor dulce de membrillo que se consumía en Florida, pero su producción era tan magra, que nunca pudieron tecnificarse y seguía con su elaboración artesanal. A propósito, a su llegada, luego de enterada del motivo de la visita, se incorporó a la consideración del asunto, entusiasmada por la posibilidad de mejorar sus condiciones de trabajo y obtener ingresos más acordes con el esfuerzo. Luego de un muy fructífero cambio de ideas, decidieron, a sugerencia de Paula, que su marido y el Sr. Aranjuez visitaran juntos, unas diez o doce granjas, que detalló puntualmente, exhibiendo su cabal conocimiento de sus vecinos, para plantear el tema.

Luego de degustar un buen trozo del rosado dulce de membrillo y un  exquisito queso criollo, también de elaboración artesanal, Apolinario y Francisco, emprendieron el camino, tonificados por el entusiasmo de Paula y seguros de que sus gestiones serían exitosas.

Realmente aquel primer paso, había resultado sumamente valioso, porque en la charla mantenida con Paula, habían considerado la creación en un futuro no muy lejano, de una fábrica de dulces y conservas de hortalizas. En todas las granjas que visitarían, todas tenían alguna actividad artesanal de conservación o procesamiento de parte de sus productos. Quesos y otros derivados de la leche, distintos embutidos y fiambres, salsas de tomates, ketchup y mostaza, porotos de manteca y arvejas remojadas, crema de choclo y una mucho más amplia lista, constituían productos que por su elaboración en muy pequeña escala, los hacía poco competitivos, a pesar de la excelente calidad.

Aquella tarde, visitaron nueve granjas, de cuyos dueños, cinco, tomaron la idea con entusiasmo, comprometiendo su participación, los restantes, fueron renuentes y no decidieron sumarse al emprendimiento, porque no creían o no entendían muy bien los fines, tomando con cierta desconfianza, el hecho de que un empresario de la capital, les propusiera un buen negocio. Aquello debía tener otro propósito, ya otros montevideanos habían hecho de las suyas, dejando a más de un granjero sin productos y como pago la promesa de que les harían llegar el cheque. Más de uno, debió empezar nuevamente de cero.

Terminada la tarde y con ella la primer gira, fijaron para el día siguiente, muy temprano, continuar con nuevas visitas.

III

El radiante amanecer, con  la eclosión de iridiscencia arrancada de millones de gotas de fino rocío, parecía reverberar la planicie y las suaves elevaciones, despertando la sinfonía de la naturaleza. Aquella belleza matinal, impedía pensar que en algún rincón de aquellos valles, pudiera existir la miseria y el desánimo. El despertar del nuevo día, llenaba plenamente de optimismo y entusiasmo a Apolinario, que ya casi llegaba a la granja de Francisco. Había salido de Montevideo muy temprano, sin siquiera desayunar.

Paula, diligente, ya tenía la mesa puesta, para servir un sencillo, pero sustancioso desayuno para su esposo y el Sr. Aranjuez. El café con leche, fue acompañado con jugo de naranjas recién exprimidas, queso criollo, mermelada de membrillo, miel y panecillos recién horneados. El aroma a café y pan aún caliente, auguraba un exquisito inicio del día.

El optimismo del empresario, era contagioso y los granjeros, inmediatamente compartieron la certidumbre, de que el emprendimiento sería concretado en un breve plazo y acicateados por aquella fe, enseguida de terminar el exquisito desayuno, se hicieron al camino para continuar con las visitas programadas.

Como la tarde anterior, encontraron un hecho común en todas las granjas. Además de la producción hortícola o frutícola, las esposas o hijos de los granjeros, desarrollaban alguna actividad paralela a la principal del predio, generalmente artesanal, tales como elaboración de licores, dulces, conservas, subproductos lácteos, tejidos en lana cruda y varias más.

Aquella comprobación, fue tenida muy en cuenta por Apolinario, para ir pergeñando el proyecto de una factoría cooperativa de producción, aplicando el enorme conocimiento de aquellas gentes, en tan variadas artes y oficios.

De aquella ronda de visitas, el primer resultado fue la determinación compartida por la mayoría de los granjeros, de realizar una reunión conjunta, en la que sentarían las bases para una coordinación de las necesidades de producción, la forma en que el empresario capitalino aportaría recursos y en definitiva, concretar la posibilidad de un trabajo en conjunto. De aquella forma vería la luz el primer eslabón de la extensa cadena que conformaría el grupo conocido por Empresas Aranjuez.

La reunión fue concertada, para el próximo domingo, en la granja de Francisco, a media mañana, donde además compartirían con sus familias un almuerzo campestre, bajo los añosos árboles que sombreaban un buen espacio que los albergaría perfectamente.

Paula y otras vecinas, algunas esposas y otras hijas de los granjeros, se encargaron de organizar la reunión y el posterior almuerzo. De cada granja llegaron a primera hora de la mañana elegida, la más diversa muestra de sus productos. Un lechón y una ternera, fueron faenados la tarde del sábado y cuando empezaron a arribar los convocados, ya se doraban lentamente sobre los fogones.

La asamblea, reunió un grupo heterogéneo, de distintas edades, diversas actividades, mujeres y hombres, todos con un solo deseo, superar las dificultades y convencidos de que unidos podrían hacerlo.

 El empresario, gestor de la inquietud, inició su corta disertación, con una elocuente felicitación a todos los presentes, por el coraje de decidirse a enfrentar las dificultades y apostar a la unión, para luego desarrollar brevemente su propuesta, que consistía simplemente, en prestarles su apoyo financiero, ante un compromiso de venderle toda la producción, regulando los precios, a los costos reales con un adictivo razonable para el productor, que permitiera su desarrollo y tecnificación. Para lograrlo, debían ponerse de acuerdo en un  aprovechamiento científico de sus parcelas, produciendo las especies hortícolas, frutícolas o pecuarias, que fueran acordes con las propiedades de los distintos suelos.

Arribado a ese acuerdo inicial, tendrían que darse una forma jurídica, para contratar, dándoles seguridad y certeza en los negocios a emprender. Luego de tener su nacimiento legal, sería imperiosa la contratación de un  ingeniero agrónomo y un veterinario, para realizar un relevamiento de las condiciones de los suelos y sus posibilidades, proceder a una distribución con base científica de las distintas plantaciones  y realizar un trabajo de saneamiento, tanto en los semovientes como en las tierras de cultivo.

El inicio dado por el empresario, fue el disparador de un sin fin de intervenciones de todos los concurrentes. Preguntas, propuestas, ilusiones, las más diversas alusiones a sus sacrificios y deseos de mejorar sus condiciones de vida, largos detalles de creaciones artesanales, ocuparon gran parte de la mañana; y al final, vista la real decisión de todos en emprender la cruzada, la propuesta de Paula, de constituirse en una sociedad, para lo cual deberían designar una pequeña delegación que contactara al profesional adecuado, que le diera la forma jurídica más conveniente.

Ya casi a las dos de la tarde, dieron por finalizada la asamblea, dejando a dos granjeros, un joven experto en lechería y Paula, encargados de realizar la gestión ante el profesional, ya conocido por varios de los presentes, para la constitución de la sociedad.

Todos satisfechos por la decisión tomada, se dispusieron a compartir el exquisito muestrario de sus propias elaboraciones. El lechón y la ternera asados a la parrilla, fueron acompañados por ensaladas de tomates, cebolla dulce, remolachas, zanahorias, papas, chauchas, delicadas lechugas, aderezadas con hierbas aromáticas, tales como tomillo, orégano, ajo, perejil y pimientos y el más fino vino de la variedad Tannat, orgullo de un vecino, que en su pequeña bodega, conseguía aquel bouquet incomparable. El broche de oro del fraternal almuerzo, lo constituyó la variedad de frutas, quesos y dulces, que se sirvieron como postre, haciéndose difícil la elección entre tantas exquisiteces.

La sobremesa, se extendió por un largo rato, renaciendo la amistad y el aprecio entre todos aquellos vecinos, que la crisis, al haberlos tocado en forma tan dura, no les admitía, desde hacía mucho tiempo, realizar una verdadera fiesta como la que les congregaba. Más bien una reunión de trabajo conjunto, que por los excelentes resultados, se había transformado en fiesta. Era realmente la fiesta deseada por todos y la disfrutaban a pleno.

IV

Dado aquel primer paso, Apolinario reunió a sus dos socios, para informarles sobre el plan de trabajo que habían establecido con los nuevos asociados y restaba esperar la culminación de las gestiones legales para iniciar el emprendimiento.

El suroeste del departamento de Florida, nunca había sido movilizado de la forma, como consiguió hacerlo aquella idea, que les impelía hacia una transformación. Diariamente se reunían algunos vecinos para hablar del tema,  buscar asesoramiento, concretar entrevistas, realizar reuniones con algún profesional en la capital departamental o en Montevideo, por ese tiempo la mayoría olvidó transitoriamente sus tareas de tan magros resultados, dedicándose plenamente a darle forma a la idea, que el empresario capitalino, había propuesto.

Todo estaba encaminado, la delegación encargada de buscar la forma jurídica más idónea, convocó a una reunión general para el fin de semana siguiente, justamente catorce días después de la primera. Lógicamente el Sr. Aranjuez, que había concurrido a las entrevistas con el Escribano que se ocuparía del contrato,  y éste, estarían presentes. Como sería costumbre futura, estas reuniones se realizarían en la granja de Francisco Mendoza.

Temprano, comenzaron a llegar vituallas de todas las granjas, para compartir en el almuerzo, como la vez anterior, cuando finalizara la reunión de trabajo. A media mañana, ya estaban todos, granjeros, Escribano y empresario montevideano, y también un invitado especial: un Ingeniero Agrónomo, prácticamente desocupado, hijo de uno de los granjeros.

Paula, como dueña de casa e integrante de la delegación nombrada para procurar el asesoramiento pertinente, inició la reunión, rindiendo un detallado informe de todo lo analizado con el Sr. Escribano, que hoy les acompañaba, un abogado y un contador. Los profesionales, aconsejaron la formación de una sociedad anónima, pero previamente, realizar la apertura e iniciar la actividad, en forma de Sociedad de Responsabilidad Limitada, con miras a una futura transformación, cuando el volumen de los negocios, así lo requiriera.

Los intrincados vericuetos, legales y formales, quedaron para su explicación, en manos del Sr. Escribano. Con palabras concisas y muy entendibles, el profesional explicó las ventajas y desventajas de varios tipos de sociedades, concluyendo de acuerdo con los demás consultados, que las ventajas de la forma societaria propuesta, para el caso, era la más conveniente y les aseguraba una constitución rápida, que les permitiría iniciar negociaciones, en unos dos o tres días. Restaba únicamente, coordinar entre los futuros socios, el monto y forma de aportes societarios, que eran asuntos que debían resolver los propios interesados.

Terminada la intervención del escribano, Paula solicitó al Ingeniero Agrónomo invitado, bien conocido por todos los presentes, que les hablara sobre los estudios que había realizado, con otros colegas, de las distintas potencialidades de la zona, considerando que podía ser la base, para una futura distribución de las explotaciones, en los distintos predios.

A pesar de datos técnicos, no muy entendibles por la mayoría, la disertación del joven profesional, fue amena y muy esclarecedora, quedando en evidencia la subexplotación de las granjas y la muy buena posibilidad de cambios, a bajos costos, aunque con mucho trabajo, que podían introducirse para optimizar los resultados. Una observación a vía de ejemplo, les hizo ver que en las catorce granjas representadas, habían once tractores y solo dos carpidoras,  estando en aquel momento seis tractores parados por imposibilidad de comprar repuestos imprescindibles, aunque caros. Uno de ellos a la vista entre las zarzas, como lo viera Apolinario al llegar por primera vez a la granja de Francisco.

Equipos sulfatadores modernos, no había ninguno, se usaban las pesadas mochilas, incómodas, peligrosas por las constantes pérdidas de productos tóxicos y de rendimientos irregulares, puesto que la presión no era constante y el producto no llegaba a cubrir la totalidad de las plantas tratadas.

Después de describir algunos otros ejemplos de carencias, tanto de materiales como de infraestructura, o mal aprovechamiento de las existentes, dejó muy en claro que una racionalización del uso de todas las herramientas, existentes en las catorce granjas, en forma corporativa, solucionaría grandemente la falta de alguna máquina, que ya llegaría el momento de incorporarla.

La idea tomaba forma, la semilla había sido sembrada en buena tierra y ya germinaba, ya empezaba a romper el cascarón del suelo y pujante elevaba sus atisbos de planta fuerte, hacia un futuro promisorio.

Hasta el nombre de la sociedad en ciernes, fue discutido y finalmente aprobado con beneplácito, por todos. Eran variadas las producciones primarias y también varias las transformaciones artesanales, por lo que granjeros y conserveros se reunían en el emprendimiento. El nombre debía aglutinarlos indisolublemente y también expresar el orgullo por pertenecer al departamento de Florida. Así surgió: “Conservas y Granjas Unidas de Florida Limitada” y finalmente la sigla, que sería la razón social: “CYGUF Ltda.”

Aquellas pocas letras unidas, tuvieron la virtud de cambiar la vida, a aquellas gentes simples, cuya principal aspiración era, seguir trabajado sus parcelas, pero con un horizonte más claro, que les permitiera llegar a conquistar la tranquilidad económica. Fueron incontables las veces que el recién surgido nombre, fue dicho durante el almuerzo y de allí en adelante estaría hermanado permanentemente a sus quehaceres diarios, sus conversaciones, sus negocios, pequeños o más grandes, sus ilusiones, sus esperanzas, sus desvelos, sus ocios, sus duras horas de trabajo, sus apacibles horas de descanso, en fin, sus vidas todas.

La naciente sociedad, sería la suministradora de insumos para las catorce granjas, el apoyo técnico y profesional, establecería una factoría de industrialización y conservación de la producción primaria, sería la encargada del acopio de las distintas producciones y su comercialización, quedando establecido que los precios, para los granjeros socios, serían fijados estrictamente al costo absoluto, con un ínfimo plus, del uno por ciento, para los gastos administrativos. Además quedó establecida la condición del suministro de los productos primarios o industrializados, prioritariamente al comercio del Sr. Aranjuez con precios fijados según los costos reales, adicionados con la razonable utilidad para los productores.

Paula, fue la primer Presidente del Consejo Directivo de la novel sociedad y bajo su batuta se iniciaron. La novedad fue conocida por todas las zonas aledañas, donde lógicamente, fue tomada con distintos ánimos. Algunos vieron una competencia que urgía liquidar, otros con indiferencia, otros con expectativas de poder incorporarse más adelante, algunos aplaudieron la osadía, aunque vaticinaron una corta vida, sin embargo todos observaban muy interesadamente, el nacimiento de CYGUF Ltda.
 
V

Por el prolijo Libro de Actas, podía accederse al centro neurálgico, al corazón, al palpitar de aquella masa de voluntades. La vorágine de los primeros meses de actividad, pugnaban por hacerse presentes y las páginas se sucedían como en un torrente en la memoria de Dago.

Contratado definitivamente, el Ingeniero Agrónomo César Gutiérrez Zamora, trabajando mancomunadamente con el médico veterinario Dr. José Luis Pérez, también incorporado a la plantilla de la sociedad y con el auxilio de una estudiante avanzada de economía, hija de una de las familias asociadas, elaboraron el plan de trabajos para el primer año. Parecía una utopía el alcance de las metas trazadas, pero contaron con la aprobación general y todos los granjeros estuvieron de acuerdo en compartir herramientas y máquinas, variar algunos cultivos, discontinuar los inconvenientes e iniciar otros, maximizar la utilización de las dos ordeñadoras y el único tanque de frío para conservación de leche, con la simple apertura de algunas comunicaciones entre los predios para el traslado de las lecheras y luego su producción.

La mayor parte del capital inicial, fue aportado por los granjeros, con sus máquinas, tasadas convenientemente por perito, y en efectivo, la cuota del Sr. Aranjuez.

La granja de Francisco y Juana, arrendó a la novel empresa, el enorme galpón que en una época ya lejana, construyeran para acopio y selección de sus productos y que nunca fuera utilizado de acuerdo con el objetivo inicial. Allí, empezaría a dar los primeros pasos, la fabricación de dulces y conservas, para lo que se adquirió, mediante importación de Brasil, una caldera y dos líneas de envasado, una para envases de plástico y la otra para envases de hojalata. Si bien aquellos elementos industriales, eran de muy avanzada tecnología, no bastaban para desplazar una gran porción artesanal, que ocupaba mucho tiempo y no rendía lo suficiente, para mantener las líneas en actividad constante. Pero ya llegaría el momento, de hacer nuevas incorporaciones. Los cambios eran evidentes, también en la vida de los granjeros, viviendo un optimismo casi olvidado, manteniendo el entusiasmo como el primer día.

Fueron meses de esfuerzos denodados y solamente el apoyo financiero de Apolinario y su empresa, pudieron sostener la marcha constante, sostenida, del plan.

Los primeros productos manufacturados, fueron las exquisitas mermeladas de Paula, que se ofrecían en envases plásticos de 450 y 900 gramos, con una vistosa litografía, luciendo varias frutas, la marca registrada, datos sobre las materias primas empleadas, nombre y dirección de la empresa, número del registro bromatológico en la IMF  y en el ángulo superior izquierdo, en forma transversal, en letras de escaso destaque el apellido Aranjuez.

A las mermeladas, siguieron los dulces de corte y con almíbar, las arvejas remojadas, las cebollitas, los pepinos, las zanahorias y otras hortalizas conservadas en escabeche. También en la planta se comenzó a envasar algunos productos derivados de la leche, que aún se elaboraban en las distintas granjas en forma artesanal, tales como yogures, manteca y crema de leche.

Aquellos pocos productos, fueron impulsados con una muy buena campaña publicitaria en las principales ciudades de Florida, Canelones, Flores, San José y las periféricas de Montevideo, teniendo una excelente aceptación. En la ciudad de Montevideo, se podían obtener en el mercado de la calle Durazno.

VI

A los nueve meses de inaugurada la fábrica, se inició la más agresiva inserción en Montevideo, desplazando lenta pero firmemente los productos similares, que no podían competir ni con calidad, ni con precios. Por aquellos días, Apolinario recibió la preocupada visita de su antiguo proveedor de dulces y mermeladas, aquel que en su momento intentó establecer condiciones de comercialización inaceptables. Fue el primero que quedó a la vera del camino, su intento de aprovecharse de la funesta situación creada a cantidad de comercios por la ruptura de la “tablita”, le valió la antipatía de sus clientes y quedó incluido en la categoría, que sería combatida sin misericordia, por el  Sr. Aranjuez.

Deferentemente atendido, los resultados le fueron totalmente negativos a sus intereses. Su alicaída industria, había encontrado un escollo insalvable, la recién iniciada competencia a gran escala por CYGUF. Quería negociar la fijación de precios, para poder reinsertarse nuevamente en el mercado. Luego de la negativa, recibió la sugerencia de que cerrara sus puertas.

Aquella sugerencia, le derrumbó, como un verdadero mazazo en medio de la cabeza. Su anterior prepotencia, se esfumó, para dar paso a la plañidera súplica. Craso error, las súplicas en lugar de apaciguar el ánimo de Apolinario, fueron el acicate para recordarle sutilmente, pero en tono de sin par dureza, la deshonesta actitud que asumiera cuando se creía dueño de la plaza comercial en el área de los dulces. Las reglas de juego habían cambiado y ahora él debía adaptarse a las nuevas circunstancias.

Cuando el empresario, le comunicó que su tiempo había terminado y que debía seguir atendiendo sus propios asuntos, agradeciéndole que se retirara, el infeliz dulcero, con los hombros hundidos, cabizbajo, luciendo patético, casi arrastrando los pies, se dirigió a la puerta, con un apenas audible: perdón.

Solamente cuatro días transcurrieron, para solicitar una nueva entrevista, con el Sr. Aranjuez. Fue atendido, pero con la advertencia, hecha por una secretaria, de que tendría el tiempo muy limitado, por las varias ocupaciones que tenía agendadas el Sr. Presidente.

No había mucho que conversar, puesto que el motivo de la visita se reducía, únicamente, a ofrecer en venta su fábrica de dulces. La respuesta, también fue muy breve: Déjele su teléfono a mi secretaria, que luego de estudiar su oferta, le llamaremos.

A los dieciséis días, cuando ya las esperanzas del fabricante de dulces, casi habían desaparecidos, recibió la llamada, breve, concisa: El Sr. Presidente lo espera hoy, a las dieciocho horas, para tratar su oferta.

Del inventario de máquinas e instalaciones, solamente un equipo, de muy buena tecnología, importado recientemente, mereció consideración, el resto fue descartado por obsoleto. Este resultado era esperado, puesto que el fabricante en bancarrota, poco había hecho en materia de inversiones y su industria se mantuvo, gracias a la poca competencia, al estricto abatimiento de gastos en mano de obra y aportes sociales y utilización de materia prima de baja calidad, aunque barata.


La negociación fue rápida, en virtud de que la propuesta de Apolinario, no admitiría modificaciones. Se realizaba el negocio según sus condiciones o era desechado. El ya, ex dulcero, ni siquiera articuló una contrapropuesta, sabía de antemano que no tendría la más mínima posibilidad. Se comprometió a trasladar la maquinaria adquirida, junto con otras herramientas de uso, incluidas, en el correr de la próxima semana, disponiendo del personal que debería realizar la instalación en CYGUF, en virtud de que la negociación establecía que la maquinaría sería entregada funcionando en su nuevo destino.

El Ingeniero Zamora, que además del asesoramiento profesional directo en las distintas granjas, se encargaba de la dirección de CYGUF, observó detenidamente la instalación de las máquinas recién recibidas, comprendiendo que dos, de los operarios de la fábrica clausurada, eran expertos en el armado y manejo de aquellos aparatos y demostrando una diligencia extraordinaria en la labor, consiguieron un calibrado tan perfecto, que al realizar la primer prueba, el tablero electrónico de controles, no acusó la más mínima falla.

Luego de un rápido cambio de ideas con la Presidente, se comunicaron con el señor Aranjuez para participarle el hecho y obtener su anuencia para contratarlos. A los pocos minutos ambos operarios aceptaban integrar la plantilla de la flamante empresa.

Con aquella adquisición, se aseguraba en la mayoría de los productos, una calidad constante, a la vez que iniciarían el envasado en vidrio y en saché de polietileno, abriendo nuevas posibilidades para los yogures y crema de leche.

El que había sido enorme galpón de la granja de Francisco, estaba quedando estrecho y hubo que construir un anexo para el recibo y acopio de materias primas y una cámara frigorífica. La ilusión que los había movilizado apenas un año atrás, aparecía ya como una realidad, aunque aún, no habían visto el tan ansiado incremento de sus ingresos, pero sabían que con el gran esfuerzo realizado y la constancia de seguirlo unos pocos meses más, comenzarían a aparecer los cambios, que les permitirían disfrutar de los primeros beneficios genuinos.

En algunos predios que debieron variar sus explotaciones, la primera producción, dio varios dolores de cabeza, por inexperiencia, solicitaron la colaboración del Ingeniero o del Veterinario a destiempo, cuando ya los problemas estaban creados. Hubo algunas lamentables pérdidas, aunque ninguna se pudo catalogar de insalvable. La habilidad de los dos jóvenes profesionales,  encontraron las soluciones más adecuadas para minimizar los errores y evitar pérdidas mayores.

VII

Inmediatamente, de empezar a recorrer el camino de la autogestión la novel empresa y que los suministros de frutas, verduras, conservas y dulces, estuvieron asegurados para el mercado de la calle Durazno, Apolinario iniciaba nuevos contactos, para incursionar en la fabricación de pastas y panificación, para suplir carencias y abatir costos.

Para tal fin adquirió maquinaria que instaló en un amplio salón al fondo del mercado, que se comunicaba con el espacio de ventas a través de una pared de vidrios, permitiendo que todo el proceso, fuera hecho a la vista del público, mostrando su equipamiento de última generación y la pulcritud del personal, con sus túnicas, tapabocas y cubrecabezas blancos, impecables, comenzando por la elaboración de distintos tipos de fideos secos envasados con la marca “Pastina de Aranjuez”. Como todo buen producto tuvo su aceptación y como el precio de venta, era algo menor que la competencia, muy pronto aseguró un nicho en el mercado, que sería difícil de desplazar.

A los fideos secos, le siguieron pastas frescas envasadas, tales como tapas para tartas o empanadas, ravioles, ñoquis y lasañas. Luego la panificación, que en principio se vendería únicamente en su establecimiento, aunque no descartaba, una posterior venta a distribuidores o minoristas.

VIII

Aquel año, los dos emprendimientos terminaron en plena marcha, pero dos nuevos pisos en el edificio, urgían ser construidos, por lo que los esfuerzos, debían ser volcados a su concreción.

La chata estructura de enorme base, empezó a poblarse de columnas y en un par de meses ya lucía la estructura de la cuarta planta y continuaban las columnas hendiendo el cielo, para llegar a la planta número cinco.

Habilitado el cuarto piso del edificio, fue ocupado en la serie de amplias oficinas, por los profesionales que asesoraban en distintas áreas al empresario, reuniendo a economistas, analistas de mercado, especialistas en comercio internacional, abogados, un corredor de bolsa, un despachante de aduana, un escribano, un ingeniero informático con su staff de técnicos y en un amplio sector, un equipo de arquitectos, ingeniero y contratistas constructores.

En aquellos tiempos, de acuerdo a la premisa principal del pensamiento del Presidente Aranjuez, en la que establecía como motor principal de sus emprendimientos, a la información, el ingeniero informático era el mimado de todos los ocupantes del piso número cuatro, habiendo tenido sobradas oportunidades para demostrar sus vastísimos conocimientos y su asombrosa capacidad de trabajo. En poco más de dos meses, había establecido una red de comunicación informatizada interna, que reunía y analizaba todas las actividades del complejo, con comunicación satelital con las terminales instaladas en el departamento de Florida, por lo que toda la información estaba dispuesta en tiempo real, permitiendo el seguimiento y contralor general estricto de todas las actividades.




IX

Antes de concluir aquella etapa de la obra de la calle Durazno, Apolinario debió viajar al departamento de Rocha, para analizar sobre el terreno, ciertas potencialidades de la zona de humedales y la posibilidad de la construcción de un complejo de procesamiento de alimentos y una terminal pesquera. En principio se veía como utópica la idea, pero tenía el convencimiento, que la vastísima zona, prácticamente olvidada desde el punto de vista industrial, dando cabida únicamente a un magro turismo veraniego, tenía un enorme potencial. Si sus expectativas eran confirmadas, debería conseguir inversores audaces, que creyeran en sus proyectos y estuvieran dispuestos a apostar, bajo sus condiciones, en el nuevo establecimiento.

Fueron tres días de peregrinar por los vericuetos de los marjales, una noche de mal sueño en el asiento reclinado de su camioneta y la siguiente, en un catre, un poco estrecho pero definitivamente cómodo, en la pensión de un caserío recostado, como con negligencia, en la costa de la laguna Negra.

Aquellas incomodidades, no afectaban en mínimo grado, al osado hombre de negocios, eran un acicate, un incentivo, para emprender los nuevos días, insuflándole más optimismo y más fuerzas para la lucha.

Habló con decenas de lugareños, de sus actividades, sus cosechas, sus aventuras marineras, la pesca, los mariscos, los codiciados crustáceos que migraban a las aguas interiores y en unas pocas semanas removía toda la zona, en la más asombrosa cosecha, de los más exquisitos camarones.

Fue un verdadero acopio de información que al regreso tendría que procesar, para luego analizar en profundidad con sus asesores. Poner los cerebros en actividad, como comúnmente decía, al desplegar sobre la mesa de reuniones, montañas de datos, detalles, cálculos, esquemas, estudios de factibilidades e informaciones, básicas para iniciar cualquier nuevo intento de expansión o incursión en otras actividades o emprendimientos.

Luego de procesada toda la información, empezaron a surgir del monitor de la terminal de la sala de sesiones, una serie de gráficos y análisis que servirían de borrador ordenado, para las deliberaciones. Realmente el correcto proceso de la información, se había constituido en la bandera del jefe de aquel equipo. Todo era ingresado a los sistemas, extremadamente complejos, pero de una exactitud increíble, que brindaban velocidad y seguridad, asegurando que las decisiones, fueran tomadas sobre bases muy sólidas y seguras, no permitiendo dejar ningún elemento al azar, todo debía ser considerado.

Fueron muchas horas de estudios, comparaciones, ingreso de nuevos datos, consultas a nivel nacional e internacional, las comunicaciones electrónicas con apartados rincones del planeta, se sucedían incesantemente, comparando, consultando, contestando, enviando y recibiendo informaciones de agentes de negocios de los principales centros mundiales, valores, volúmenes de producciones, necesidades, perspectivas, miles de informes y datos fueron comparados y profundamente analizados.

La tarea no se acabaría aquel día, sino que le seguirían muchos de incesante ajetreo, para cuando se tomaran las decisiones finales, fueran las correctas, sin el menor atisbo de duda.

X

Finalmente, once días después de finalizada la gira de Apolinario, por los marjales de Rocha, se tomó la decisión. El emprendimiento tenía luz verde, había que iniciar los primeros contactos, había que reunir a los inversores elegidos.

Los inversores, no fueron elegidos al azar, sino que del cúmulo de informaciones, que disponían en sus bancos de datos, surgieron casi en forma espontánea, tres nombres. Tres visionarios, que con total seguridad, estarían dispuestos a intervenir en la apuesta. Un ingeniero, principal de una de las más grandes empresas de construcción del país, cuya esposa había canalizado por su intermedio, su enorme fortuna, para negocios inmobiliarios, sería el primero a contactar, luego un pintor,  de la calle Gorlero de Punta del Este, dueño de varias torres del balneario, tío del ingeniero, hombre maduro pero de enorme empuje y de una sencillez casi espartana, cuya arte exquisita, había ocupado lugares de destaque, en las más afamadas galerías de Europa, cotizando obras, a precios increíbles  y finalmente un terrateniente, que hacía un buen tiempo, algo cansado de los altibajos de la producción pecuaria, con el deseo de cambiar de rubro y la buena suerte de tener grandes extensiones de campo en zonas de prioridad forestal, había convertido sus tierras en dólares, euros y acciones, poniendo su capital a la orden de Apolinario, para invertir.

Paralelamente, a los contactos financieros, los hombres de Aranjuez, empezaron a armar el proyecto, para obtener las correspondientes autorizaciones estatales, para iniciarlo.

Las piedras en el camino, surgieron. Montañas de papeles, informes, planos, que ingresaban a una oficina, se perdían, se desviaban, engullidos por la increíble burocracia. Fueron meses de deambular, producir nuevos informes, seguridades de todo tipo sobre impacto ambiental, vueltas a empezar, más meses y la negativa no expresada, pero implícita, enorme, enunciada en las respuestas evasivas de funcionarios, que ni siquiera sabían para qué ocupaban aquel escritorio o aquella oficina. Pero su función principal la cumplían, parecía que con malsano placer: obstaculizar, obstruir cualquier cosa que escapara a sus estrechas mentes.

Las condiciones impuestas por algunos estamentos gubernamentales, no estaban dadas para que el proyecto prosperara, por lo que sin abandonar la idea, el proyecto debería esperar algún tiempo, mientras tanto, se concretarían otros, que no merecieran trabas oficiales. La zona de humedales de Rocha, quedaba relegada por algunos años, esperando un clima adecuado, para que la semilla germinara en aquella, indudablemente, fértil tierra.

Lo profundamente lamentado, de esta espera, fue la partida final del artista puntaesteño, que no vivió lo suficiente, para ver concretada la factoría en los humedales. Pero su hijo, tomaría las riendas del proyecto, como inversor, arquitecto y asociado de la constructora, que levantaría la infraestructura, trabajando mancomunadamente con Aranjuez.

























Capítulo XI

Boicot en Chile

I

Fueron días de febril actividad, para Javier Sorondo y su equipo. En menos de diez días, debían realizar las convocatorias a todos los países signatarios de la CIPEC, para dedicarse de lleno a la organización de la Conferencia. Luego de las convocatorias, habría que realizar una ronda de consultas para la conformación del temario y una vez con su estructura definitiva, elevar a todas las Cancillerías, el legajo conteniendo las propuestas con las consideraciones de cada País proponente y todos los materiales concernientes a los mismos. Finalmente, con las confirmaciones de asistencia tomar las providencias, para coordinar locaciones para las distintas reuniones y alojamiento para las delegaciones.

Como la Conferencia se realizaría en Antofagasta, ciudad enclavada en el  corazón minero del norte, muy cercana a las mayores factorías de cobre, Javier tenía un profundo conocimiento de los hoteles con infraestructura para eventos de envergadura y no le sería difícil solucionar todo lo relacionado con locación y salas de reuniones de las distintas comisiones de trabajo, por lo que dejaría para el final este aspecto. Sí, debía dedicar su máxima atención a todos los contactos con los más diversos países, en procura de asegurar el éxito.

Hubo contactos fallidos. La República Democrática del Congo, ex Zaire, que aún, luego del triunfo de la Alianza de Fuerzas Democráticas para la liberación del Congo – Zaire, no terminaba de asentarse política y administrativamente. Con fuertes levantamientos contra el gobierno, como los ocurridos en los últimos meses, una verdadera insurrección de importantes sectores del ejército, tenía enormes carencias en la organización de sus cuadros de gobierno, manteniendo acéfalos varios e importantes cargos ejecutivos. Sufriendo además, la presencia de “cascos azules”, fuerzas armadas de distintos países enviadas por la ONU, en misión de paz, que no eran bien vistos por gran parte de su población. El cúmulo de problemas domésticos mantenían a sus autoridades ocupadas en su atención más urgente, no importándoles lo más mínimo los avatares de la CIPEC. A pesar de ser uno de los principales países productores de cobre, no intentó tan solo, considerar el envío de sus delegados, declinando la convocatoria.

Otros miembros, ni siquiera anunciaron su no participación, obligando al equipo de Javier, a una enorme serie de consultas telefónicas, la mayoría sin los más mínimos resultados.

Si la CIPEC, representa alrededor del 53 % de la producción mundial de cobre, las confirmaciones de asistencia, apenas representaban un 28 %, siendo amplia mayoría, los países cuyas explotaciones estaban en manos de las grandes multinacionales, con sede en Nueva York o Londres.

La labor de Javier, en la Conferencia, sería ardua. Junto a Phillips Stevenson y algún otro colega, deberían luchar contra los poderosos representantes de los grandes capitales del norte.

Faltaban apenas diez días para que comenzaran a arribar las delegaciones, cuando se puso en contacto con su colega Wilson Rodas, participándole su preocupación y su opinión de la necesidad, de contactar la mayor cantidad posible de factorías de mineros autóctonos, para participar en una conferencia paralela, no gubernamental, con el fin de aunar criterios que les permitieran enfrentar los intereses de las multinacionales y procurar interesarlos en el Proyecto Guálado.

Aquella comunicación fue el disparador de una febril actividad, que encabezarían junto con Wilson, los mineros Zambianos, Stella Spencer y Bob Morgan Jr. Usando todo el bagaje de comunicaciones posibles, en poco más de dos días, habían obtenido el compromiso de asistencia de los delegados de alrededor de cuarenta compañías mineras de los más diversos países africanos, sudamericanos, y algunos asiáticos, la mayoría no integrantes de CIPEC.

Además, habían mantenido largas conferencias con organizaciones defensoras del medioambiente y de sindicatos de obreros del cobre, de los más alejados rincones del mundo, invitándoles a la reunión de Antofagasta y a que consultaran la página web, recientemente configurada, de la Fundación Guálado.

El dossier Guálado, empezó a ser enviado a todos los rincones del mundo y dos días antes del inicio de la Conferencia de CIPEC, el sitio electrónico con el proyecto, enunciado con todos sus detalles, promovía consultas a todos los niveles empresariales y sociales, recibiendo tal número de visitas, que hasta puede haber marcado un record. Todo aquel tránsito de informaciones y consultas, obligó al Ingeniero Informático de Empresas Aranjuez, habilitar más equipos y operadores, para atender las consultas y emitir las informaciones requeridas.

Lo que parecía ser un fracaso de la Conferencia Oficial, había resultado un extraordinario motivo para que empresarios, organizaciones sociales, organizaciones gremiales de trabajadores, de los más recónditos rincones del planeta, se enteraran del proyecto de Regino Guálado, sumándose la mayoría a la columna, aportando ideas, ofreciendo su colaboración y fundamentalmente adhiriendo incondicionalmente al mismo.

En aquel momento, la Fundación Guálado, había trascendido de tal manera, que su ideólogo, entendió que su proyecto ya era del mundo y había llegado la hora de transferir su desarrollo, a la totalidad de las fuerzas involucradas en su contenido.

II

La reserva de hospedaje y salas de reuniones, acabó con la capacidad de Antofagasta. Las reservas oficiales, no alcanzaron al veinte por ciento, siendo la convocatoria por el Proyecto Guálado, la que demandó más espacios.

Antes de iniciar el trabajo de la Conferencia, Javier ya detectaba el total fracaso. No se conseguiría el quórum mínimo, para que las deliberaciones y sus decisiones, tuvieran carácter oficial. Era evidente el boicot, por la no asistencia, que significaba para aquel organismo intergubernamental, su total ineficiencia, exigiendo urgentemente su reorganización.

Aquel desafío quedaría planteado y en el correr de los meses siguientes, el equipo chileno, procuraría una convocatoria que interesara a más países, en la sobrevivencia de la CIPEC. Pero a pesar de la escasa concurrencia, luego de la inauguración y la constatación de la falta de quórum, procurarían iniciar, con los asistentes, la consideración del temario en forma no oficial, para aunar criterios que tendieran a un nuevo resurgimiento del organismo.

La Conferencia Internacional de Países Exportadores de Cobre, inició sus deliberaciones plenarias, acreditándose  un total de nueve delegaciones, cuatro de países tercermundistas, Chile (productor de casi el veinticinco por ciento de cobre a nivel mundial), Zambia, Namibia y Cuba y cinco del mundo industrializado: Inglaterra, líder del grupo, Francia, Estados Unidos de Norte América, Suecia y Alemania.

El mapa representado, en producción de cobre, reunía entre Chile, Namibia y Zambia casi el setenta por ciento, siendo el treinta restante distribuido entre el resto de las demás delegaciones, pero esa proporción no se reflejaba en el poder de decisión de la CIPEC.

Confirmada la falta de quórum y aceptada la propuesta de la delegación organizadora, los visitantes iniciaron reuniones parciales, polarizándose en dos grupos, muy bien definidos, por un lado los tercermundistas y por el otro los representantes de los países ricos.

La Conferencia, ya definida como no oficial, en su primer día se redujo a una serie de conciliábulos, entre las delegaciones de Londres y Nueva York, con alguna consulta a franceses y alemanes, mientras los suecos quedaban expectantes a las directrices del líder. Por otro lado las delegaciones tercermundistas, establecían contactos con delegaciones de la reunión paralela, varias veces más numerosa, que la oficial.

Cuando al anochecer, de aquel primer día, pudo reunirse el plenario, las palabras de bienvenida, que estuvieron a cargo del Ingeniero Javier Sorondo, que además de presidir la Conferencia como representante del País anfitrión, encabezaba su delegación, contenían una enorme carga emocional, reclamando responsabilidad a los países exportadores, que no asistieron y el máximo esfuerzo a los presentes, para considerar un temario fundamental para la continuidad de la organización. La reunión no pasó del acto protocolar de apertura de la Conferencia y la aprobación de la constitución de las comisiones de trabajo, que se reunirían al día siguiente para considerar los distintos temas.

La Comisión, que en aquella conferencia sería trascendente, era la encargada de la futura política de precios, luego la que consideraría la inversión tecnológica aplicada a la extracción y procesos y por último la de los recursos humanos.

Desde los primeros cambios de opiniones, los economistas representantes de Estados Unidos e Inglaterra, con el incondicional respaldo de Francia, Alemania y Suecia, abogaron por una ecuación de costos, con un mínimo componente de mano de obra, decretando un real congelamiento de las retribuciones y cargas por seguridad laboral y beneficios sociales. Obviamente la mayoría de las explotaciones cupríferas, estaban en manos de multinacionales y se radicaban en los países del centro sur africano, Sudamérica, Australia y algunos países asiáticos, tales como Afganistán, India, Birmania, Mongolia y Vietnam, entre otros. De prosperar aquella tesis, las terribles consecuencias caerían sobre los obreros que trabajaban en condiciones infrahumanas. Los mineros trabajaron toda su vida inmersos en la miseria, por lo que no vieron necesario considerar sus salarios ni sus condiciones de trabajo.
 
Ésta deliberación, selló el fracaso, quedando en evidencia la posición del bloque liderado por Londres, que férreamente trataba de imponer aquella estructura de costos. Más para las multinacionales, menos para los países dueños de las minas.

La comisión de tecnología, se enfrascó en una inútil discusión sobre las condiciones en que los países industriales, proveerían la tecnología y fundamentalmente el acceso a la capacitación de los subdesarrollados.

En la de Recursos Humanos, al igual que las demás, era evidente el enfrentamiento entre los dos bloques, no llegando a ninguna conclusión de consenso.

Concluyendo, luego de unas pocas horas de fuertes confrontaciones, se reunieron en plenario, para exponer los resultados, que al no haber ningún consenso, confirmó el fracaso. La CIPEC, si no era reestructurada en forma urgente, estaba condenada a desaparecer.

III

En una amplia sala, del principal hotel de Antofagasta, frente a más de un centenar y medio de empresarios de la industria del cobre, representantes de organizaciones ecologistas y del Sindicato de Obreros del Cobre de Chile, en el estrado, presidiendo la magnífica reunión, se alineaban, Wilson Rodas, Stella Spencer, Dagoberto Sueiro, Bob Margan Jr., el sindicalista Darío Pérez, Esther Cuesta, ecologista colombiana y Omar Fernández, ejecutivo de una factoría peruana, que explotaba sus minas cercanas a la frontera chilena e intimo amigo de Javier Sorondo, que también había sido un elemento fundamental en el trabajo de organización.

Stella fue la encargada de la inauguración. Luego de algunas palabras de bienvenida, hizo la presentación de Dagoberto Sueiro, solicitándole, que antes de tratar los temas concernientes estrictamente a la explotación del cobre, explicara a la numerosa concurrencia, los alcances del Proyecto Guálado.

Fue muy claro y directo. Con su proverbial simpatía, en ajustados términos, expuso los fines de la Fundación Guálado, aclarando en forma fehaciente, todas las dudas que muchos asistentes tenían sobre el dossier. Hacía muy pocos días que habían tomado contacto con el proyecto y algo que parecía de alcances tan enormes, requería muchas explicaciones y las preguntas se sucedieron por varias horas.

Para finalizar su exposición quiso Dagoberto Sueiro, recordar las palabras del filósofo japonés, Daisaku Ikeda, extraídas de su “Propuesta de Paz” realizada en enero de 1997: “En esta época, la nación-estado soberana ha sido prácticamente el único agente con fuerza de decisión en la comunidad internacional. Sin embargo, creo que a medida que nos alejemos del siglo XX, el mundo irá tomando distancia gradual de esa estructura de poder. Siento que estamos ante una mega tendencia que nadie puede darse el lujo de obviar. La transición resulta inevitable, por varias razones... ninguno de los problemas –incluidos aquí el daño ecológico y la superpoblación- podrá resolverse sólo dentro del marco operativo de los estados soberanos. La solución se encuentra únicamente en el trabajo coordinado y cooperativo de todos los actores del quehacer internacional.”

Está pues, en manos de empresarios, obreros y todas las organizaciones no gubernamentales, aunar esfuerzos y tomar este desafío. La Fundación Guálado es la herramienta que nos permitirá recorrer el camino que será vía para el surgimiento real de nuestros países, aventando el subdesarrollo, el hambre y la vida miserable de la mitad de la población mundial. Por eso como cuestión primordial, debemos desterrar definitivamente todo lo que signifique luchas o enfrentamientos de “clases” y entre el empresario que aplica su capital para posibilitar la producción, el obrero –inclúyase aquí desde el obrero manual hasta el más alto ejecutivo- que aplican su capacidad hacedora y las organizaciones sociales que abogan por solucionar problemas que abruman tanto al ser humano como su entorno, encabezar la lucha y abrir la senda a recorrer, hacia un mundo más justo.

Esta lucha aglutinará continentes, razas y religiones. Negros, blancos y amarillos, católicos, judíos, islámicos, budistas, gnósticos y los pertenecientes a cualquier credo, verán que sus diferencias raciales o religiosas no son óbice para bregar juntos por una mejor calidad de vida, defendiendo sus reales derechos sobre sus propios terruños.

Aquella tarde, no hubo barreras idiomáticas, a pesar de la diversidad de lenguas. Tanto Stella Spencer como Esther Cuesta, se transformaban momentáneamente en traductoras, viabilizando la comunicación, cuando algún asistente tenía dudas.

La convocatoria había sido cursada para tratar temas relacionados con la explotación del cobre, aunque el giro dado en su inicio, fue aceptado por la totalidad de los concurrentes, generalizando el debate sobre los alcances del proyecto Guálado.

Luego de la disertación de Dagoberto, la ecologista Esther Cuesta, abordó el tema de las reservas hídricas, la contaminación del agua superficial y subterránea y la polución de la biosfera. En base a un muy detallado estudio, realizado por su organización, sobre la Orinoquia y el avance alcanzado en la Amazonia, conjuntamente con una similar brasileña, clarificó a todos los presentes, el futuro drama que viviría el mundo, si no se encaraban políticas muy serias, sobre el tratamiento de las distintas reservas.

En una pequeñísima parte de los humedales de la cuenca del río Orinoco, algunos agricultores, habían emprendido con gran fuerza la producción ecológica, abriendo la posibilidad del uso sustentable del recurso hídrico. En estas plantaciones, no se usaban pesticidas ni fertilizantes químicos, impidiendo la contaminación de las fuentes de agua y permitiendo un ciclo hidrológico totalmente inocuo.

La producción de alimentos obtenidos en estas condiciones, tenían un valor agregado en calidad, que los hacían más apetecibles y por lo tanto adquirían un mayor valor de venta, resarciendo largamente el esfuerzo aplicado en el control de plagas en forma natural y la utilización de fertilizantes orgánicos.

Sin embargo esta porción de la cuenca, no alcanzaba siquiera un cinco por ciento de su superficie. Consecuentemente, en la mayor superficie explotada, la contaminación era permanente y tremendamente agresiva. Aún las consecuencias, no eran dramáticas, porque grandes extensiones de difícil acceso, se mantenían inexplotadas, por lo que la cuenca podía considerarse con un índice bajo de contaminación.

La organización de Esther Cuesta, según las proyecciones que consideraban la permanente devastación de la selva virgen, abriendo nuevos campos de cultivo y la utilización indiscriminada, sin ningún contralor legal, de pesticidas químicos, de altísimo índice de contaminación, la reserva hídrica de la Orinoquia, estaría condenada a sufrir su total deterioro en un término que no excedería los treinta años.

Aquellas proyecciones, trasladadas al resto de las reservas, ennegrecían el porvenir y lentamente se instalaba el problema en el ánimo de los presentes, dejando claramente evidente el motivo de la inclusión, con tan elevada  consideración, como una de las reivindicaciones fundamentales del Proyecto Guálado, formando el trípode de base, conjuntamente con los recursos naturales y la libertad de precios con la eliminación de los subsidios y trabas a las importaciones del mundo rico, procedentes de los países tercermundistas.

Aquella exposición, demostró que el correcto tratamiento del agua en general, en toda la superficie del planeta, era un propósito de alta prioridad, para la permanencia de la vida, tal como la conocemos actualmente.

IV

Como muy bien lo hiciera ver la ecologista colombiana, no solamente el agua era un recurso fundamental para la vida, sino que la optimización de las explotaciones de recursos naturales y la obtención de precios razonables eran otros dos elementos esenciales, para mejorar las condiciones de vida de más de la mitad de los habitantes del planeta.

Por lo que la geóloga Stella Spencer, solicitó a su colega Bob Morgan Jr., se ocupara en desarrollar el tema referente a las explotaciones de recursos naturales.

Bob, poseía además de su carisma especial, un profundo conocimiento de la explotación cuprífera y todos los procesos de extracción y refinación. Pero sus conocimientos no se limitaban al cobre, sino que había dedicado varios años al estudio de las distintas composiciones de terrenos de su Zambia natal, en un programa no oficial, integrando un grupo multidisciplinario, que pretendía disponer de un mapa con las aptitudes de cada zona, para implantar proyectos de inversión agropecuaria auto sustentables. Fue un proyecto de gran envergadura, que si bien estaba disponible para la consulta de los grupos inversores, no había tenido la suficiente difusión y aún, luego de dos años de su conclusión, nadie había solicitado su valioso auxilio.

Aquel trabajo le había introducido de lleno en las posibilidades agrícolas de los distintos suelos, dándole la suficiente autoridad, para disertar sobre las conveniencias o inconveniencias de aplicar a determinado suelo, una enorme gama de cultivos. Dominaba las distintas formas convenientes, de rotación de cultivos, que evitaran el agotamiento de los nutrientes, asegurando la sustentabilidad de los mismos.

Con su voz profunda y pausada, exultante de simpatía y con un atrapante tono, captó totalmente la atención de la nutrida concurrencia, dándole la posibilidad de explayarse extensamente.

Dando inicio a su disertación, explicó las condiciones de explotación del cobre en Zambia, marcando una notable diferencia en las formas llevadas adelante por los mineros Zambianos y por las explotaciones propiedades de las compañías extranjeras.

En una gran porción del país, conocido como “El cinturón de cobre”, estaban radicadas la mayoría de las minas, consideradas como las de mayor riqueza del mundo. Donde junto al cobre se encontraban ricas menas de plata, oro, bismuto y plomo. Si bien se cuentan varias explotaciones, en manos de mineros autóctonos, la mayoría son explotadas por multinacionales británicas,  norteamericanas y en menor medida belgas. La CIPEC, en su acta constitutiva, respalda, fomenta y apoya la nacionalización de los recursos cupríferos, esbozando el enfrentamiento y represalias a las empresas multinacionales, aunque en la realidad, es muy poco lo que pudo hacer, puesto que la representación es mayoritariamente constituida por países que dependen fuertemente del apoyo condicionante del FMI y de los demás organismos de crédito internacionales, que respaldan férreamente la globalización, camino por el que las multinacionales se extienden por todos los rincones del mundo.

Al estar los gobiernos tan comprometidos y carentes de políticas nacionalizadoras, queda en manos de los capitales autóctonos el intento de ir paulatinamente, desplazando los capitales internacionales. En la explotación del cobre, los mineros zambianos han realizado una pertinaz lucha por extender sus factorías, consiguiendo en algunos casos, absorber gran cantidad de obreros que trabajaban para las multinacionales en condiciones infrahumanas, ofreciéndoles mejores salarios, mejores asistencias sociales y mejores condiciones laborales, al extremo de crearles serios problemas de producción por falta de operarios, principalmente los que estaban afectados directamente en la extracción, a algunas compañías extranjeras.

Si el problema de la explotación minera era preocupante, también lo era la agrícola, aunque no por los mismos motivos.

El país cuenta con una gran extensión de sabanas con tierras feraces, aunque incultas, donde cabría la posibilidad de explotar la agricultura, con fines no solamente de subsistencia, sino dirigida a la exportación. Las dos terceras partes de las fuerzas totales de trabajo, están dedicadas a la agricultura y los beneficios se reducen, a cubrir parte del consumo interno, sin poder llegar a un volumen exportable, por la carencia total de apoyo financiero y tecnológico, debiendo realizar la explotación en condiciones de extrema precariedad. Además la insuficiencia de los tendidos ferroviarios y carreteros, dificultan la llegada a tiempo de semillas, fertilizantes y demás insumos, como también el traslado de la magra producción a los centros de consumo, haciendo más difícil y menos rentable su dura labor.

Otra gran dificultad que los agricultores zambianos, deberían superar, si llegaran a producciones exportables, es su condición de mediterraneidad, con los únicos accesos al mar, a través de Angola con salida al océano Atlántico y a través de Tanzania al océano Índico. Un nuevo agravante surgió en la década de 1970, con la guerra civil de Angola, haciendo más difícil el tránsito por el ramal ferroviario de Benguela. Además el único aeropuerto internacional se encuentra en Lusaka, alejado de las zonas agrícolas.

Es prioritario, entonces, un fuerte apoyo en técnicas modernas, que debe incluir además de la tecnología, capacitación y medios para llegar rápidamente con su producción a los lugares de consumo y de exportación, con un soporte logístico de primera línea.

Es correcto decir que en su país, el ochenta por ciento de la población, no conoce la informática, ni siquiera tiene el más lejano pensamiento de su existencia, lo que indica la imperiosa necesidad de aportar conocimientos. Además la cobertura energética se reduce a las ciudades y algunas pocas aldeas cercanas a éstas, por lo que la tecnología electrónica debe ser precedida de la posibilidad de acceso a una energía barata y segura.

Los asuntos domésticos de Zambia, eran una mera muestra de una gran gama de dificultades que la mayoría de los países subdesarrollados cargaban sobre sus magras economías y con una recorrida rápida de algunos países africanos, analizando sus distintas situaciones, Bob Morgan Jr., dejaba al descubierto la terrible realidad de aquella paupérrima parte del mundo, cuyos habitantes cargaban con el fantasma de la miseria, la más elevada mortandad infantil, la desnutrición y una exigua expectativa de sobrevivencia. Tal como lo advirtiera el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) en su “Informe sobre Desarrollo Humano – 1996”: “Si prosigue la tendencia actual, las desigualdades económicas entre las naciones industrializadas y los países en desarrollo ya no serán tan sólo injustas, sino inhumanas”

Aquella exposición, cruda, realista, sin tapujos, dejó un sabor amargo en el ánimo de los concurrentes, pero la reacción no se hizo esperar, dando paso a un innumerable cambio de opiniones y las intervenciones de representantes de las más apartadas regiones de la tierra, describiendo las  carencias y dificultades que sufrían sus respectivos pueblos, creando una conciencia de cambios, que nunca habían  pensado siquiera, en una remota posibilidad de alcanzar.

El éxito, de aquella “Reunión de los Pobres del Mundo”, como sería nominada por la prensa chilena, adquirió en pocas horas una trascendencia tal, que las grandes cadenas de noticias que recorrían todo el planeta, no pudieron obviar, transformando la ciudad de Antofagasta en el centro de referencia, que en un par de días recibiría una verdadera avalancha de reporteros de los países pobres, pero también de los ricos del norte.

La fracasada reunión de la CIPEC, sirvió para que los convocados por el grupo minero, realizara un lanzamiento apoteósico del Proyecto Guálado, obteniendo la mayor prensa mundial imaginada.

Efectivamente, el proyecto entraba en su mayoría de edad y el hecho no pasaría desapercibido.






















Capítulo XII 

Océano, arena y marjal

I

Hacía casi un mes de la última recorrida de trampas de Pedro Villanueva, en la fraterna compañía de su amigo, el arquitecto Carlos García y aquellos días ocuparon la mente del nutriero, con el análisis de la propuesta de trabajo en la planta industrial de Empresas Aranjuez.

La sinceridad, con que siempre se hablaron los dos amigos, había sido el ingrediente fundamental, para Pedro tomar una decisión muy razonada y también muy sincera consigo mismo. A pesar de su artritis crónica, se encontraba con la suficiente vitalidad para afrontar el desafío y su respuesta afirmativa, era la única que tenía cabida en su pensamiento.

El día señalado había llegado y casi al final de la mañana, el arquitecto Carlos García, estacionaba su camioneta y ante la ruidosa y alegre bienvenida de Fumasa, a paso firme y decidido, atravesaba el corto trecho del portón a la campera vivienda de Pedro, con la infaltable botella de Tannat en su mano y en su rostro, la más cordial sonrisa. Bajo el viraró, ya estaba dispuesta la mesa y a los pocos metros chisporroteaban las brasas cuando las gotas de las jugosas costillas de novillo, caían sobre las ascuas, despidiendo el exquisito olor del criollo asado oriental.

El fraterno saludo de los dos hombres, tan alejados en sus condiciones de riqueza, de cultura, de trabajo, de edad, incluso del aspecto de sus vestimentas, haría pensar a cualquier desconocido, en una evidente equivocación o cuando menos en una falta total de sinceridad en el efusivo abrazo. Craso error, era el abrazo de dos entrañables amigos, que querían disfrutar con fruición, los  momentos que sus ocupaciones les permitían estar juntos, amparados en la enorme amistad que les unía y para deleitarse saboreando un buen asado y un buen vino, mientras platicaban largamente sobre todas y cada una de las cosas que les alegraban o entristecían, que les aportaban felicidad o angustia, que amaban o repudiaban y de los más disímiles temas, que formaban parte de  sus solitarias vidas.

Mientras terminaba de asarse la carne, disfrutaron de una buena copa de la exquisita caña con butiá, que nunca faltaba en la casa de Pedro y que su amigo había aprendido a gustar en aquel mismo rancho. El momento era propicio para hablar sobre las pequeñas cosas diarias, de las trampas, de las nutrias, de la policromía del marjal, de su poesía de trinos y susurros y también de los avances del proyecto de ampliación de la planta industrial.

El duro verano y el principio de otoño sin lluvias, había restado agua al estero, presentando una gama de colores eminentemente ocres, con algunos destellos del verde intenso de los juncales, destacando trozos de tierra negra, pegajosa y resbaladiza, donde pululaban pequeños reptiles y batracios que unían su coro de demanda de agua, al trino de miles de pájaros, en la más hermosa eclosión  de vida. La reproducción de nutrias era baja y escaseaba la caza, por lo que Pedro encontraba la mayoría de las trampas vacías o con animales flacos y deslucidos, con pieles de mala calidad, debiendo mermar el armado y trasladarlo a zonas más profundas, que por lo tanto le insumían mayor esfuerzo, aunque no mucho mayor producto.

Aquella sequía, con todas las dificultades que acarreara a Pedro, marcó el inminente retiro de su actividad nutriera, siendo el tema inicial de la charla de aquel mediodía. No eran desconocidos para Carlos, aquellos acontecimientos y sabía que los mismos no solo habían erosionado económicamente a su amigo, sino que también en su ánimo, habían causado estragos.

Recién, cuando saboreaban complacidos el postre, compuesto por un  buen trozo de queso, bañado con una jalea acaramelada de butiá, el nutriero le expresó a su amigo, la aceptación del trabajo en la factoría Aranjuez. El reinicio de la obra se produciría en el correr de la próxima semana, por lo que era imperioso que Pedro fuera aquella misma tarde, a la oficina de Carlos, a cumplir algunas formalidades, para integrarse al equipo inmediatamente, puesto que al día siguiente ya comenzarían a arribar algunos camiones con materiales, que requerirían del control correspondiente.

En aquella forma se iniciaba el más notable cambio en la vida del nutriero, que le llevaría por senderos insospechados, llenando plenamente sus próximos años, con experiencias que ni siquiera tuvieran cabida en su pensamiento, recluido por decenios en los límites del estero.

Ya antes de arribar, el cambio era notable, tal como se lo dijera Jesús, desde la última visita de su padre a la factoría, luego de finalizada la primera etapa y en plena producción la planta de procesamiento de alimentos, se había transformado en un reducto de intensa actividad, rodeado de un hermoso parque. El césped, los macizos de flores, los árboles en pleno crecimiento y los colores pastel de los distintos edificios, aparentaban un fresco oasis en medio del arenal, aunque la presencia azul intenso del océano, surcado por las crestas espumosas de las olas y el policromo marjal, aventaban la idea de desierto, conjuntando un paradisíaco muestrario de la costa rochense, en la que había nacido un polo de desarrollo.

La nueva obra ocuparía una extensión de costa, apartada unos cuatrocientos o quinientos metros de las edificaciones habilitadas y se compondría, de tres enormes naves que albergarían los centros de recibo, procesamiento y cámaras de frío, para la captura, que la flota pesquera desembarcaría en el nuevo puerto, cuya construcción estaba incluida en aquella etapa. Aquella terminal pesquera, sería el tramo final del proyecto para el departamento de Rocha, que englobaría la producción de alimentos con las materias primas provenientes de la extensa zona agropecuaria y de la riqueza ictícola de las aguas territoriales y del Atlántico sur.

El lugar para instalar la factoría, había sido elegido cuidadosamente, en un lugar agreste y alejado de las playas que conformaban el atractivo turístico, por lo que las instalaciones, tanto puerto como edificios, no alteraría lo más mínimo, el posible desarrollo de la incipiente industria sin chimeneas. Aunque también, aquel conjunto de edificios industriales, con las coquetas casitas que se distribuían ordenadamente extendiéndose sobre el césped y el roquedal, como un pequeño y pintoresco poblado, con calles de caprichoso trazado y buen pavimento, con todo el confort de la ciudad, serían un nuevo motivo para atraer a más turistas, aunque aún, no había llegado el momento de invertir en infraestructura hotelera, cosa nunca descartada por Apolinario Aranjuez. Ahora era tiempo de desarrollo, en base al producto del trabajo de los lugareños, que se extendían por los departamentos del sur-este del país.

El promontorio donde se situaba el novel poblado, aparecía a la vista del viajero que recorría la ruta nacional número nueve, hacia el este, al superar la amplia curva que a unos diez kilómetros, pasando la ciudad de Castillos, la arrimaba al océano. El estero a la izquierda y a la derecha el mar, enmarcaba una de las más bellas postales costeras y ningún viajero dejaría de detenerse en el bullicioso parador y disfrutar de la bravura del oleaje que arrullaba a sus moradores.

Mientras se dirigían al edificio, donde Carlos tenía su despacho, no pasaron desapercibidos para Pedro, los cambios ocurridos en los últimos meses y con deleite observaba la belleza y armonía del lugar, que sería su nuevo estero, aunque sin trampas, sin nutrias y  sin humedad. Al fin sus articulaciones, dejarían de sufrir tanto maltrato.

II

En el despacho, saboreando un humeante café, les esperaba Dagoberto Sueiro, representante general de Apolinario Aranjuez, quien acababa de arribar desde la capital, para concertar con los distintos técnicos algunos pormenores de la nueva construcción.

Pedro, ya había tenido oportunidad de conocerle cuando el accidente de Jesús, por lo que no eran necesarias las presentaciones. Luego del saludo y un breve intercambio de palabras, el encargado de personal de la empresa, se ocupó de introducir los datos del nuevo operario, en su computadora, quedando definitivamente incorporado al staff de la constructora Pérez, García y Asociados, integrante del grupo Aranjuez.

Junto al arquitecto García, Dagoberto Sueiro, Feliciano Rosas, el capataz que cuando el accidente de Jesús conociera y le demostrara la gran amistad que le unía a su hijo, un arquitecto residente en la factoría, Daniel Aranjuez y otro operario, Pedro fue invitado a recorrer la zona de la obra, en la que ya hacía varios días se procedía a los movimientos de tierra, para su fundación.

Mientras atentamente escuchaban las explicaciones del arquitecto García, sobre las distintas obras a emprender, fueron formándose pequeños grupos que intercambiaban opiniones e impresiones de las distintas etapas. Pedro un tanto cohibido, por su ignorancia en aquella materia, quedaba casi al margen de los comentarios, no atinando a emitir ninguna opinión. Esta actitud no pasó desapercibida para el moreno representante de Aranjuez.

Dago, hábilmente, fue arrimándose al nuevo integrante del equipo, con el propósito de ayudarlo a romper aquel mutismo, que presentía le resultaba muy incómodo. A poco de iniciado el diálogo, Pedro dio muestras sobradas, de su capacidad de comunicación, encontrando un magnífico conversador en aquel moreno, maduro, pero aún de presencia joven, de privilegiado físico de jugador de basketball, ágil y atlético, que en pocos minutos consiguió aventar la timidez que le embargara, el tan radical cambio en su vida y actividad.

La animada charla, no impidió seguir atentamente las explicaciones de los arquitectos, sobre la obra y las distintas dependencias a edificar, como de los pormenores del futuro puerto. Solamente el rugir de los motores de las grandes máquinas que realizaban los movimientos de tierra y el atronador batir del oleaje en el rompiente de la costa, acallaban por algunos instantes las palabras.

El ex nutriero, comprendió por las palabras de su interlocutor, que procedía de algún barrio pobre de la capital y que había llegado a su posición actual, con duro trabajo y mucho esfuerzo. Que con su amigo, el presidente de Empresas Aranjuez, juntos desde sus primeros años de vida, recorrió un largo y azaroso camino, luchando contra las varias crisis sufridas por el País y contra la elite de especuladores, que medraban aprovechando los momentos difíciles. Luego de sus inicios como dependientes, del mercadito de la calle Durazno, en el barrio Sur montevideano, al asociarse con el dueño y tomar las riendas del negocio, empezaron una lucha sin cuartel contra aquellos estafadores, creando sobre Apolinario Aranjuez una aureola de impiedad, llegando a ser temido y odiado, al extremo de ser blanco de los más fieros ataques, para hacerlo desaparecer de la comunidad empresarial uruguaya.

Aquella tarde, Pedro se enteró de cómo la implacabilidad de Apolinario Aranjuez, había terminado con gran cantidad de “empresarios”, que no escatimaron formas, por demás retorcidas, por imponer condiciones lapidarias a sus clientes, licuando magras ganancias y topeando las posibilidades de desarrollo a cantidad de buenos, aunque pequeños, comerciantes e industriales que formaron la mayor masa de creadores de fuentes de trabajo en el País, siendo una de las más grandes bases económicas de la sociedad. Medrando en las épocas de crisis, fueron los causantes del fin, de una enorme cantidad de puestos de trabajo.

Aplicando su filosofía humanista, Aranjuez consiguió, aunque no con poco esfuerzo, conjuntar fuerzas de trabajo dispersas, formando cooperativas y sociedades, apoyadas financieramente por su grupo empresarial, que lograron increíble desarrollo, consiguiendo una cadena de abastecimientos de primera línea y asegurando a sus asociados fuentes de trabajo genuinas, autosuficientes y seguras. Habiendo empezado por los rubros alimentarios, en pocos años, ya incursionaba por la más diversa gama de ramos, participando en las industrias del plástico, textil, pesquera, transportes, electrónica y en aquel momento se preparaba para iniciar la portuaria.

III

Temprano por la mañana, Pedro limpió y ajustó cuidadosamente su vieja bicicleta, que permanecía largas temporadas colgada en un gancho del galpón y cuando el sol aventaba las sombras nocturnas,  haciendo su tímida aparición por sobre la costa, pugnando por rasgar los velos de bruma, que el incipiente invierno apelotonaba sobre los campos, iniciaba su primer corto viaje a su flamante trabajo, cargando además del peso del pedaleo, un inmenso bagaje de ilusiones, tal como cuando era muy joven, hizo su primera incursión por el estero, en la primer armada de trampas nutrieras.

A pesar de su años, aquella nueva etapa, era un desafío, una lucha personal por superación, era la despedida del rigor y de la humedad, aunque la innata responsabilidad, anidada durante toda su vida en su mente y su corazón, le obligaría a redoblar esfuerzos, para cumplir cabalmente su nueva labor, haciendo honor a la confianza de su amigo, que confió plenamente en él. El compromiso, era consigo mismo. Si defraudaba a su amigo, él se sentiría más defraudado. Pero, no tenía dudas, saldría airoso.

Sabía que le esperaban sorpresas en su primer día de trabajo, pero estaba dispuesto a enfrentarlas.

IV

Anejo al despacho del Encargado de Almacenes, estaba la oficina que junto a otros dos operarios, albergaría a Pedro. Su escritorio era espacioso y le esperaba mostrando sobre su cubierta varias planillas, que en principio le parecieron totalmente incomprensibles. Pero el Encargado de Almacenes, un hombre, quizá algunos años mayor que Pedro, con dotes especiales de didacta, en pocos minutos desentrañó todos los secretos que contenían aquellos cuadros y rótulos y al poco tiempo ya se dirigía, acompañado por uno de sus auxiliares, a la barraca que albergaba los depósitos, a fin de recibir los primeros tres camiones con materiales.

Pasado el primer trance, dedicó un buen tiempo a coordinar con los otros dos ocupantes de la oficina, sus por ahora únicos subalternos, la forma de trabajo que según las indicaciones del arquitecto García, debían llevar adelante. Uno de ellos, se encargaría de la parte informática y el otro, como auxiliar de apoyo, acompañaría a Pedro, para asistirlo en el trabajo de recibo y expedición de los materiales. Contaba además con dos peones que se encargaban del movimiento de los bultos.

Parecía un trabajo sencillo y bastante descansado, aunque a los pocos días, Pedro concluiría: en que ni tan sencillo, ni tan descansado. Cuando realmente empezó el gran movimiento, fue en el instante que la primera cuadrilla de obreros se incorporó a la obra. Desde aquel momento, Pedro tuvo que multiplicarse para poder atender correctamente sus obligaciones y vivió momentos de real agotamiento y preocupación.

Su amigo Carlos, siempre atento a todas las labores de la obra, detectó inmediatamente la desazón del ex nutriero. Al verlo desviviéndose por realizar todo el trabajo, con pocas palabras, muy directas y muy sinceras, le aclaró, que su principal trabajo, era dirigir su equipo y no tratar de suplir a los varios operarios que estaban a su orden. La empresa le había contratado, no para hacer trabajos manuales, sino para explotar la veta intelectual, la facultad extraordinaria de organización y lúcida percepción, asentadas en su probada honestidad, para bajo su égida, llevar un efectivo control de materiales. El primer pequeño cambio que debía emprender, era aventar sus ansias de hacer cosas manuales, aceptar que debía mandar hacer y no hacer él, aventar aquella timidez que le impedía hacer aquellas cosas que aparentaban superioridad sobre sus compañeros, pero que eran necesarias para un buen desempeño de toda la función. Él era el jefe y debía actuar como tal y para eso debía emprender un cambio mental, quizá engorroso por su forma de ser, pero imprescindible para seguir adelante.

Su amigo arquitecto, le anunció que al ver las dificultades que estaba enfrentando y para prestarle una ayuda, había mantenido una charla con el encargado, hombre de vastísima experiencia en el tratamiento de bodegas y depósitos y a partir del día siguiente, haría sus trabajos en compañía de su jefe, a fin de orientarle en la forma de proceder, para maximizar los resultados.

Consciente de su carencia de facultad de mando, encontró sumamente bueno el cambio y tuvo la seguridad que con aquel apoyo, en pocos días podría desempeñarse sólo y con la mayor solvencia. Dispensaría toda su atención para captar las indicaciones que seguramente recibiría.

V
                                                         
A los pocos meses, las enormes estructuras destacaban su silueta sobre el fondo azul del océano y la construcción del puerto, estaba cambiando lentamente un buen tramo de costa, trocando el pedregal del rompiente en una enorme muralla con los correspondientes malecones de atraque, que poco a poco ganaban terreno, internándose en las aguas como largos espigones.

Además de puerto pesquero, al estar emplazado sobre aguas profundas, estaba previsto un gran espigón en el extremo más alejado, para el atraque de barcos de gran calado, para carga general, principalmente cerealeros, por donde podría captarse el embarque de las producciones de los departamentos arroceros y de una buena región de Río Grande del Sur, el estado limítrofe de la República Federativa de Brasil, constituyéndose en el único puerto de aguas profundas de la zona. Pero, en los primeros tiempos la mira estaba puesta en la actividad pesquera y el atraque de los grandes barcos, podría encararse recién después, que la terminal procesadora estuviera funcionando a pleno.

Luego de aquellos meses de trabajo, el ex nutriero, ya se había adaptado  a su nuevo trabajo y tal como lo había previsto el arquitecto García, había resultado un magnífico organizador, dirigiendo un numeroso equipo activo y responsable, que aseguraban un perfecto tratamiento de todo el movimiento de materiales, terminando con los frecuentes errores del pasado, manteniendo un exacto inventario, verificable con suma facilidad, gracias a la prolijidad con que se llevaban los registros y el orden imperante en los almacenes.

Era tal el entusiasmo de Pedro, que había decidido empezar a aprender la operativa de los equipos informáticos, interesado en las facilidades que le suministraban en materia de datos sobre los distintos materiales, pudiendo en cualquier momento saber exactamente la cantidad, características y lugar de acopio de cualquiera de ellos. En una, de las frecuentes charlas con su jefe, el Encargado de Almacenes, escuchó con sorpresa la noticia  de que sus nuevos conocimientos, serían un apoyo imprescindibles, para el momento en que tuviera que ocupar su lugar, dado su pronto retiro jubilatorio. Aquel anuncio de un próximo ascenso, no esperado, ni siquiera pensado, llenó su pecho de orgullo y alegría, ansioso del momento de encontrarse con Jesús, para comentarle la buena nueva.

Pedro, había encontrado un nuevo rumbo en su vida, que le llenaba de satisfacciones, tenía un trabajo seguro, dirigiendo un equipo de gente inteligente y sumamente cordial, que terminaban siendo un equipo de amigos que se desvivían por cumplir a total satisfacción con sus tareas, conformes con sus remuneraciones y felices por la bonhomía del jefe que les había tocado tener.

Añoraba sus incursiones por el marjal, contemplar el rústico paisaje, escuchar los mil sonidos, llenarse de los colores de vida de su querido estero, pero, aquella añoranza, la superaba con las bondades de sus nuevas tareas.

Carlos, siempre pendiente de su entrañable amigo, adivinando el motivo de aquellos ramalazos  que ensombrecían su rostro, sorpresivamente un viernes, le pidió que le acompañara en una recorrida por el estero, pues tenía la intención de filmar las bellezas que encerraban y no había mejor guía que un conocedor nato de la región. La expresión de alegría de Pedro, aseguraba no solamente, un buen recorrido, sino también saborear un buen asado y un excelente vino y fundamentalmente su reencuentro con aquella eclosión de vida que desde su primer contacto, en su juventud, le atrapó para toda su existencia.

Concertada la excursión, Carlos se iría con su amigo, el sábado al terminar la jornada de trabajo, luego de almorzar en el comedor de la factoría, y ya por la tarde harían un pequeño recorrido por la zona más cercana, pernotarían en el rancho de Pedro y temprano el domingo, partirían nuevamente en su excursión fílmica, hasta el mediodía, para almorzar como era costumbre, bajo la sombra del viraró.

En el supermercado de la factoría, luego del almuerzo, compraron el asado, chorizo, vino, un frasco de dulce de boniatos con almíbar de caramelo y una botella de caña para agregarle una buena cantidad de frutas de butiá. Bien preparados, para pasar un buen fin de semana, Pedro cargó su bicicleta en la caja de la camioneta de Carlos y felices partieron, hacia la aventura que a ambos apasionaba.

Montados en los mismos caballos, que tantas veces les internaran por los intrincados canales del estero, disfrutaron la hermosa tarde, fresca, pero de sol radiante, mientras Carlos con su filmadora, captaba paisajes, pájaros, carpinchos, nutrias que marcaban la límpida estela que mecían quedamente los camalotes, balanceando voluptuosamente  los nenúfares y haciendo temblar nerviosos los juncales. Pero el momento sublime llegaría al final de la tarde, cuando las bandadas de garzas blancas y rosadas, los flamencos, los cisnes, los patos, los gansos y cientos de otras aves, llegaban de los miles rincones de las marismas, a sus nidos a pernoctar, uniendo su bullicio al ronco grito de los chajaes, el chapoteo de los carpinchos, el trino de los pájaros y los mil sonidos en la incomparable eclosión diaria de la incomparable vida del estero.

No sería la última incursión, sino que el estero sería por siempre, un punto de comunión de aquellos dos hombres, con la lujuria de la naturaleza agreste y bella. Jamás el ex nutriero sentiría el desarraigo, sino que su mundo seguía vivo, impregnando su alma de colores, murmullos y trinos.

Como colofón del intensamente disfrutado día, de recorrido por el humedal, Carlos le anunció a su amigo, la visita que realizaría a la zona, el próximo lunes, una ecologista amiga, quien tenía la intención de realizar algunas encuestas y estudios sobre el ecosistema. Como la visitante le había requerido un guía, le rogaba que aceptara tal misión, adelantándole que en caso afirmativo, la compañía le concedería los días de asueto que necesitara.

Luego de asegurarse que su labor en la factoría, no se vería resentida, con mucho gusto, Pedro aceptó el encargo.

VI

La historia de la factoría de la costa rochense, motor del gran cambio que vieron llegar a pasos seguros, para mejorar la vida de miles de pobladores de aquellos pagos, sería uno de los tantos ejemplos que el mundo conocería y muchos empresarios progresistas del subdesarrollado sur, tratarían de emular, llevando a remotas regiones de sus países una luz de esperanza, para los desesperanzados, los hambrientos del mundo olvidado.

Cobijados por la factoría, muchos pescadores artesanales de la zona, promovían una cooperativa, para emprender la ansiada aventura de la pesca en aguas profundas del Atlántico sur y por aquellos días programaban un encuentro con los responsables de Empresas Aranjuez.

Los agricultores de los extensos arrozales del este, avizoraban la concreción de sueños acariciados por siempre, de tener un puerto cerealero por donde sacar su producción, directamente a los grandes mercados del mundo, dándoles más competitividad al reducir los fletes y gastos de acopio. Ya emprendían con mucha fuerza, la tarea de análisis y obtención de espacios  aledaños, para construir baterías de silos y molinos.

Era una realidad que aquellas dunas de arena y piedra entre el océano y el marjal, se convertirían en un plazo quizá muy cercano, en un gran parque agroindustrial, gracias a la gran apuesta que hiciera aquel visionario, convencido de la bondad que imbuía el alma humana, capaz de remover los más arraigados y arcaicos conceptos de explotación de los pobres por los ricos, posibilitando amalgamar potencial económico con fuerzas laborales, con la única finalidad de progreso sostenible para todos.








Capítulo XIII

El estero

I

A media mañana de aquel lunes de fines de abril, el cielo se mostraba amenazante, de color plomizo, destacando algunos nubarrones oscuros que lentamente se elevaban desde el horizonte, como anuncio de la próxima llegada de la lluvia.

La sequía del verano recién terminado, había dejado una profunda herida en el marjal. Grandes tajos cubiertos de barro renegrido, eran los mudos testigos de la desolación, que los últimos tres meses sin lluvias, habían traído,  diezmando la fauna y opacando la flora.

A pesar de la sequía, la rara belleza agreste, había cambiado pero no desaparecido y si la policromía no destacaba tonos brillantes, los tonos pastel marcaban un cuadro de similar disfrute y si su población animal había disminuido en cantidad, no lo había hecho en variedad, brindando igual bullicio. La sinfonía de color y trinos, con variaciones evidentes para los lugareños, no sería notada por extraños y disfrutarían igual como si lo hicieran en plena estación de lluvias.

Un coro de ranas, recibía alborozado, la caída de las primeras gotas y el olor a tierra y pasto mojado, en tibios efluvios, ascendía desde la marisma, saturando el aire y despertando, como por arte de magia, el sin número de sus habitantes, en un alarde de trinos y reclamos de alabo, a aquel regalo del cielo que les devolvía la vida.

Era un día ideal, para recorrer el estero. Alicia Estévez y Pedro, enfundados en sus capotes impermeables, montando los caballos que tantos años de chapotear agua y barro, los hacían sumamente seguros y cómodos,  iniciaban su primera excursión.

Como recién empezaba a llover y era de esperar que aquel clima se prolongaría por algunos días, iniciarían un relevamiento de las zonas más profundas, para en días sucesivos, abarcar el resto de los humedales, que se extendían en una superficie de unos cien kilómetros de largo, desde el arroyo Pelotas al norte, a la laguna de Castillos en el sur, por unos sesenta de ancho, desde el arroyo India Muerta, al oeste, hasta el bañado San Miguel y laguna Negra, en la costa oceánica, al este. Era un trabajo que les insumiría un par de semanas, para un primer relevamiento general y alguna semana más para otros más puntuales.

La labor fue planificada detalladamente por la ecologista y el apoyo que con su profundo conocimiento de la zona, le brindaría Pedro, le aseguraba un excelente trabajo.

II

El ex nutriero, nunca habría imaginado, el nuevo giro que tendría su vida, con aquella expedición que emprendía con la diminuta muchacha.

La joven pertenecía a una organización no gubernamental, que estudiaba la biodiversidad y los distintos ecosistemas, que componían los reservorios superficiales de agua de nuestro País, propendiendo a la defensa de su caudal incontaminado y al mejor aprovechamiento de esas riquezas naturales, siendo una de las varias organizaciones que conformaban la red AGUAS.

Su organización, con aval internacional, era una de las pioneras en la defensa del agua a nivel mundial y el reconocimiento y respeto trascendían las fronteras, siendo uno de los grupos líderes en la materia.

Aquella enriquecedora experiencia, brindaría a Pedro, un nuevo perfil para el conocimiento de su querido estero, que le abriría las puertas de un mundo totalmente desconocido. En aquel momento dejaba de ser un mero abastecedor de nutrias, para transformarse en un enorme abanico de posibilidades, para millones de personas, que dependían de su permanencia.

III

Por la cercanía, iniciaron el recorrido por el bañado de San Miguel, para luego ir derivando hacia el norte. El primer día de cabalgata, agotó físicamente a Alicia, aunque su ánimo se veía tonificado por la vivificante experiencia, que ha pesar de la costumbre, no dejaba de encontrar maravillosa. Aquel contacto con la naturaleza agreste, que para muchas personas sería sumamente sacrificada, era un bálsamo para quienes, como ella, aman tanto la vida natural de las campiñas libres.

En un breve inventario de aves migratorias, fueron localizadas más de quince familias, procedentes desde Canadá a Tierra del Fuego. Chorlitos, ánsares, golondrinas de mar, zarapitos, cisnes, garzas y flamencos eran los más numerosos y de más lucidos colores. Todo quedó registrado, imágenes, reclamos y trinos, en el pequeño equipo de filmación, que Alicia manejaba con solvencia.

La charla amena de la ecologista, y el cambiante espectáculo del estero, visto desde una óptica distinta, habían cautivado a Pedro, quien con sus sentidos alerta, a poco se adelantaba a las observaciones, anunciando anticipadamente, lo que verían en el siguiente recodo, en el próximo juncal, entre los nenúfares que despertaban con la vivificante lluvia, meciéndose en las suaves ondas producidas por el paso de una nutria, en los islotes de camalotes, donde anidaban los ánsares o entre los gráciles y cimbreantes  mimbres, lugar elegido por infinidad de pájaros que entre la algarabía de sus trinos, lucían la eclosión de su colorido.

Nutrias, lobitos, carpinchos, lagartos y tortugas, también fueron avistados y filmados. Fue una preciosa cosecha, la que les dejara aquel primer día, que en las próximas jornadas, seguirían enriqueciendo, para constituir un bagaje de información valiosísimo, para los fines perseguidos por la organización.

Cumplidas las primeras dos semanas de estudios en el marjal, Alicia retornaría a la Capital, para luego del análisis de todo el material recolectado, volver a realizar excursiones puntuales a lugares predeterminados, a fin de estudiar comportamientos especiales de flora y fauna, que serían comparados con antecedentes obtenidos por estudios anteriores. Mientras tanto, Pedro volvería a sus actividades normales en la factoría.

IV

A Pedro, aquellas excursiones por el marjal, como guía de la ecologista, le dejaron, además de una nueva óptica de observación, la decisión de integrarse a la organización que defendía la permanencia del ecosistema de los humedales.

Su inigualable conocimiento de la zona y su acendrado amor por el estero le aseguraron una posición referente y se constituyó en la persona de consulta, para todo el grupo.

Naturalmente, cuando hubo de constituirse la delegación, a una reunión a nivel mundial, que se realizaría en Colombia, su nombre fue sugerido y aceptado con beneplácito por todos.

El ex nutriero, no salía de su asombro al recibir la invitación para viajar a Medellín, integrando la delegación de ecologistas que representarían a Uruguay, para luego de muchas dudas y consultas con sus hijos y sus superiores, acceder honrado por la designación.

Fue un cambio alucinante, para la vida de aquel hombre sencillo, casi analfabeto, que vio abiertas las puertas del mundo, sin siquiera pensarlo.




































XIV

Redentores y Demonios

I

En la conferencia de Antofagasta, se conformó un comité, que se encargaría de organizar una gran reunión con delegaciones de la mayor cantidad posible de países subdesarrollados, con el fin de aunar los esfuerzos y determinar las líneas de acción a seguir, para que el Proyecto Guálado, llegara a ser una realidad.

Transcurrieron varios meses de viajes, contactos, miles de comunicaciones electrónicas, tres juntas realizadas en Montevideo con Regino Guálado, para que al final, pudiera fijarse una fecha, que asegurara la mayor participación.

Se fijó como sede, la ciudad de Medellín, en Colombia y el comité organizador, asistido por Esther Cuesta y Zahira Antunez, estableció su lugar de trabajo, en uno de los principales hoteles de la ciudad, que sería además el albergue de la mayoría de las delegaciones y en sus espaciosas salas de conferencia, se realizaría el encuentro.

Como avanzada de la delegación uruguaya, con una antelación de cinco días, desembarcaba en el aeropuerto de Medellín, Ana Estefanía Aranjuez, que en ese viaje, poco tiempo dedicaría a su novio Gustavo Cienfuegos, a pesar de que el médico y científico colombiano, era uno de los principales activistas en defensa del agua y su presencia era casi permanente al lado de la ecologista Esther Cuesta, aportando toda su capacidad a la prosecución de los fines de la organización, siendo también muy frecuentes, los momentos, que según sus distintas tareas, les reunía en la sala, que se había transformado en un sofisticado centro de operaciones.

El arduo trabajo de organización, resultó en el compromiso de más de ochenta países de enviar delegaciones. Sería una heterogénea reunión, que nuclearia varios idiomas, razas y credos. Concurrirían de la mayoría de los países de Sudamérica, varios de Centroamérica, la mayoría de África, alrededor de veinte del sur y sureste asiático, y un sin número de Oceanía. Habría representaciones de empresarios, sindicatos obreros, organizaciones medioambientalistas y de derechos humanos.

Aquella variedad de participantes, obligaba a una muy afinada organización que debía tener en cuenta, idiomas, idiosincrasias y fundamentalmente credos de sus participantes. Era imperioso considerar que las divergencias religiosas, habían enfrentado a distintos pueblos en encarnizadas luchas durante siglos y no sería fácil reunirlos en paz, aunque el motivo fuera totalmente ajeno a sus diferencias.

Pero como no se trataba de reunir líderes religiosos o políticos, sino lideres comerciales, sindicales y sociales, la esperanza de éxito parecía encontrar los carriles adecuados.

Si bien las horas de agotador trabajo les mantenían apartados, a la hora del almuerzo y principalmente de la cena, Ana y Gustavo, se reunían en un apartado rincón de un pequeño restaurante del hotel, íntimo, con música suave, frente a una botella de buen vino, para alargar lo más posible la sobremesa, mientras planeaban su futuro, cultivando un sereno y profundo amor, siendo los pocos momentos que se apartaban de la organización del evento.

II

La primera delegación llegada a Medellín fue la uruguaya y la componían Regino Guálado, Dagoberto Sueiro, Paula González, Daniel Aranjuez, dos delegados sindicales, Manuel Da Costa y Julia Mendieta y los representantes de una de las ONG que bregan por la defensa de los Humedales del Este y que además eran portadores del total apoyo de otras organizaciones medioambientalistas, el Licenciado Omar Trías, ecologista y Pedro Villanueva, habitante de los Humedales del Este. Le siguieron las de Venezuela, Cuba, Puerto Rico, Brasil, Zambia y Pakistán. A primera hora del día siguiente arribaron las que provenían del resto de África, otros de Sudamérica y por la tarde algunas asiáticas y de Oceanía, completando la concurrencia los que llegaron en vuelos, casi a la media noche, que provenían de varios rincones del planeta, tales como Irán, Libia, Kenia, Birmania y Yemen, entre otros.

La cantidad de delegaciones arribadas, aseguraban un total éxito, para la histórica reunión de Medellín. Exactamente, asistieron delegaciones, provenientes de ochenta y un países, de los más recónditos rincones de la tierra. Algunas con delegaciones numerosas, otras pequeñas, aunque todas, con un similar bagaje de esperanzas.

De acuerdo al temario acordado previamente y al orden establecido para su tratamiento, se iniciaría con una reunión plenaria de apertura, luego se trabajaría en los tres grandes temas, en sistema de comisiones o coloquios,  constituidos por todos los delegados que se acreditaran para cada asunto y finalmente la reunión plenaria en la que cada comisión expresaría, por medio de su vocero, las conclusiones y en caso de consenso, se establecerían los caminos a recorrer, para luego finalizar con un acto protocolar de clausura.

III

La empresaria colombiana Zahira Antunez, como portavoz del comité organizador, dio la bienvenida, en breve discurso, para luego solicitar a Regino Guálado, como principal gestor de la idea, se dirigiera a la concurrencia, explicando los alcances del proyecto liderado por la Fundación Guálado.

El caluroso aplauso que recibió  Regino, al subir al estrado, fue muestra del apoyo que su proyecto había cosechado, entre todos los que anhelaban una vida más digna para sus pueblos. Las palabras pronunciadas, aún flotan y se aglutinan en la memoria de Dago, reviviendo la dura realidad del sur.

-Hoy no existen barreras de ningún tipo que nos separen, sin embargo hay un gran futuro que nos une. En primer lugar, quiero expresarles, despojado totalmente de posiciones políticas, raciales y religiosas, lo que todos presenciamos, siendo por lo tanto, el reconocimiento de una realidad, objetiva, sin subjetivismos, sin los velos que las pasiones puedan deformar nuestra visión: las condiciones actuales de nuestro mundo.

-Vemos como una gran porción de nuestro planeta sufre, subordinado a los apetitos de los países económicamente poderosos.

-Se ha creado una urdimbre de conexiones y dependencias, que nos condenan a ver, impotentes, como nuestras enormes riquezas se esfuman. Nuestras minas, nuestro petróleo, nuestros productos agrícolas, nuestros productos pecuarios, nuestras selvas, que engloban la gran fuente de recursos que deberían transformarse en fuente de vida para nuestra gente, por la explotación en manos extranjeras o subsidiarias directas o indirectas de las multinacionales radicadas en Nueva York, Londres, Ámsterdam o Paris, en definitiva son la gran condena, que nos mantienen inmersos en la miseria.

-¿Cómo es posible que el minero zambiano, deje su salud y su vida en las profundidades, para extraer el cobre que enriquece más a los poderosos londinenses, que desde sus despachos fijan precios y condiciones de venta, sin permitir siquiera un reembolso en condiciones de trabajo más humanas y que esa gran riqueza que pertenece a Zambia, no sirva para que su pueblo acceda a los conocimientos y tecnologías, que le lleven a una vida mejor?

-¿Podemos seguir tolerando, que unos pocos que acaparan enormes riquezas, continúen expoliando a los aldeanos de las ricas selvas de Malawi, explotando sus recursos agrícolas y forestales, o que los arrozales de Laos sean fuente de riquezas para extranjeros y de muerte para sus nativos?

-¿Es posible que alrededor de los palacios de los “dueños” del petróleo, o sus socios norteños, la hambruna y la enfermedad, hagan estragos entre sus pobladores?

-¿Seguiremos indiferentes a esas enormes desigualdades, digitadas desde los centros del poder mundial, para mantenernos rehenes de nuestras pobrezas y miserias, viendo como con el esfuerzo sobrehumano de nuestros paisanos, se cargan los dividendos hacia el norte?

-Es hora de que tomemos conciencia de nuestras desgracias y sus reales soluciones. Recordemos que si hoy las armas apuntan hacia el Golfo Pérsico y aledaños, indudablemente para asegurarse unos años más la provisión de petróleo, dentro de no muchos años, podemos verlas apuntando a los sudacas, para con cualquier pretexto, hacerse dueños de los acuíferos, esas únicas reservas de agua dulce y definitivamente de nuestras riquezas naturales.

-El agua dulce es indudablemente, un recurso estratégico de fundamental importancia para la supervivencia y sus reservas son limitadas y muy expuestas a la contaminación. Es imperioso, tomar todas las providencias necesarias para que su uso sea racionalizado y preservada su pureza o llegará  pronto el momento, de que quien no pueda pagarla embotellada, padecerá sed.

-Si en algún momento debemos construir acueductos, para llevar el preciado líquido hacia los barcos cisternas, encargados de transportarlo a los sedientos del mundo, que seamos nosotros los responsables de su justa distribución. Que no ocurra como los oleoductos, que atraviesan zonas de miseria, para transportar las legítimas riquezas de esos miserables, en beneficios de los poderosos norteños.

-Quitémonos la venda de los ojos, dirijamos nuestra mirada hacia nuestros hermanos de Irak o de Afganistán, que por la desgracia de tener las más grandes reservas de petróleo, viven el terror de las bombas.

 -Si nuestros gobernantes vegetan cautivos de las deudas, no permitamos pagar con nuestras riquezas sus excesos o sus políticas de dependencia. Busquemos la forma de rescatarlas para nuestros pueblos. Unamos los esfuerzos de empresarios y sindicatos, para fortalecer nuestra producción, explotando nuestros recursos por y para nosotros. No para nuestra exclusiva complacencia, sino para compartirla con todos los pueblos del mundo, pero en condiciones de justicia.

-Nuestra propuesta, se sustenta en tres bases fundamentales. En primer lugar la defensa de nuestras riquezas.

-Si como decíamos, una gran porción del territorio de Zambia, se asienta sobre las más ricas minas de cobre del planeta, esas minas son zambianas y deben generar riquezas para los zambianos. Extrapolemos esta situación a todos los países clasificados como subdesarrollados, con las lógicas correcciones, según sus distintas producciones y nos encontraremos con una brutal semejanza: todos producen con el esfuerzo de los pueblos nativos y todos ven, como sus desvelos no son compensados, sino con más pobreza, mientras que la riqueza de sus productos se trasiegan al norte, sea en forma directa o tangencial, mediante precios estipulados sin nuestra participación, trabas identificadas como cupos o subsidios, siendo los más viles, los subsidios agrícolas, subsidios que los gobiernos de Estados Unidos y Europa, pagan a sus productores, para abatir sus costos y dejarnos sin posibilidades de competir, intereses sobre deudas, cuyos orígenes nunca se establecen claramente, asociaciones anónimas transnacionales, que en la trama de sus tentáculos, llevan su influencia y sus decisiones desde la forma de producción hasta su disposición final, asegurando un férreo control.

-Es imperativo, debemos recuperar, si es que alguna vez lo tuvimos, o conquistar, si así no lo fuera, el control de nuestras riquezas.

-Debemos pensar seriamente, en las formas de nacionalizarlas, y vean que no decimos estatizarlas. Con o sin el aporte de nuestros gobiernos, es nuestro más sagrado deber, como fuerzas de producción, seamos obreros, ejecutivos, empresarios, luchadores por los derechos humanos o defensores del medio ambiente, bregar porque nuestros recursos, sirvan para mejorar nuestras condiciones de vidas. ¿Acaso, no es uno de los derechos humanos fundamentales, una vida digna, sin miserias? ¿Acaso un ambiente sano, no es imprescindible, para que esa vida digna se desarrolle y prospere? Pues, todos los que sentimos estas injusticias, tenemos en nuestras manos, la posibilidad de que juntos iniciemos el camino del cambio. Y todos los que nos reunimos hoy en este lugar, llegamos hasta aquí, impelidos por ese sentimiento unificador. Nuestros hermanos de lejanas tierras, distintos idiomas, distintas religiones, distintas razas, no recibieron ayudas oficiales para recorrer enormes distancias, para estar presentes en esta conferencia, solamente tuvieron la ayuda de sus conciencias, están aquí porque desde lo más profundo de su ser, se sienten comprometidos con sus paisanos y con el mundo.

-Este mundo, dijo un gran pensador, lo recibimos en préstamo y debemos conservarlo para nuestros hijos, que serán los próximos prestatarios. Pero ¿qué hacemos para conservarlo, si en más de su mitad campea la miseria y la degradación?

-Unamos nuestros capitales, nuestros sindicatos, nuestras organizaciones civiles humanitarias y tracemos las sendas a recorrer para poco a poco volver a controlar nuestras riquezas naturales.

-Despojémonos de todas las pasiones y unamos nuestro esfuerzo. Hace ya muchos años que con algunos amigos visionarios, iniciamos nuestro camino y algo hemos conseguido, muy poco, pero iniciamos un camino. A los queridos hermanos que opten por la participación en el análisis de este tema, les está reservada una dura tarea, pero hermosa, porque de ella parte, en gran medida, la consecución de los fines más altruistas, base de la gran lucha.

IV

-La segunda base de nuestro planteamiento, está muy ligada al primero, aunque debe ser encarada en forma muy distinta.

-Ustedes apreciaran, inmediatamente inicien el tratamiento del tema sobre los precios de nuestros productos, como si bien los intereses son los mismos, van por carriles distintos.

-En el año 1993, se desarrollaron en Montevideo una serie de reuniones en el marco del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio, en lo que se llamó La Ronda Uruguay del GATT. Sin perjuicio de la buena voluntad de muchos de los países representados, se puede decir que aquellos conciliábulos digitados por los países desarrollados marcaron el final de las acciones de este organismo intergubernamental. La delegación uruguaya, acompañada por otras latinoamericanas y de los pocos países africanos que tuvieron presencia, más un tibio apoyo de Australia, planteó el espinoso tema de los subsidios agrícolas vigentes en Estados Unidos y en Europa, que imposibilita la colocación de los productos de nuestros países, porque quedan en una situación de total incompetitividad, frente a los agricultores subsidiados por sus estados. La artificialidad de los costos rebajados por los subsidios, frente a los costos reales de los agricultores del mundo subdesarrollado, impiden vender nuestra producción a precios razonables, que dejen aunque sea una mínima utilidad. Siendo esta situación la causante del marcado desinterés que gana terreno entre nuestros productores, reduciendo constantemente las áreas de cultivo.

-El fracaso del planteamiento sobre los subsidios fue catastrófico, resultando finalmente el aval para que Estados Unidos, exporte bajo ese régimen, dieciséis millones de toneladas de trigo, ochenta y cinco mil toneladas de arroz y unos dos millones de toneladas de otros granos. Nuevamente el poder triunfó sobre la razón.

-Nos encontramos con enormes extensiones de campos feraces, aunque incultos, en los cuales con una densidad miserable, pastan algunos rebaños. También el lucro de estos rebaños, representados en carne, lana, cueros, leche y subproductos, se ve acotado por otros tipos de trabas para su ingreso a los países ricos, sean cupos o simplemente el desconocimiento de excelentes sistemas de controles sanitarios, implementados por servicios veterinarios del más alto nivel, reconocidos mundialmente por los organismos calificadores de calidad de gestión.

-Lamentablemente el resultado fue totalmente negativo. En definitiva, por la vía oficial, no se logró nada.

-Quizá el cúmulo de fracasos del GATT, en materia de justicia, fue la causa de su defunción.

-En su acta final, creaba la Organización Mundial del Comercio, que la sustituiría, con el fin hipotético de generar una corriente negociadora que acercara las enormes diferencias entre los países desarrollados y los subdesarrollados, posibilitando la lucha contra la pobreza.

-Hasta podríamos decir que se creaba otra cortina de humo. La ineficacia e ineficiencia, quedaría al descubierto a finales de 1999, cuando en Seattle, Estados Unidos, se realizaba la tercera Reunión Ministerial, en la pomposamente denominada Ronda del Milenio. El fin primordial, era liberalizar más las transacciones comerciales internacionales, pero la realidad era el ensanchamiento de las diferencias entre los bloques formados por los países desarrollados y los subdesarrollados. Si bien las previsiones de un aumento de unos doscientos treinta y cinco mil millones de dólares de los ingresos mundiales anuales, no había sido desacertada, la distribución de ese ingreso fue en su casi totalidad a engrosar las arcas del norte, en desmedro de nuestros países, aumentando su pobreza.

-Esto no es un secreto para nadie, todos lo conocemos perfectamente, y lo palpamos diariamente, cuando recorremos nuestros países. La miseria está en todas partes, no hay forma de disimularla y contrasta tristemente, con las visiones que nos da la televisión, de la vida en los países desarrollados.

-Si los organismos intergubernamentales, no supieron, o no tuvieron la capacidad suficiente para cambiar este estado de cosas, ¿podemos seguir esperando por soluciones mágicas?, creo que no, que debemos salir nosotros, que representamos a empresarios y trabajadores de todo el mundo pobre, a buscar las soluciones, desprendiéndonos de toda tonalidad política, racial o religiosa. Somos todos iguales, nuestro color o credo no pueden hacernos diferentes, por lo tanto debemos unirnos y emprender la lucha, con las más sagradas armas con que nos dotó la naturaleza, inteligencia y razón.

-Esta magnífica reunión debe hacer sentir sus razones y con inteligencia, iniciaremos un camino, que quizá sea muy duro, pero tengan la seguridad absoluta, que como la razón nos asiste, el fin no será magro. Debemos señalar enfáticamente, que la clase gobernante al ser conciente de nuestras razones, deberá adecuarse a los cambios impostergables y apuntalar este movimiento, como reales y lógicos componentes de este mundo, de gente pobre.

-Defendiendo nuestros precios y canalizando los mejores resultados a potenciar el conocimiento, la comunicación y los avances informáticos, liberaremos de nubes nuestro horizonte.

-Tenemos un enorme potencial inexplotado, que además de nuestros recursos naturales, deben ser el motor de nuestro progreso: la inteligencia. Es nuestro deber bregar por introducir en forma real, al alcance de todos nuestros compatriotas, el enorme bagaje de los nuevos conocimientos que serán los engranajes intangibles que moverán el mundo. La comunicación y la información, deben llegar a todos los rincones de nuestros países, para poner en movimiento esa facultad adormecida. Una meta fundamental, es llegar a aplicar la mayor parte de nuestro tiempo laboral, a laborar con la mente. Nuestros obreros deben tener la capacidad suficiente, para abandonar sus actividades manuales y sustituirlas por la acción de máquinas analógicas, pero esto se logrará, cuando esos obreros hayan adquirido el conocimiento y la información suficientes, para estar en condiciones de entender esas tecnologías. Esto no es solamente saber manejarlas, sino que deben conocer sus componentes y su funcionamiento, programar sus tareas, en fin, conseguir introducirse en los intrincados mundos de la electrónica, los semiconductores, la magia del silicio, los chips y ese mare mágnum de elementos que por ahora solamente tienen nombres en inglés, software, hardware, wide, web, bit y muchos más, que se han incorporado a nuestro hablar diario, quedando sus significados envueltos en una nube de dudas.

-El plantador de arroz de Laos, no puede seguir metido en sus taipas con el agua hasta el muslo, enterrando en ese fango planta a planta, cuando existen otros medios para hacerlo, con una enorme mejora en el rendimiento por hectárea y en condiciones de trabajo más humanas.

-El minero zambiano, debe dejar a un lado su pica, para arrancar el cobre con maquinaria moderna, desterrando definitivamente el atroz trabajo, que en pocos años, termina con sus pulmones hechos jirones.

-De la misma forma, en Bolivia, Malawi o Kenia, Pakistán, India, Irán o Arabia Saudita, Perú, Brasil o Uruguay, Congo o Bangladesh, Burundi, Libia, Haití o Nigeria, en todo el sur pobre, se deben reordenar los valores, no en base a poderío económico, sino en valores morales y éticos. Debemos lograr el reconocimiento de nuestras pertenencias materiales y espirituales y sobre ese reconocimiento, encaminar el reconocimiento del valor económico de nuestros esfuerzos, única forma niveladora del disfrute de las enormes riquezas de nuestros empobrecidos países.

-La forma de defender los valores de nuestra producción y canalizar los mejores resultados, deberá surgir de las lúcidas mentes, de nuestros queridos representantes que les toque el enorme honor, de participar en su estudio. En nuestro proyecto nos atrevemos a señalar un posible rumbo, ojalá sirva de guía.

V

-Finalmente, tenemos que dirigir nuestra mirada, aquilatando la verdadera dimensión del valor que tiene en nuestra vida, ese líquido aparentemente tan humilde, pero que es una imprescindible fuente de subsistencia.

-Cuando abrimos un grifo y surge, casi mágicamente, quizá pocas veces pensamos, cuantos caminos tuvo que recorrer un sorbo de agua, para poder deleitarnos, saciando nuestra sed.

-Pero mucho más importante, que los caminos recorridos por un sorbo de agua hasta nuestro grifo, es su verdadero origen. Su origen y el volumen total de agua que compone, las posibilidades de renovación o de agotamiento de sus fuentes. Mientras no lo pensamos, es imposible percibirlo, pero cuando por quien sabe cual circunstancia, nos detenemos a analizarlo, encontraremos un horroroso futuro de sed.

-Nunca, ningún gobernante dijo seriamente, cuidemos el agua. A la vista está. La defensa del agua, únicamente es bandera, en manos de organizaciones no gubernamentales, al menos públicamente.

-No obstante subyace la preocupación, o no se manifiesta expresamente, entre algunos funcionarios de organismos internacionales, liderados por  los países desarrollados, como el Banco Mundial o su principal integrante el BIRF. Incluso, quizá solapadamente, aparece en algún tratado o convenio, imposiciones sobre ciertas reservas subterráneas. Esto no es un invento alucinante, o el desvarío de una mente febril. Por lo menos hay un ejemplo. El pequeño Uruguay, flota sobre uno de los más grandes acuíferos del planeta y su caudal garante operaciones de crédito realizadas para salvar bancos fundidos, de banqueros que siguen ricos, paseando por Nueva York.

-Estas señales, deben ser un toque de alerta, un gran motivo para abrir nuestra mente y aquilatar debidamente el valor estratégico que para nuestros países representan esas reservas.

-El acuífero Guaraní, que se extiende por casi todo el estado de Río Grande del Sur en Brasil, Uruguay y una gran porción del norte Argentino y Paraguay, no es el único. Debemos considerar la Orinoquia que ocupa los llanos de Colombia y Venezuela y la Amazonia con sus enormes pantanales, en Brasil, en lo que a Sudamérica corresponde.

-También en África, existen grandes reservas, amenazadas fuertemente por acciones irresponsables en el tratamiento de su flora. La cuenca del río Congo, que alberga la segunda selva tropical más grande del mundo, está siendo sometido a una feroz deforestación, poniendo en serio peligro la reposición hídrica, con directas consecuencias negativas, sobre una fauna única en el planeta, que además está siendo diezmada por la caza furtiva.

-En Asia,  fundamentalmente la faja de humedales desde el noreste de India, hasta Laos y Tailandia, componente de otra de las grandes selvas tropicales, debe ocupar un lugar preponderante en el alcance de una gestión racional de sus reservas.

-Una rápida mirada a las condiciones de gestión de estos acuíferos y humedales, deben motivarnos a la reflexión. La devastación de las selvas tropicales, son resistidas por los lugareños, al ser los primeros perjudicados por la reducción de la fauna y la acción erosiva de los suelos descubiertos, que se ven expuestos a la desertificación. Debemos crear una conciencia colectiva, que al igual que los lugareños, aquilate debidamente la gravedad de esa deforestación.

-El ciclo hídrico, se ve gravemente afectado al disminuir drásticamente esos pulmones del mundo. La retención de humedad en el suelo y la traspiración de la flora, ocupa un lugar preponderante en ese ciclo y el desertificar grandes extensiones de selvas tropicales altera el aporte de agua a los reservorios subterráneos, a las corrientes superficiales y al propio ciclo, que unida a la contaminación, nos lleva a presenciar el enorme peligro en la provisión de agua dulce para un futuro que lamentablemente, si no tomamos decisiones serias, drásticas y rápidas, no está lejano.

-Pero no solamente, las reservas y el ciclo hídrico, deben ser protegidos. También el uso racional del agua debe ser encarado. Si consideramos, que el mayor caudal de agua potable para el consumo humano, es usado y eliminado directamente por los sistemas de colectores de aguas servidas o utilizados por las industrias y para riego de jardines y parques privados o públicos, concluiremos que en la realidad, estamos dando un pésimo uso a un bien tan preciado. Los colectores de aguas servidas, tanto domésticas como industriales, mal tratadas en su disposición final, terminan contaminando corrientes superficiales y subterráneas, como también aguas ribereñas en los mares. ¿Acaso no sería posible tratarlas debidamente para el uso en ciclo cerrado por las industrias o en regadío, ahorrando agua y esfuerzos en su potabilización? Es posible, lo aseguramos enfáticamente, no solamente evitaríamos esa contaminación, sino que extraeríamos menores caudales de nuestros acuíferos, permitiendo una reposición que asegurara su renovación permanente, ayudando a prolongar su autosuficiencia.

-Debemos gestionar nuestras reservas acuíferas responsablemente y debemos luchar porque esa gestión sea realizada por nuestros propios países, evitando la intromisión de las potencias del norte rico. No les negaremos el sorbo de agua, pero tampoco debemos permitir que nos lo nieguen a nosotros.

       -Debemos dejar muy claro, que no estamos en contra de la inversión externa, que permita el desarrollo de nuestros países, que abra puestos de trabajo, que además de una lógica utilidad, también permita un retorno en beneficio de nuestros pueblos. Sí, debemos estar muy atentos y evitar que nos sigan explotando en condiciones infrahumanas, como en algunas minas de Zambia o en algunos arrozales de Laos, por ejemplo, o que devasten nuestras riquezas, dejándonos como residuo el caos de la miseria.

-Las reservas subterráneas y los grandes humedales citados, no son las únicas concentraciones de agua dulce. Por lo menos existen otras dos, quizá enormes, pero de muy difícil acceso: una bajo varios miles de metros de hielo en Antártida y otra bajo los hielos siberianos. Quizá sean fuentes futuras, pero hoy necesitamos preservar debidamente las que están más a nuestro alcance.

-La distribución de agua dulce en el planeta, no aparece como racional. Tenemos enormes regiones que adolecen una carencia total, mientras que en otras se encuentra acumulada y su acceso es fácil, admitiendo un uso inadecuado, poniendo en riesgo su permanencia. Esta irracionalidad en su distribución, es un motivo más, para cuidar seriamente que la gestión sea realizada con una visión humanista, que abarque no solo las regiones acuíferas, sino que también admita hacerla llegar a los lugares cuya obtención es dificultosa.

-Como bien de un enorme valor estratégico, el agua debería ser gestionada por los propios estados, sin ingerencia de los privados. Aunque la gestión estatal puede adolecer de enormes influencias externas, llámese endeudamiento, o simplemente en algunos casos corrupción o también políticas colonialistas que subordinan las necesidades populares a los intereses de los países más poderosos, por lo que la gestión privada nunca puede ser desechada, sino que si se subordina a estrictas condiciones humanistas, perfectamente será una vía cierta. La pauta fundamental es que la gestión de las reservas de agua, sea dirigida a un uso racional, que asegure la reposición de los acuíferos, siendo un fin primordial asegurarles su acceso a todos los habitantes del mundo, sin ningún tipo de exclusión y con la única restricción al uso inadecuado.

-Debemos considerar, los distintos usos de este bien. Para el uso humano, generalmente necesita someterse a un proceso de potabilización, sin embargo para el consumo animal, solo debemos cuidarla de contaminantes químicos y orgánicos. Sin embargo no se limita a estos usos, sino que es utilizada en prácticamente todas las industrias y en la agricultura. Siendo estos los usos que deberán ser profundamente estudiados, buscando formas de reutilización de aguas usadas, propendiendo a una reducción de caudal extraído a los acuíferos.

-Pero todas estas consideraciones, estarán presentes en la mesa de trabajo, de los integrantes del comité que se encargará del tema y, estoy seguro, habrá una enorme cantidad de aportes y distintas visiones sobre el agua y su gestión, que darán lugar a largos y muy ricos cambios de ideas, para arribar a las mejores soluciones.

-En grandes trazos, traté de bosquejar los tres temas que, desde sus inicios, son la preocupación de nuestra Fundación, puesto que fueron los motivos centrales de su constitución. En su nombre, dejo en vuestras manos y vuestras inteligencias, el arduo trabajo de encontrar los hilos conductores que posibiliten soluciones, que deben confluir, en un mundo más justo y solidario.

-No hay redentores ni demonios entre nosotros, somos todos seres humanos con iguales necesidades. Ni el color de nuestra piel, ni nuestro credo religioso, ni nuestro lugar de residencia, pueden convertirnos en ángeles o demonios. Si en algún lugar del planeta existe algún gobernante o grupo, que demoniza a los hombres de distinta raza o religión, escudando con esta concepción fines espurios, no nos ceguemos con esos falaces resplandores y aceptemos nuestra responsabilidad como representantes de las grandes mayorías, empleados y empleadores, empresarios y obreros, luchadores en favor del medioambiente y también científicos, que me consta, contamos con muchos de ellos y unámonos en esta cruzada en defensa de nuestro lugar de estar y una vida digna.

-Para terminar, quiero compartir con ustedes, el pensamiento de un gran humanista, nuestro compatriota Carlos Vaz Ferreira, que en la segunda  década del siglo XX, exponía en forma removedora, refiriéndose al derecho de estar: “El derecho de habitar –derecho de estar- cada “individuo en su planeta y en su nación, sin precio y sin permiso, es el “mínimo de derecho humano; derecho que no ha sido reconocido ni bien “establecido, a causa, principalmente, de que tanto los que defienden como “los que combaten el orden actual no distinguen bien el aspecto de la tierra “como medio de habitación, de su aspecto como medio de producción. El “reconocimiento teórico y práctico de ese derecho individual es una “solución mínima que debería ser admitida por todos los pensadores y por “todas las escuelas; un punto de partida común para las investigaciones y “las soluciones sobre los demás problemas de la tierra y, en general, sobre “los demás problemas sociales”.

-A casi un siglo, cuán vigente, sigue el pensamiento de Vaz Ferreira! Nuestro lar, continua siendo negado como derecho humano fundamental. Negado por el subdesarrollo, por la explotación, por la miseria que rodea las tierras de producción.

-La tierra de producción no debe negar el derecho, ni el espacio, a la tierra de estar. Como ya mencionamos al minero zambiano, sobre el mismo preguntamos: ¿acaso no tiene derecho a estar dignamente en su tierra y disponer de su espacio, sin precio y sin permiso? Eso es lo fundamental, hacia ese polo debemos dirigirnos.

-Que vuestros coloquios, nos acerquen a las sendas correctas.




























Capítulo XV

 Las experiencias del mundo

I

El coloquio encargado del análisis de los recursos autóctonos, había congregado a la mayoría de los técnicos, especialmente economistas y representantes de grandes empresas, algunos sindicalistas y un reducido núcleo de pequeños empresarios y ecologistas.

En primera instancia, establecieron una operativa de trabajo que no ofreciera dificultades a ninguno de los panelistas, para expresar sus opiniones, formando un pequeño núcleo moderador, integrado por un empresario, un representante obrero y uno de las organizaciones medioambientalistas. Aquella mesa moderadora tenía como principal objetivo, mantener las intervenciones dentro del contexto del tema, con especial atención de no cercenar las posibilidades del desarrollo de todas las exposiciones, sin límite de tiempo, a fin de que cada orador tuviera la posibilidad de explicar su particular visión e incluso exponer experiencias vividas.

Abierto el debate, hubo un intercambio, entre algunos economistas, de conceptos técnicos, pragmáticos, planteando las dificultades operativas que deberían enfrentar, en el supuesto caso de pretender recuperar los recursos naturales, mediante la aplicación de capitales autóctonos, evaluando el poder inconmensurable de las compañías multinacionales.

En verdad, el planteamiento los había llevado a un atolladero insalvable, que los precipitaba en una espiral de imposibilidades, hacia un fracaso evidente y catastrófico, a tales extremos que la discusión se salía por momentos, del control de los moderadores.

El núcleo de pequeños empresarios, sindicalistas y medioambientalistas, asistía al intercambio, con la convicción de que habían equivocado el camino, puesto que las soluciones vendrían, no por las vías clásicas, sino que tendrían que encontrar medios distintos, aventurar caminos audaces, quizá de enormes sacrificios, pero había que desterrar los senderos trillados y crear, unir los esfuerzos de todos, en procura de la salida anhelada. Pero, ¿cuál era aquella salida?, ¿cómo llegar a ella?

La situación, se prolongaba ya, por más de dos horas, de pequeños diálogos, de escollos, sin más intervención que de unos cinco o seis profesionales, que con su enorme bagaje de conocimientos teóricos, jamás podrían encontrar por aquella vía, un acuerdo o un esbozo de línea de trabajo. Su profesionalismo, los encasillaba dentro de los parámetros académicos y no encontraban soluciones, que según sus distintas escuelas, pudieran aproximar un camino seguro y técnicamente hábil.

II

Haciendo acopio de coraje, puesto que era la primera vez en su vida, que intervenía en una reunión de aquella envergadura, Paula, pidió el uso de la palabra. Sus actuaciones se habían reducido a las asambleas y reuniones del directorio de CYGUF, entre sus vecinos de muchos años, con los que les unía la amistad y el enfrentamiento a iguales dificultades, donde todos hablaban de una misma forma y los problemas considerados, siempre se refirieron a aquellos pequeños problemas de su lar, que en nada se podrían asemejar a  la magnitud del tema a nivel mundial.

Sintiendo que el corazón le latía desbocado, casi con terror dio aquel paso. Luego de los primeros titubeos, empezó a introducirse lentamente en su pequeña experiencia, que le parecía hasta irrelevante como solución a un problema tan extenso, pero que al núcleo de pequeños productores de su pago, había rendido tan buenos frutos.

-Hace aproximadamente unos seis años y medio, éramos un grupo de gente desorientada y desanimada, que veíamos como lenta pero constantemente, en un permanente declive, estábamos cayendo en la miseria. No sabíamos si al día siguiente, podríamos mandar nuestros hijos a sus lugares de estudio o si tendríamos lo suficiente para comer. Lo que había sido la ilusión de nuestras vidas, una granja productiva que rindiera lo suficiente para proveernos de un pasar sin sobresaltos, veíamos transformarse en una permanente fuente de desilusiones. Nuestras pocas hectáreas de tierra, al igual que las de nuestros vecinos, se transformaban en zarzales y para subsistir, habíamos recurrido a decenas de actividades alternativas, aunque en forma casi empecinada, no queríamos deshacernos de las granjas, porque sentíamos el profundo cariño que todos los que amamos la tierra, sentimos por nuestro lar.

-Mientras mi marido, trabajando de sol a sol, procuraba arrancar alguna hortaliza o grano que la tierra generosa y la lluvia bienhechora, pudiera proporcionarnos, sin la más mínima posibilidad de acceder a fertilizantes y con las herramientas cayéndose en pedazos, con un tractor parado, oxidándose, por no poder pagar el precio de unos pocos repuestos, yo me afanaba en la producción de dulce de los frutos del membrillar, en forma artesanal, aunque sabía, de primerísima calidad y que en muchas ocasiones había sido el sostén de la familia.

-Aquella vida no era la soñada, cuando con los pocos ahorros de años de sacrificios, en la estancia asentada en la cuenca del Lunarejo, abandonamos el trabajo de magro sueldo, para comprar la granjita e intentar un cambio que redundara en un beneficio cierto para el futuro de nuestra familia. Con la venta de un lote de vacunos que nuestro ex patrón, nos permitió criar en sus pastos, conseguimos lo necesario para adquirir la tierra, mudas de frutales, semillas y algunas herramientas Tuvimos al inicio, buenas temporadas, hasta que un año de mal clima y situaciones de dificultades para vender nuestra producción, perdimos todos nuestros desvelos en pago de intereses y fletes, para tratar de vender directamente en la capital departamental. No pudimos reponer semillas, ni reparar herramientas, viendo como perdíamos día a día, la posibilidad de recuperarnos, hasta que un empresario de Montevideo, nos planteó, lo que en principios nos pareció una quimera.

Luego de un breve silencio, en el cual Paula intercambió una mirada cómplice y dedicó una leve sonrisa a Regino Gualado, continuó con aquella historia, que no aparentaba tener relación con el tema central del coloquio, aunque su hablar pausado y sencillo, había cautivado a los asistentes, que la escuchaban con la máxima atención.

-El empresario Apolinario Aranjuez, recorría la zona donde se asienta  nuestra granja, procurando abastecimiento de hortalizas y frutas para su establecimiento comercial, cuando la buena providencia, le hizo llegar a nuestra casa.

-Fue una tórrida tarde de sol, pero nuestro espíritu se insufló de una fresca brisa de esperanza. Sin detenernos a pensar en las dificultades, ni en las condiciones funestas de un posible fracaso, la idea del señor Aranjuez echó raíces, en la tierra fértil de nuestro anhelo de cambios, que eliminara los nubarrones de nuestro horizonte, y aquella esperanza, fue la palanca que nos impulsó a recorrer un nuevo camino.

-El centro de la propuesta, consistía en unirnos todos los granjeros, para encarar una explotación diagramada en forma global, tomando todos nuestros predios como una unidad, para implantar cultivos específicos en las tierras más aptas, utilizar racionalmente nuestras herramientas, desechar los cultivos inconvenientes desde el punto de vista productivo, fortalecer los tambos con intercambio de servicios de reproductores e infraestructura, potenciar la elaboración de productos artesanales con vistas a la instalación de una planta agroindustrial y otra serie de acciones dirigidas a unir los esfuerzos coordinadamente, desechando la superposición de esfuerzos.

-En la primer reunión que mantuvimos con el señor Aranjuez, después de haber conseguido comprender los buenos propósitos que le animaban, realizamos un somero análisis de los problemas y carencias que afligían a nuestros vecinos y a nosotros, llegando a la conclusión que era viable un trabajo conjunto, principalmente porque vislumbraba el uso más racional de bienes subutilizados y conseguir los asesoramientos que en forma individual nos eran inaccesibles. Por ejemplo, nosotros, hacía alrededor de tres años que no consultábamos un veterinario y habíamos sufrido pérdidas importantes entre los pocos animales con que contábamos y en materia de asesoramiento agronómico nunca pudimos tenerlo.

-Además sabíamos que el hijo de un vecino, que con enorme sacrificio había estudiado para obtener su título de Ingeniero Agrónomo, para poder aplicar sus conocimientos y obtener magros ingresos, debía depender como empleado de una empresa consultora transnacional, que atendía únicamente a grandes empresas agrícolas, dejándole el amargo sabor del fracaso, ya que siempre estaba sujeto a los proyectos de sus superiores, sin posibilidades de aplicar debidamente sus conocimientos, estando siempre a la espera de directrices, que coartaban su desarrollo como profesional.

-Entonces vimos la cantidad de recursos, que si bien teníamos al alcance de nuestras manos, estábamos imposibilitados de usarlos y empezamos a razonar, extendiendo nuestra vista por encima de los lindes de nuestra granja, para poder aquilatar debidamente la magnitud de la idea de nuestro visitante.

-No puedo decir que el convencimiento fue inmediato, pero sí, que nos permitió abrir nuestra mente, para pensar eliminando los límites marcados por las alambradas y lentamente fue entrando en nuestro espíritu, el convencimiento de que no estábamos solos y que por lo tanto, debíamos dar el paso, para que nuestros vecinos llegaran a la misma conclusión.

-Yo tenía un profundo conocimiento de mis vecinos, con los que manteníamos una fluida relación, intercambiando asiduamente muestras de nuestros productos artesanales y sabía de sus aflicciones, que no eran otras, que las nuestras propias. En base a esa relación, en pocos minutos, hicimos una lista de los posibles interesados, en un emprendimiento colectivo. El próximo paso era visitarlos, exponiéndoles la idea.

-En la primera ronda de visitas, que duró dos días completos, tuvimos la certeza de que había un futuro, de que seguramente el horizonte sería nuevamente límpido y que con trabajo y unión, aventaríamos la miseria que veíamos cernirse sobre nuestras vidas.

-Aquello fue el inicio, y para abreviar, les diré que en estos años que trabajamos unidos, ya tenemos una planta industrial que produce dulces, conservas de hortalizas, quesos, yogures y una larga lista de alimentos envasados en vidrio, plástico, hojalata y saché, habiendo conquistado un nicho en el mercado nacional de gran envergadura y una introducción al mercado externo que nunca podríamos conquistar en forma individual.

-Cierto es, que tenemos un problema que nos agobia y no está en nuestras manos solucionarlo, aunque sea permanentemente considerado en nuestra reuniones. La enorme carga fiscal, se lleva la mayor parte de nuestras ganancias. Sufrimos, como la mayoría de los países subdesarrollados, el peso de un estado sobredimensionado, con un gasto fabuloso, que aplica impuestos confiscatorios, principalmente al trabajo y al consumo.

-Es una materia pendiente, pero no dejada de lado. Nosotros, junto con las demás empresas del Grupo Aranjuez y sus sindicatos de trabajadores, bregamos por la concientización de los gobernantes, para que busquen soluciones, tendientes al abatimiento de los costos fiscales, levantando nuestra voz de reclamo, en todos los ámbitos a los que podamos acceder.

-Reconozco que nuestra experiencia es una pequeña conquista, difícil de extrapolar, al nivel que el tema de nuestro coloquio requiere, pero ¿acaso no servirá para pensar, que si la unión de pequeños capitales dio buenos frutos, la unión de capitales más grandes, incluso de diversos países de nuestro sur pobre, puedan conquistar las grandes fuentes de producción? No miremos únicamente las posibilidades aisladas, procuremos ver qué resultados podrían obtenerse con el aporte de distintos capitales.

-Pensemos cuánto podemos obtener, uniendo el capital y el trabajo disperso, en empresas de distintos países, aunque no estén aplicados a iguales producciones, pero con una visión de reinversión y diversificación, que aspiren a introducirse en otras actividades productivas y apliquen un pequeño porcentaje de sus resultados, a la conquista de esos recursos autóctonos. Seguramente deberán hacerse estudios de factibilidad, pero lo importante es abrir nuestra mente y pensar en que se puede intentar.

-Quizá, cuando hablamos de multinacionales, tiemble nuestra voz. Pero quizá tiemble, porque esa mención nos centra mentalmente, a concebir únicamente a las multinacionales, globalizadas, de capitales de países altamente industrializados, de países ricos, capitales anónimos, que su única meta es la acumulación de más capitales y poder. Quizá, si llegamos a concebir que podemos crear nuestras propias multinacionales, uniendo nuestros esfuerzos para mejorar nuestras vidas y la vida de todos los habitantes de nuestro mundo pobre, el término no sea tan tremendo. Tal vez, podamos abrir ese camino.

-Y nuevamente... quizá... Quizá podamos enfrentar a las multinacionales del poder, con nuestras multinacionales del trabajo y la razón, acercándonos a aventar las asimetrías de nuestro mundo, alejando la miseria de la mitad de su población.

-No olvidemos que el fin primordial de las multinacionales que tanto nos esquilman, es más dinero y más poder, mientras que las nuestras serían únicamente orientadas a la obtención de una vida más digna para todos nuestros paisanos, por lo cual el plus del lucro, al no considerarlo imprescindible, puede constituirse en nuestra arma más demoledora, para enfrentarlas con un real abatimiento de costos. Nuestras riquezas, en manos de compañías del mundo rico, irían pasando lenta pero firmemente a manos de sus legítimos dueños. Un pequeño porcentaje de nuestros actuales beneficios, pueden aplicarse a crear, el gran capital de inicio de tan magna tarea.

-Si nuestra experiencia sirve para despertar algún interés entre ustedes y abrir un camino posible, será la mayor conquista obtenida, por aquella aventura de hace seis años. Seguiremos trabajando en nuestra pequeña agroindustria, pero con la enorme satisfacción de saber que además, nuestro trabajo sirvió, aportando un pequeñísimo granito de arena para la construcción de un mundo mejor.

Un profundo silencio, siguió a la exposición de Paula, para luego de un atronador aplauso, dispararse una andanada de preguntas, interesados en saber más de aquella asociación.

No era el único emprendimiento de aquella naturaleza, había ejemplos en los lugares más recónditos y se inició un intercambio riquísimo de experiencias.

En aquel momento, Paula, había sembrado su más promisoria semilla. Había una enorme cantidad de experiencias similares y sus palabras, abrían un sendero de trabajo. El grupo de profesionales, que en un principio estuvieron enfrascados en discusiones inconducentes, captaron que el camino estaba marcado por aquellas ideas, que dentro de sus técnicas podían ser hasta revolucionarias, pero tenían la enorme virtud de englobar los intereses comunes y por lo tanto de bases más firmes. Había que echarse a andar.

III

Luego del intenso cambio de ideas sobre aquellas experiencias asociativas, la delegada boliviana Clorinda Roxy, explicó el drama que veían avecinarse en su país, justamente por la posesión del gas natural en manos de compañías extranjeras.

-Hace ya un largo tiempo que nuestra gente ha llegado a la conclusión, de que una gran porción de los problemas de empobrecimiento de nuestro pueblo, tienen origen en la expoliación esclavizante de las compañías encargadas de la extracción y explotación del gas natural, una de nuestras principales riquezas.

-Si bien las fuerzas laborales de nuestro País, están volcadas mayoritariamente a las tareas agrarias, la casi nula tecnificación de las mismas, expulsa constantemente una enorme cantidad de trabajadores rurales, hacia la ilusión de trabajos más productivos, formando una masa enorme de desplazados, que deambulan por nuestras ciudades en búsqueda de ocupación.

-En esta masa se nutren las industrias extractiva y productora del gas natural, para reclutar sus trabajadores, que terminan transitando por minas y plantas de gas, con salarios miserables, en peores condiciones que las que abandonaron en la hacienda agrícola.

-Es evidente que en este tipo de industrias, en manos de las multinacionales extranjeras, no es considerado al ser humano como tal, sino como mera fuerza de trabajo. No son las mayores empleadoras del País, pero sí, las que lo hacen en peores condiciones para sus operarios.

-Esas terribles condiciones de trabajo, son las que han impulsado a un cambio de conciencia permanente en nuestro pueblo, para lanzarlo decididamente al reclamo encendido de nacionalización de estos recursos, dando nacimiento a un movimiento nacional de lucha.

-Los líderes sindicales, han obtenido el apoyo de una enorme cantidad de organizaciones sociales, que se sumaron a sus reclamos, haciendo una fuerte presión en los distintos estamentos gubernamentales, que auguran cambios definitivos en las percepciones y políticas de estado, que llevarán a cambios radicales con relación al dominio de estas explotaciones.

-Por otra parte, el permanente escamoteo de enormes ganancias de las explotaciones del gas natural, que se derivan hacia el exterior por las compañías explotadoras, no admiten un retorno lógico al País, acentuando la pobreza del pueblo.

-Ya hace algunos años que nuestro pueblo ha tomado esta bandera de lucha, con tal fervor, que nos hace abrigar esperanzas en un cambio no lejano y veo que sus desvelos, son los mismos que asolan a todo el mundo del sur pobre. La lucha del pueblo boliviano, se constriñe perfectamente, a la lucha de todos, por lo que pienso que es afín al Proyecto Gualado y debe sentirse y considerarse incluida en el mismo, como uno más de los distintos frentes de trabajo.

-Han habido algunas escaramuzas, entre las manifestaciones populares y la represión policial, sin mayores consecuencias, aunque esperamos que el cambio de percepción oficial, lleve a una contención de las acciones que puedan derivar en enfrentamientos, permitiendo la libre expresión de la masa popular, en la lucha por tan sagrados intereses nacionales.

-No será un tránsito apacible, pero nuestro pueblo está tomando una muy buena senda.

IV

De la magnífica exposición de Paula y el consiguiente intercambio de experiencias, surgió un también magnífico documento, en el que se recomendaba, que todas las empresas de capitales autóctonos del mundo subdesarrollado, dispusieran de un porcentual de sus utilidades, para la formación de capitales de riesgo, tendientes a la captación de las fuentes de recursos actualmente en manos de multinacionales norteñas.

Además. como vía posible de ejecución, se recomendaba la formación de un comité, que estudiara la faz legal y operacional, para la puesta en marcha del plan, iniciando la suscripción de las empresas que libremente se interesaran en la participación y coordinara la realización de un inventario de los recursos en manos extranjeras, con imperiosa necesidad de transferencia y de las empresas locales, competidoras de aquellas, que necesitaran el concurso de capitales, para enfrentarlas, compitiendo en mejores condiciones, con el fin de desestimular la acción transnacional globalizada, reduciendo sus posibilidades de lucro.

El puntapié inicial, estaba dado, recién iniciaban la dura senda, que seguramente estaría plagada de dificultades, pero una idea nueva estaba en marcha.
 
V

Bob Morgan Jr., se había acreditado, como representante de su factoría de explotación de minas de cobre en el Copperbelt, estado central de Zambia, en el coloquio que trataría la defensa de los precios. A pesar de su juventud, había acumulado una fructífera experiencia, en los apenas dos años, de enfrentamientos con sus colegas ingleses y la lucha denodada, había templado su carácter, dándole una increíble firmeza, que contrastaba con su aspecto de niño grande, luciendo una eterna sonrisa de blancos y perfectos dientes, que destacaban en el ébano de su tez.

Inmediatamente, constituido el comité moderador, hizo uso de la palabra para, en principio, hacer un racconto de las condiciones de trabajo en las distintas minas de su País, como preámbulo del duro alegato, a favor de los obreros de las minas gestionadas por compañías inglesas, para terminar con un análisis de la forma de fijación de los precios del cobre a nivel mundial y la caótica situación del organismo intergubernamental, CIPEC (Consejo Intergubernamental de Países Exportadores de Cobre), que acciona al ritmo que le imponen desde Londres, con un desconocimiento total de las opiniones de la mayoría de los países y sus factorías.

-En Zambia, se encuentra una de las zonas más ricas a nivel mundial, en materia de yacimientos de cobre, donde se asienta la provincia central de Copperbelt, en lo que se llama el “Cinturón del Cobre”. Allí, se aglutinan compañías inglesas, en su mayoría, y autóctonas, viviendo los contrastes más deprimentes en las condiciones de los trabajadores mineros.

-Mientras que las compañías locales, prohíjan las relaciones humanas con sus operarios, dándoles las mejores condiciones para desarrollar sus labores, en las extranjeras, importa solamente el volumen de producción, obligando a los mineros, a trabajar en forma inhumana, como a verdaderas bestias.

-El minero que le toca trabajar para las compañías extranjeras, extraerá el metal a punta de pica, sin las mínimas protecciones, exponiendo sus pulmones a las malsanas nubes de polvos cargados de sulfuroarceniato de cobre, que los llevará a una muerte segura por tisis, cobrarán salarios de miseria, la mayor parte en bonos, para canjear por malos alimentos en los almacenes de las mismas factorías. Mientras que el producto será comercializado fuera del País, a precios imposibles de competir, fijados por un par de operadores de la Bolsa de Londres, que desde sus despachos, sellan la suerte adversa para todas las explotaciones autóctonas, que invierten ingentes sumas en seguridad, salario y mejores condiciones de trabajo para sus operarios, conformando un costo de producción muy superior a las factorías inglesas, quedando condenados a ingresos muchas veces inferiores a sus erogaciones, debiendo depender del  endeudamiento progresivo, con el desembolso de altísimos intereses.

-El plus de las compañías inglesas, no es importante, pero hasta ahora muy seguro y como no invierten en maquinaria moderna, ni seguridad para sus operarios, siendo un beneficio neto, mantienen incambiado el control de los precios, en desmedro de nuestras explotaciones.

-El CIPEC, representa más de la mitad de la producción de cobre mundial, pero su representatividad se reduce a los intereses de las multinacionales radicadas en Londres, que manejan las explotaciones en países como el nuestro y otros también considerados subdesarrollados, por lo que nuestra opinión oficial, es digitada desde aquel centro de poder, quedando totalmente acéfalos de representación y opinión la mayoría de las factorías que bogan en contra de esa terrible corriente.

-Mientras esas compañías inglesas, entierran operarios en la jungla, muertos a temprana edad, por las inhumanas condiciones de trabajo, las compañías autóctonas, brindan seguridad laboral, apoyo social a sus familias, asistencia médica de primera calidad, comedores en las propias factorías, cursos de capacitación permanentes, becas de estudio para sus hijos y lo fundamental, trato humano a todos sus dependientes.

-Esa consideración humana, eleva sus costos operativos, frente a los magros egresos por salarios de las compañías extranjeras, marcando un desnivel, que es aprovechado para fijar precios condenatorios a nuestros intereses.

Luego del profundo análisis de la situación imperante, Junior expresó su convencimiento de que la única vía de solución para ese tipo de problemas, era luchar, no aisladamente, por un lado los productores de cobre, por otros los de petróleo, de carnes, de granos, de otros minerales, sino que debían aglutinarse en un solo cartel, que enfrentara decididamente a las grandes empresas multinacionales globalizadas, exigiendo igualdad de condiciones de explotación, de salarios y costos afines, de reinversión y de un retorno a los países de asiento, acorde con las inversiones en recursos y fuerzas de trabajo de su gente.

Concluida la disertación de Bob Junior, le tocó el turno al ingeniero chileno Wilson Rodas, quien relató su visita a las minas de la región del Cinturón de Cobre del Copperbelt, expresando los horrores vistos en las profundidades de las minas inglesas, avalando todas las expresiones de Junior y coincidiendo plenamente con sus opiniones, adelantando su apoyo a cualquier medida tendiente a un cambio radical, que redundara en mejorar las condiciones de trabajo y vida de los mineros y que llevaran al cobre a un valor justo, acorde con los costos reales de su producción.

VI

La ingeniera química Orquídea Ramírez, como integrante de la delegación del país anfitrión, parecía multiplicarse para establecer los más disímiles contactos, con las distintas delegaciones, cosechando en pocas horas corrientes amistosas con personas de exóticas regiones del globo. Poseedora de una gran cultura y una ductilidad extraordinaria, que le permitía departir en ingles, portugués, y francés, además de su español, se ingeniaba para establecer diálogos con la mayoría de los concurrentes.

Su carácter alegre y abierto, le granjearon la adhesión inmediata de delegados de diversas extracciones, habiendo departido cordialmente con un granjero birmano, una ecologista cubana, un productor de Kenia, un forestador pakistaní, una colega que se desempeña en una tabacalera de Malawi y varios otros concurrentes de Libia, Malasia, Irán, Gabón y Marruecos, por recordar algunos pocos.

Por ello no se puede extrañar, la excelente acogida que tuvo al iniciar su alocución, que mantuvo expectante a todo el auditorio.

En el ámbito de la producción cafetera, se repetían similares problemas, que los expresados anteriormente, aunque se materializaban en distinta forma. Al exportar al principal comprador, Estados Unidos, deben ajustarse a un régimen de cupos y precios de referencias, que se traducen en reembolsos insuficientes, erosionando permanentemente la economía de sus empresas, con un aumento considerable en el endeudamiento. Esta situación, de imposible control, por parte de las empresas productoras y exportadoras, puesto que se subordina a compromisos gubernamentales con los organismos de crédito internacional, liderados por el FMI, es un peso que día a día se convierte en la principal traba para su desarrollo.

La apertura de mercados nuevos, depende en gran medida de la buena voluntad oficial, que es de honor reconocer, se han realizado muchos intentos, pero con un magro resultado, puesto que las nutridas delegaciones comerciales radicadas en las distintas embajadas y que fueran designadas para esas gestiones, no cumplen con su misión.

En realidad los pocos negocios que se han podido concretar, han sido en la órbita de la OMC, pero siempre dentro de los planes de cupos establecidos por Estados Unidos y la Comunidad Europea.

Como conclusión de su extensa disertación, la Ingeniera Ramírez, manifestaba:

-Nuestras esperanzas estaban cifradas en la constitución de un cartel de los productores de café de Colombia y Brasil, que someteríamos a adhesiones posteriores, a todas las compañías productores y exportadoras de la región, reconociendo el cúmulo de dificultades que tendríamos que enfrentar con las representaciones oficiales, la mayoría rehenes de un enorme endeudamiento que condiciona todos los negocios de nuestros países. Habíamos considerado profundamente estas dificultades, pero no encontrábamos otras alternativas y nos pusimos a trabajar en ese sentido.

-Consideramos, y hoy lo confirmamos, las dificultades que algunos cárteles, como el CIPEC, según nos relataban los representantes de Zambia y de Chile, deben enfrentar por la presencia mayoritaria de los representantes de las compañías norteñas, siendo sus resultados, generalmente contrarios de nuestros intereses. Fundamentalmente, veíamos la dicotomía entre los lógicos intereses nacionales y los senderos que recorren las gestiones oficiales, que considerábamos una barrera muy difícil de franquear, al quitarnos legitimidad en nuestros reclamos.

-Indudablemente, nuestros gobiernos están condicionados, o simplemente no tienen la capacidad negociadora, para enfrentar a los representantes altamente cualificados de las potencias industrializadas, que terminan siempre imponiendo sus condiciones, sin tener en cuenta nuestras opiniones.

-Es imperioso, incidir o sensibilizar a nuestros gobiernos, para que sus intervenciones en el ámbito internacional, en materia de comercio, sea dirigida a la obtención de las mejores condiciones para sus pueblos, sin considerar deudas ni compromisos anteriores, que deberán analizarse en forma separada para buscar las soluciones sustentables.

-El costo en esfuerzo laboral y capital de riesgo, debe ser respetado independientemente del País que fuere, eliminando definitivamente las políticas de subsidios y que las reales capacidades productivas sean las que en definitiva, establezcan los precios. Es la única forma que nuestros productos, podrán competir en igualdad de condiciones con los producidos en el norte.

-En definitiva, si teníamos cifradas esperanzas en la constitución de un pequeño cártel, para defender el precio de nuestro café, sin duda que una organización a nivel de todos los países subdesarrollados y abarcadora de todas las actividades productivas, debe alentar mucho más. Por ello cuando tomamos contacto con el Proyecto Gualado, vimos que nuestro esfuerzo local, debía ser sumado a ese maravilloso plan.

-Mi intervención, como las de los representantes que me antecedieron, se limitaron a expresar algunas desigualdades existentes entre las explotaciones a las que pertenecemos y las dificultades que tenemos para enfrentar a los precios subsidiados o a los fijados sobre la miseria de los operarios. No hablamos de posibles soluciones y ese es el gran tema que debemos abordar.

-La realidad de nuestra situación, es muy sencilla de expresarla, porque la vivimos a diario, pero las vías de solución, deben surgir de un profundo estudio de todas las situaciones que afligen a nuestros países, que nos permitan, en forma conjunta, luchar ante los poderosos por la única meta, que resumo en pocas palabras: respeto por el valor humano y espiritual de nuestra gente, reconociendo el valor económico de su esfuerzo, para fijar el precio de su producción, admitiendo una competencia leal, sin intervención de factores exógenos impuestos por medio de subsidios, cupos o cualquier forma de limitar el valor real de las producciones de aquellos países ricos.

-Lógicamente, debemos intentar previamente, obtener el respaldo oficial de nuestros gobiernos, o por lo menos incidir para que sus intervenciones no sean trabas en las negociaciones que deberemos iniciar. Tenemos que marcar los caminos hábiles para que nuestros gobiernos puedan transitarlos, soslayando los compromisos que pudieran tener con países de fuera de la región u organismos internacionales, propendiendo a la cancelación de aquellos atentatorios contra las fuentes de ingresos autóctonos.

-En este momento, si bien conozco profundamente el problema colombiano, no puedo aventurar posibles soluciones generales, puesto que sostengo, que deben surgir, de un muy profundo estudio de la situación de todos los países afectados y ojalá, en esta jornada, llegue la alborada que ilumine nuestras mentes, permitiéndonos ver un atisbo de camino.

VII

Luego de la magnífica intervención de la ingeniera colombiana, le tocó el turno al delegado de un pequeño país del sureste asiático, que según sus propias expresiones, representaba a un enorme núcleo anónimo de obreros forestales. Máximo Estigarribia es ingeniero agrónomo, especializado en forestación, egresado de la Universidad de Santiago de Chile, que luego de haber afirmado sus conocimientos en distintos países, recaló en Laos, trabajando en una compañía forestal que explota montes de teca en el norte del país asiático.

Al presentarse ante el nutrido auditorio, se definió como un luchador por la gerarquización del trabajo en las factorías y reconociendo que nunca había tenido tantos tropiezos, como en su trabajo actual en las selvas de Laos. Trabaja para una empresa belga, que además de la tala y procesamiento de la madera de teca, madera de singular dureza, muy requerida en carpintería fina, tiene una planta chipeadora de otras especies, aptas para fabricación de celulosa, desarrollando su labor en esta planta. El proceso es realizado por maquinaria automática, utilizando un pequeño grupo de operarios, todos nativos, que se ocupan del movimiento de la madera en rolos, tal como llega de la selva, sin más ayuda que su habilidad para el uso de palancas para deslizar troncos, muchas veces de gran peso, sobre si mismos, o desde las grandes pilas, con un evidente riesgo para la seguridad personal. Los tractores con grapos, son utilizados cuando el volumen desborda la posibilidad de los hombres, permaneciendo la mayor parte del tiempo parados.

Dice el ingeniero Estigarribia; -Resulta mucho más barato, el uso de peones, que el combustible y mantenimiento que requieren las máquinas, estableciendo una prioridad para la compañía, que pone en segundo lugar al obrero, después del costo.

-Esta situación, me ha valido varios enfrentamientos con mis jefes, sin los más magros resultados, siendo conciente de la deshumanización que campea entre los superiores, que desprecian sin ningún disimulo, el valor de la vida de los nativos. Pero el verdadero drama lo sufren los que trabajan en la selva. Pernoctando en chozas insalubres, con pésima alimentación, asediados por un sin fin de alimañas, desde las nubes de insectos transmisores de enfermedades, hasta ofidios y arácnidos ponzoñosos, la presencia de fieras depredadoras, que les mantienen en permanente sobresalto, para recibir por quincena una libreta de bonos en kips, la moneda de Laos, que al circular únicamente en las ciudades, los inhabilita a su uso, debiendo canjearlos por los pocos alimentos que les ofrecen los almacenes de la compañía.

-La mayoría de las explotaciones forestales de aquella zona de Laos, están en manos de grandes compañías extranjeras, sin el más mínimo control oficial, sobre las condiciones de sus operarios, que trabajan en un estado de semiesclavitud.

El ingeniero forestal nativo de Chile, luego de extenderse en detallar las condiciones de trabajo, derivó en los valores exportables de los productos, que son destinados en más del noventa por ciento a mercados europeos. Los ínfimos cánones, que pagan al gobierno de Laos, es el costo mayor de sus explotaciones, destinando a salarios un monto irrisorio. De esa forma, al igual que la mayoría de las compañías que explotan las selvas del norte del País, suman ínfimos costos de producción, para obtener excelentes maderas de un enorme valor en el mercado europeo, con pingües ganancias, sin el mínimo retorno para los verdaderos dueños de tal riqueza.

-Tan enorme riqueza, devastada por compañías extranjeras, dejan un saldo de miles de obreros sumidos en la miseria, enormes extensiones de selvas en vías de desertificación, magros cánones para el gobierno y la impotencia de la población que se ve esquilmada.

-Los precios finales de la madera exportada en forma de tablones o chips, no es mala, de lo contrario, por sus excepcionales cualidades, obtienen muy buenos valores. El grave problema, lo constituye la falta de retorno a Laos, sea en forma de mejores salarios, condiciones de trabajo, seguridad social o reinversiones. Las compañías extranjeras extraen la madera casi gratuitamente sin control gubernamental, dejando en los enormes claros de la selva, caos y desolación.

-Hasta los fletes carreteros o ferroviarios, para llegar a puertos de ultramar en el Golfo de Tonkín, de la vecina Vietnam, son férreamente fijados por las forestales, sin intervención del transportista.

-En definitiva, teniendo en cuenta la extrema pobreza del pueblo de Laos, el brutal analfabetismo, la condición de pueblo rural en su mayoría, sin perspectivas, abandonado, su destino es esperar por la buena voluntad de los señores que detentan el poder y dominan la economía.
 
-Estos señores, jamás pisaron el suelo de la jungla, lo más cerca que estuvieron, fue en algún sobrevuelo de sus helicópteros. Su control lo ejercen, a través de agentes locales, que reciben las directrices desde Bélgica, u otros países europeos, en sus oscuros despachos de la capital. De allí, mediante una columna de mandos, altamente militarizada, respaldada por una cohorte de guardaespaldas armados, llegan a las factorías.

-Es tan implacable la organización, que cuando intentamos interceder por los operarios, ni siquiera recibimos presión o amenazas, sino que simplemente provocamos la burla más denigrante.

-Estamos hoy aquí presentes, porque, como técnico extranjero, me corresponde licencia anual, que normalmente aprovecho para visitar mi tierra. Nunca habría obtenido un permiso para concurrir a esta reunión, menos invocando la representación de los obreros, pero cuando tuve la suerte de tomar contacto con los organizadores y recibir el dossier Gualado, me hice el firma compromiso de restar días, de la visita a mis familiares en Chile, para venir e integrarme a este movimiento, aunque más no fuera para hacerles conocer la situación de aquel lejano país asiático.

 -Quizá, hubiera sido mejor mi aporte, en el coloquio que está tratando la defensa de los recursos, pero quería aportar a ustedes, esta faceta que incide magramente en los costos de producción, en desmedro de los trabajadores y que por ser una explotación casi exclusiva de compañías extranjeras, creí importante tener en cuenta, para la consideración de los precios, porque extrañamente, para estas exportaciones no existen trabas aduaneras.

De esta forma concluía el ingeniero agrónomo chileno y cedía su turno a un maduro empresario que en Malasia, gerenciaba una planta procesadora de semiconductores, microplaquetas de silicio y otros componentes para la industria electrónica.

VIII

A Jaques Bourbon, de origen francés, su carácter bohemio, le había llevado a recorrer infinidad de países en tres continentes, trabajando en diversidad de rubros. En un breve espacio de tiempo, recordó como en su juventud, trabajó de lavacopas en un bar madrileño, por unos tres meses, para recalar luego en un museo, como ayudante de restaurador de obras de arte y antes de transcurrido un año de su ingreso a España, ya estaba trabajando en un hotel de Ciudad del Cabo en Sudáfrica. Aquella vida aventurera después, lo llevó al sureste asiático, donde quedó prendado definitivamente de su clima y sus mares y encontró un asiento ideal para terminar con su hasta entonces azaroso vagar. Malasia, le dio una familia y terminó con sus ansias aventureras, iniciándose en actividades relacionadas con la industria electrónica, que también sumó la pasión que le despertara a la atracción primera y permanente de su nuevo País de residencia.

Soportó tremendas crisis, económicas,  de inseguridad política, e incluso discriminación por su origen, pero su amor por las descubiertas tierras, crecía día a día, hasta convertirla en su patria. Aquella nueva patria, era una permanente aventura, hasta para un aventurero como él, aunque el transcurso de los años y los distintos acontecimientos, fueron templando su espíritu, para convertirlo en un hombre relativamente tranquilo, que amaba intensamente todo lo que emprendía e infundía una enorme pasión en su hacer.

Luego de su presentación, informó de su decisión de presentar un pequeño testimonio, que consideraba de mucho valor en el tema de fijar precios de producción y su forma de retorno a la sociedad en que se gestaban.

-Mi actual patria, debo reconocer,  me ha dado todo, principalmente la felicidad de una familia y poder sostenerla dignamente. Cuando llegué a Malasia, por la década de 1970, se estaba implantando una política económica, que tuvo sus cultores y sus detractores, muy polémica, que quizá causó algunas iniciales desigualdades entre el pueblo, pero aquella Nueva Política Económica (NPE), tuvo una virtud, producir un enorme retorno en información y conocimientos, que posibilitó el entrenamiento de una enorme cantidad de gente, que desarrolló la industria electrónica, principalmente en las ramas de la informática y las comunicaciones.

-De las selvas vírgenes, principalmente de Sarawak y en menor medida en Sabah, salieron millones de toneladas de las más preciadas maderas, que aportaron un gran volumen de divisas, que por la aplicación de la NPE, poco a poco al principio y en creciente intensidad luego, fueron transformándose en infraestructura e importación de tecnología, mejorando el conocimiento y la posibilidad del desarrollo sustentable, en una nueva industria, que hasta aquel momento eran patrimonio de Estados Unidos y Japón. De esa forma la producción electrónica se instalaba en nuestro País.

-Lamentablemente, aquel desarrollo, que mejoró las condiciones de vida y trabajo de un elevado porcentaje de la población, dejó secuelas, que poco a poco se van solucionando, pero fueron fuente de fuertes enfrentamientos. La sobreexplotación de las selvas tropicales, no es sustentable y ha producido en los dos estados de su asiento, cambios radicales en su biodiversidad, con enormes perjuicios para sus poblaciones, con inundaciones y cambios climáticos que obligaron a algunas emigraciones internas de proporciones.

-El ingreso individual de la población ha mejorado sensiblemente y el acceso al conocimiento se extiende a casi la totalidad de los distintos estados.

-Como considero que el conocimiento y la capacitación del hombre le permite un desarrollo pleno, pienso que en la consideración de los precios de nuestros productos, nunca puede estar ausente un retorno en estas áreas. El retorno debe medirse en unidades monetarias, pero puede darse en distintos aportes: divisas, y ¿por qué no, en conocimiento?

-Es una experiencia que el conglomerado de estados, que forman mi patria adoptiva, han transitado y a pesar de serias dificultades iniciales, hoy se ven, constituyendo asombrosos resultados. Se ha llegado a establecer un equilibrio sustentado por la capacitación, que admite un componente de capitales externos, que coadyuvan al desarrollo, sin condicionarlo. En definitiva, la multinacional globalizada, en mucha forma depende de nuestra gente y de su capacidad tecnológica.

-La industria electrónica, ha sido un verdadero puntal de desarrollo y de su mano vinieron el mejoramiento sustantivo en las más disímiles áreas, con un avance sostenido en los distintos procesos productivos, que van acortando las diferencias producidas en el inicio del plan. Aún quedan regiones con verdaderos centros de estancamiento y pobreza, sin siquiera medios aceptables de transportes, asentados en zonas semiabandonadas de las selvas de Sabah, sobreexplotadas, que dejaron aridez y desertificación en las tierras altas y dieron cabida a plantaciones temporales de arrozales, en pequeñas parcelas de  las inundables. Son algunas asimetrías que aún persisten y que lentamente van limándose para insertarse en la nueva vida de Malasia.

-Mi más ferviente deseo, es ver, como esa cantidad de países africanos y del sur de Asia, que en mi azarosa vida recorrí, junto con los demás que integran el grupo de los subdesarrollados, encuentren los carriles para llegar con justicia a ser los reales dueños de sus destinos, sin depender de los avatares que digiten extraños, por el solo hecho de detentar poder económico y político.

IX

Durante varias horas, se sucedieron distintos disertantes, exponiendo los problemas de sus propios países, teniendo en común, la constante de los subsidios y distintas formas de trabas aduaneras, para ingresar sus productos a Europa o Estados Unidos, con iguales consecuencias de desaliento.

Finalmente, reunidos los distintos testimonios, se inició el trabajo de búsqueda de soluciones, con la intención de elevar al plenario, un informe coherente y con posibilidades de concreción. Ardua tarea, fueron muchas horas, durante casi tres días, de análisis de infinidad de propuestas. Ninguna fue desechada, a pesar de que no fueran abarcadoras de soluciones globales, pero tampoco hubo una, que mereciera ser la recomendada.

Ninguno de los integrantes del coloquio, sintió cercano el fracaso y todos eran contestes de que la solución surgiría, si no en aquella oportunidad, lo sería en otra. Había que seguir trabajando, por lo que era urgente tomar una decisión y la más coherente era elevar un informe al plenario, que resumiera los problemas tratados y las distintas vías de solución que se habían esbozado. Nadie pensaba que surgirían soluciones mágicas, en una primera reunión y sí, consideraban que el progreso había sido enorme, puesto que habían inaugurado un ámbito para todo el mundo subdesarrollado, donde se podrían tratar estos problemas, constituyendo un verdadero laboratorio de ideas.

Lo que todos tenían claro, consistía, en que la OMC, era tan ineficaz e ineficiente para los intereses del sur, como su antecesor, el GATT y que las acciones debían ser independientes de las oficiales, pero con el convencimiento de la necesidad de un acercamiento y concientización de las clases políticas y gobernantes, de las reales necesidades de los pueblos y de abrir caminos de un mejor entendimiento de sus problemas y sus soluciones, para desde su representación en la organización, iniciar una gestión dirigida a privilegiar la defensa del esfuerzo autóctono, subordinando totalmente el interés externo a la región.

En definitiva, enfrentar a los países ricos, en forma compacta y unificada, procurando el respaldo de los gobiernos, desde sus ámbitos oficiales, por el respeto del valor del trabajo y la riqueza, y su retribución justa, no admitiendo subterfugios que signifiquen trabas de ninguna especie.






































Capítulo XVI

Futuro de sed

I

Para Pedro Villanueva, participar en una reunión de tan elevado nivel y a escala mundial, era un verdadero desafío. Desde el momento en que decidiera aceptar la nominación a integrar la representación, se había sumergido en una serie de conferencias y encuentros con los distintos técnicos de la asociación, ocupando cuanto tiempo libre le dejara su trabajo en la factoría. Más de un fin de semana tuvo que viajar a Montevideo, para asistir a los mismos y además del enorme bagaje de conocimientos que adquiría, el deseo permanente de ver y estar con su Rosalía, se constituía en un fuerte motivo para disimular el cansancio y asegurar que su labor semanal no decayera un ápice.

Cuando se aproximaba la fecha del viaje a Colombia, Pedro ya era considerado un experto en humedales y sus dificultades oratorias habían sido aventadas y estaba en condiciones de discutir los temas con verdadera sapiencia, con eminentes catedráticos, respaldado siempre por su humildad y el ferviente deseo de enriquecer más sus conocimientos, obteniendo grandes frutos de las discrepancias. Su marjal, había adquirido una dimensión desconocida, de ser el sustento de toda su vida, se había transformado en la promesa de sustento para el mundo entero. Era una ínfima porción visible, de la única y verdadera arma para vencer la sed del mundo.

El momento había llegado, Pedro trasponía el umbral de la enorme sala de conferencias, atestada de hombres y mujeres de los más recónditos rincones del mundo, que pugnarían por liberarnos de la sed.

Las vestimentas y razas, daban un singular colorido a aquella heterogénea concurrencia y los distintos idiomas que se escuchaban en privados coloquios, anticipaban una gran diversidad de experiencias, situaciones y propuestas, que auguraban una enorme tarea para la comisión moderadora, encargada de encauzar los debates.

Esther Cuesta, integraba el panel moderador y fue la encargada de pronunciar las palabras de apertura de la conferencia. No fue muy extensa, aunque sí, muy precisa en los conceptos y en los fines que perseguía la Fundación Gualado, en lo referente al agua, resumiendo algunos estudios realizados a nivel mundial, en cuanto a la distribución natural de los reservorios, sus volúmenes y su sustentabilidad.

Si bien el panorama, mostraba un mundo lleno de desigualdades, con enormes carencias en grandes zonas, con un bajísimo índice de precipitaciones anuales, frente a otros, las grandes selvas tropicales, de períodos de lluvias realmente copiosos y prolongados, el real problema, consistía en el irracional uso. Hacia este tema, debían dirigir los mayores esfuerzos.

II

Sanghamitta Taishi, hermosa representante de la etnia tai, viene desde la lejana Tailandia, de su Bangkok natal, donde integra el staff de técnicos de la organización no gubernamental que brega por la defensa de la selva virgen, que sucumbe lenta, pero sistemáticamente, bajo la tala constante de sus preciadas riquezas forestales. Enfundada en coloridos ropajes tradicionales, que dan adecuado marco, al perfecto rostro aceitunado, de brillantes y profundos ojos negros, de insondables misterios, parece iluminar la enorme sala del coloquio, con el destello de su sonrisa. Es la primera en ocupar el estrado para dirigirse al auditorio reunido para tratar el difícil tema del agua.

En perfecto ingles se dirige a los convocados, atrapando inmediatamente la atención. Inicia su disertación con un detallado análisis del drama que vive su país, azotado por inundaciones y un brutal cambio climático, causado principalmente por la deforestación de sus selvas. En los últimos cincuenta años se ha talado casi la mitad de la superficie forestal natural. La capital, Bangkok y sus alrededores, sufre la contaminación del agua y del aire por los desechos industriales, sin una disposición final controlada e inocua. Los magros esfuerzos gubernamentales por reforestar las zonas desertificadas, no alcanzan para controlar las riadas y las devastadoras inundaciones y enormes extensiones del territorio, que albergaba una de las selvas tropicales más grandes de la tierra, se está convirtiendo en pantanos incultos productores de miasma pestilente. La eutrofización del agua ha llegado a extremos tales, que la hacen inadecuada para usos humano y animal. El medio ambiente está siendo asolado por las acciones depredadoras del hombre y diariamente la naturaleza dañada, cobra en vidas y recursos incontables.

Es un pedido desesperado, un ruego, que conmociona y remueve. Es la misma voz de la tierra que clama por cordura y respeto. Es un eco que retumbará por cuatro días de coloquios. El mundo todo lo sufre. Todos lo vemos y lo sufrimos, es imperiosa la búsqueda urgente de soluciones, que terminen con tales excesos.

III

Le sucedieron disertantes de la sedienta Etiopía, del pantanal brasileño, de la inhóspita Afganistán, del tórrido Omán, de los Llanos venezolanos y finalmente le tocó el turno al nutriero de los humedales del este uruguayo.

Pedro Villanueva, había preparado una estructura que suponía ideal para su intervención, pero al escuchar todos aquellos dramas que asolaban grandes extensiones de la tierra, se percató de lo inútil de un gran discurso y olvidando el plan previo, dejó simplemente que fluyera naturalmente el relato de su vida, que no era más que el relato de la vida del estero.

Como lentamente había cambiado su vida, con los cambios de sus marismas. Como habían huido hacia otras zonas la mayoría de los animales y como se había opacado la flora, cuando se construyó el canal Andreoni, dejando una enorme mancha de tierra reseca, bordeando un enorme sector que entregara sus aguas al océano.

De hablar sencillo y llano, como sencilla y llana fue toda su vida, Pedro trasmitía su enorme amor por su terruño y fluidamente hilvanaba el más acendrado alegato a favor del medio ambiente, de la defensa y correcto uso del agua, el más estricto control de los contaminantes y su más ferviente deseo de alcanzar un sorbo de agua de su marjal a todos los sedientos del mundo.

Aquella humildad con que Pedro ofrecía el agua de su marjal, simbolizaba su espíritu humanista y solidario y ese humanismo y solidaridad, prendían indeleblemente en todos los presentes, uniendo en indisoluble abrazo a gentes de tan distintas regiones, seguros de estar sembrando la semilla promisoria, que salvaría al mundo de la pesadilla de la sed.

No fue el último disertante, hubieron muchos más, que expusieron sus vivencias y ofrecieron sus propuestas. Pero asuntos de tal envergadura, no podían tener soluciones fáciles. El camino quedaba abierto, nuevos estudiosos tomarían la posta y paso a paso recorrerían las sendas que llevarían a lograr el mejor fin.

Una cosa había quedado clara, el agua era un bien de la humanidad y nadie tendría el derecho de disponer de la misma a su antojo y su uso racional tendría que ser una meta primordial. No importa el lugar de residencia y la distancia que nos separe de los reservorios naturales, todos tenemos el derecho a saciar nuestra sed y todos tenemos el deber de amparar tal derecho, impidiendo cualquier monopolio que tienda a retacearlo.

Esta conclusión, junto a un resumen de todas las intervenciones y propuestas, formó el dossier que sería elevado a la reunión plenaria, recomendando la convocatoria a reuniones sucesivas, para continuar el análisis y la búsqueda de los caminos que condujeran al cumplimiento cabal de la misma.






























Capítulo XVII

Una nueva visión del mundo
I

Cinco días de intenso trabajo, que habían acaparado la atención mundial. Las cadenas informativas, habían dispuesto sus espacios centrales a abundar en detalles de los debates y conclusiones de las tres conferencias que se desarrollaban en Medellín. Aquella voz removía conciencias y en los grandes centros del poder mundial, los analistas se afanaban en la preparación de informes y pergeñar estrategias en salvaguarda de sus particulares intereses.

Oficialmente, no se daba mayor trascendencia a lo que la gran prensa había llamado “La reunión de los pobres del mundo”, pero entre bambalinas una febril actividad, daba explícita cuenta, de la preocupación que causaba en las más elevadas esferas. El mundo pobre, los explotados del sur, levantaban una bandera de libertad; reclamaban sus derechos; reclamaban su derecho a la vida; su derecho a su solar, a su riqueza, a su producción, a su lugar de estar, a compartir su agua para mitigar la sed del planeta, sin restricciones.

Se había instalado un foro de discusiones jamás pensado; donde se ventilaban todas las desigualdades; donde se consolidaba la unión de todos los hombres y mujeres, del mundo subdesarrollado; donde la gran meta era enfrentar a los países ricos, en igualdad de condiciones; donde el respeto a los valores humanos y espirituales, ocupaban el mismo nivel, por encima de los valores económicos; donde no existían diferencias de raza o credo y donde la norma fundamental, era el respeto y la solidaridad. Respeto por las pertenencias tangibles y espirituales de los pueblos y solidaridad con todos los hermanos habitantes de la tierra.

Casi utópicas, parecían aquellas metas, pero con cuánta decisión y esmero, trabajaron todos los convocados, cada uno en su materia, poniendo denodados esfuerzos por obtener las mejores y factibles conclusiones.

II

Luego de tan arduo trabajo, que durante cinco días, se había desarrollado en Medellín, el comité organizador, a fin de reunir en un solo dossier, los informes de los tres coloquios y ofrecer un fin de semana de descanso a todas las delegaciones, dispuso la reunión final para el martes siguiente, ofreciendo la posibilidad de visitas guiadas a la ciudad y sus alrededores, como también a otras ciudades importantes de Colombia, poniendo la cuota de distensión necesaria y merecida a los ilustres visitantes.

Durante aquellos tres días, se pudo ver por diversas zonas del país, los grupos de exóticos viajeros, que con avidez disfrutaban las delicias de la montaña helada o la calidez del Caribe, la visita a museos o centros comerciales, la pesca costera en el Pacífico o los cruceros por las islas antillanas. El plan fue aprovechado al máximo y se sumó el disfrute, a la labor.

Hubo también, varias reuniones de exploración de posibles relaciones comerciales y de complementación técnica y cultural. De allí salieron concreciones promisorias, que ampliarían enormemente el horizonte de relaciones, entre comunidades distintas y lejanas.

III

Los tres días de asueto, habían terminado, llegaba el momento más trascendental, había que pasar a la parte práctica, ejecutiva, arribar a conclusiones y llevarlas a cabo. Aquellas conclusiones finales, además de ser impresas en papel, debían tener una concreción real y en las próximas horas, la labor tendería a eso.

Los pasos deben darse ordenada y acompasadamente, para que el andar sea eficaz. Para llegar a la meta no solo hay que apurar, sino seguir la senda correcta, superando todas las etapas, sin saltear ninguna valla.

Junto al dossier de las conclusiones de cada coloquio, se adjuntaba la propuesta del comité, de formar tres grupos de trabajo, reducidos, integrados por delegados de iguales países, a fin de evitar excesos de traslados, que serían los encargados de bosquejar las líneas de acción a seguir. Cada uno de estos grupos, pertenecería a un continente diferente y recaería en ellos la responsabilidad de reunir todos los antecedentes y recabar el asesoramiento necesario que demandara la labor, adquiriendo el compromiso de en un plazo máximo de seis meses, elevar al Consejo de la fundación, sus propuestas, habilitando la convocatoria a la segunda reunión mundial, a realizarse en algún país africano o asiático.

Con la aceptación de la moción del comité organizador, culminaba al anochecer de aquel histórico martes, la “Reunión de los pobres del mundo”. Se abría un paréntesis de seis meses, para adoptar las medidas finales, pero se iniciaba la más ardua labor de los tres grupos designados.

IV

Soplaban vientos frescos. Soplaban vientos de cambio. La faz del mundo empezaba a transformarse. Las soluciones todavía no estaban, pero se habían removido viejos tabúes, se había adquirido conciencia de que los países subdesarrollados, no eran pobres, sino inmensamente ricos. Ricos en sus recursos y fundamentalmente ricos, por su gente. Sus tierras eran las principales productoras de alimentos del planeta y sus entrañas alojaban los más ricos depósitos de minerales, piedras preciosas, agua dulce, petróleo y gas natural. La disposición de aquellas riquezas, era el eje del cambio y el desafío estaba planteado.

En una misma mesa de trabajo, se mezclaron razas y religiones, demostrando que el bien común no separa ni divide, sino que sobrevuela pasiones y credos, igualando a todos los hombres del planeta, demostrando que además del poder económico y político, está vigente el poder de la razón y la solidaridad. Regino Gualado, no se había equivocado, su utópico plan, estaba en marcha y los abanderados eran los ciudadanos del mundo.






















Capítulo XVIII

Crisis

I

Los ecos de Medellín se apagaban, los grandes centros de poder volvían a paladear su supremacía, el mundo seguía con las mismas diferencias y los mismos dramas. Etiopía, seguía sedienta; el café colombiano, tenía las mismas trabas para entrar a Estados Unidos; los cereales argentinos, debían superar los subsidios europeos; las carnes uruguayas, seguían acotadas por los cupos; las selvas de Tailandia, seguían sufriendo la feroz tala; los agricultores de Laos, continuaban enterrados en los arrozales hasta el muslo; los obreros de las tabacaleras de Malawi, continuaban trabajando como esclavos por unas míseras kwachas y los mineros zambianos, seguían muriendo dentro sus minas.

El mundo había vuelto a sus cauces normales, ya nadie se atrevería a enfrentar al poderoso norte. Las agencias de noticias, habían olvidado a los “pobres del mundo”, nuevos hechos ocupaban los espacios centrales. La ilusión utópica de un hato de miserables, sería sepultada en el olvido. Ésta, era la ilusión; la verdadera realidad germinaba en silencio y con denodada fuerza emergería, para seguir la lucha removedora, larga, cruenta, pero signada por la pujanza indestructible de la razón.

II

Paula González, nuevamente estaba a cargo de la dirección de CYGUF. La  experiencia vivida en Colombia, había sido fructífera, el fin de semana largo, lo dedicó en establecer contactos comerciales, que le aportaron la seria posibilidad de obtener un nicho en el mercado de dulces y conservas de una cadena de mercados ecuatoriana. Había que superar ciertos trámites burocráticos, mandar las muestras correspondientes y preparar la fábrica para cumplir con el nuevo cliente.

Aquella noticia, marcó el inicio de una transformación de la planta, proyectada desde hacía más de un año y postergada por dificultades financieras, que felizmente llegaban a su fin.

Los planos de la nueva planta de elaboración, se desempolvaban definitivamente, para ocupar un lugar destacado en la mesa de trabajo; las gestiones para importar nueva maquinaria se llevaban adelante y todos los asociados aportaban su esfuerzo, desde sus distintas granjas, para concretar la tan ansiada ampliación.

En poco más de tres meses, ya se elevaba la nueva estructura y la compañía encargada de la instalación de la pesada maquinaria, procedía a la fundación de la enorme base de concreto que la soportaría. Todo auguraba una pronta inauguración, que seguramente coincidiría con la firma del convenio con los ecuatorianos.

Fue en aquel preciso momento, que el drama se desató con una crudeza tremenda, CYGUF lo sufrió dentro de sus propios lindes y el mal ya casi abarcaba todos los departamentos del país. El caos extendía sus tentáculos, sembrando la desolación, el desconsuelo.

Todo había empezado por un oscuro incidente, nunca determinado fehacientemente. En la frontera norte, apareció el primer brote. Se investigó el origen, manejándose varias hipótesis, entre las que tomó mucha fuerza la de contrabando de ganado infectado, desde Brasil. Pero como llegó, nunca se pudo o se quiso aclarar. Lo cierto fue, que la aftosa, había invadido después de varias décadas, el territorio nacional.

Aquella primera infección fue controlada rápidamente, pero el País había perdido su status de “País libre de aftosa sin vacunación” y con ello una baja tremenda en el valor de sus carnes y la imposibilidad de acceder a la mayoría de los mercados.

El drama no terminó en aquel incidente, sino que a los pocos días, aparecieron brotes del terrible mal, en varios departamentos del este, extendiéndose rápidamente a todo el resto del País. La agropecuaria había sido herida y su recuperación sería ardua y prolongada.

Todos los tambos asociados a CYGUF, perdieron sus rodeos bajo el estampido del rifle sanitario. Su industria láctea, quedó desmantelada. Había que empezar de cero.

No pudo continuarse con la ampliación iniciada, debió suspenderse la importación de las máquinas y la negociación con Ecuador quedó trunca.

Los esfuerzos todos, serían canalizados a la recuperación de la tremenda pérdida. Se imponía una reestructura de la producción e incorporar nuevo ganado lechero. Todo requería inversión, créditos. Financieramente, CYGUF estaba totalmente saneada, pero había que recuperar la confianza en el sector lechero, para obtener créditos accesibles. Las asistencias oficiales, como resarcimiento de las pérdidas ocurridas por el sacrificio de sus planteles, no alcanzaban para recuperar el volumen de producción, siendo imperiosa la búsqueda de otras soluciones. El fondo de asistencia financiera del grupo Aranjuez, cubriría parte, pero también, debía atender varias empresas más, que habían sufrido las consecuencias de la crisis, desatada por la epidemia de aftosa.

El arduo trabajo y la cooperación solidaria, del grupo Aranjuez, fueron los artífices de la recuperación, que llevaría mucho tiempo y sacrificios.

III

El Presidente Aranjuez, sintió los primeros síntomas de su atroz dolencia. Luego de la conferencia de Medellín, tras el arduo trabajo emprendido por causa de la epidemia, realizó un viaje a Venezuela, donde le sobrevino el primer ataque.

En la solariega villa que ocupaba la oficina de negocios de Empresas Aranjuez en la ciudad de Maracaibo, a pocas cuadras de la enorme estructura del puente Rafael Urdaneta, disfrutaban del almuerzo, Apolinario, su hija Ana Estefanía y el encargado de la agencia, el Economista Horacio Bermúdez y su esposa, cuando por primera vez el empresario uruguayo sintió el tremendo dolor y la desesperante opresión en el pecho.

El diagnóstico fue terminante, infarto de miocardio, con algunas complicaciones en el sistema cardiovascular. Debía permanecer hospitalizado, hasta superar el trance e iniciar un riguroso tratamiento, que le implicaría además, una drástica reducción en su régimen de trabajo.

Aquellos requerimientos, no tenían cabida en el pensamiento de un activo hombre de negocios, como era Apolinario. Haría todos los tratamientos requeridos, pero su trabajo no sería abandonado. No podría dejar de dar su colaboración y esfuerzo para superar la crisis, por lo que a su regreso, mantuvo una larga charla con su cardiólogo, quien, a pesar de las nada halagüeñas perspectivas sobre la enfermedad, no consiguió apartar al paciente de su empecinada pasión por el trabajo.

Bajo un estricto régimen alimenticio y el riguroso tratamiento médico, desarrollaría sus actividades. Fue todo lo que el médico pudo conseguir. De aquella forma, debería enfrentar el duro momento.


IV

Se cumplía el quinto mes de trabajos de los grupos de Medellín y la Fundación, trabajaba febrilmente para una nueva convocatoria, que reuniría a “los pobres del mundo” en la ciudad de Thon Buri, antigua capital de Tailandia, separada de la actual, Bangkok, por el río Chao Phraya.

Algunos informes ya estaban llegando y sus contenidos, anticipaban enormes progresos, en pos de las metas trazadas. El presidente de la Fundación, a pesar del serio quebranto de salud, no perdía detalle de aquellos logros y esperaba con indisimulado afán, la llegada de la fecha, en que se realizaría la segunda cumbre.

Todo estaba pronto. En menos de un mes, temblarían nuevamente, los dueños del poder, los ricos del norte. Alguna agencia de noticias, ya había tomado el tema y a pesar de no haber trascendido los trabajos de los grupos de Medellín, los analistas iniciaban sus conjeturas, echando a rodar el andamiaje de defensa de los centros del poder mundial.

Poco a poco el tema fue tomando importancia y no tardaron en aparecer solapadamente las amenazas. Restricciones comerciales nuevas; negocios que se consideraban  cerrados, extrañamente caían provocando enormes pérdidas; negativas a aceptar controles sanitarios de algunos países subdesarrollados, bloqueando exportaciones de carne; desembozadas manifestaciones de altos funcionarios, anunciando medidas de restricciones crediticias o de otra índole.

Los  acompasados y ordenados, pero fuertes pasos, de los sudacas, retemblaban los muros del los bunker económicos y del poder norteño. Era la mejor muestra de que se transitaba la buena senda.

Sanghamitta Taishi, con todo su juvenil empuje, había tomado la batuta para dirigir la organización de la cumbre y se había rodeado de un selecto grupo de colaboradores, pertenecientes todos, a las organizaciones y empresas que representaron a Tailandia, en la conferencia de Medellín. Era un grupo comprometido con la causa y su numerosa y activa delegación, lo habían demostrado con demasía, durante su actuación en el país sudamericano.

En varias oportunidades tuvo que comunicarse con la Fundación y en más de una ocasión tuvo que departir sobre algunos temas, con Regino, marcando su particular impronta, para sortear inconvenientes. Problemas que le eran planteados, en pocas horas, con su particular ingenio, conseguía la solución más adecuada. De esa forma obtuvo el patrocinio, si bien un tanto velado por trámites burocráticos, pero con una excelente posibilidad de apoyo gubernamental, de la Oficina de Reforestación de su País, que además de facilitar locación para la conferencia, le daba un tinte de oficialidad, adentrándose lentamente en una de las recomendaciones primarias, de obtener el apoyo de los distintos Estados.

V

El sol mañanero, entraba a raudales por los grandes ventanales del quinto piso, del edificio de la calle Durazno. Varios ejecutivos de la Fundación hacían los controles finales, sobre las convocatorias, para la reunión de Thon Buri. Regino revisaba el último e-mail recibido, en el que Sanghamitta, aportaba los datos finales sobre la organización.

 Una nube negra ocultó la luz, un terrible estallido pareció destrozarle el pecho y lentamente el convulso cuerpo, se escurrió, desmadejado, hasta el piso. Fueron inútiles todos los intentos por reanimarlo. Apolinario Regino Aranjuez Gualado, había muerto.

No vería fructificar su idea, pero había entregado toda su fuerza en llevarla adelante. Al inaugurar la Conferencia de Antofagasta, ya había entregado al mundo la elaboración y la dirección del plan, pero su ilusión era verla convertida en realidad. El destino no lo había permitido.

El ideólogo de aquel plan, para el surgimiento del sur explotado, había dejado un bagaje enorme de ilusiones y la decisión de millones de hombres y mujeres, de todos los rincones del planeta, de hacer de la tierra un mundo más justo. La meta sería alcanzada, seguramente tras ingentes esfuerzos, pero aquella llama encendida por Regino Gualado, no se apagaría, hasta aventar toda explotación de los grupos de poder, a los esquilmados sureños.

El desconcierto reinó por mementos, nadie atinaba a decidir los pasos futuros. La desaparición de Regino, dejaba un enorme vacío y la congoja embargaba todos los ánimos. Pero de la morena faz de Dagoberto Sueiro, angustiado por el dolor, ante la muerte de su hermano de toda la vida, surgiría la luz, nacida de la certeza de sus sentimientos, indicando que la obra iniciada no debía ser interrumpida. El más sublime homenaje a Regino, sería mantener la agenda y continuar la lucha, dándose solamente un leve respiro para sepultarle.

Con inmenso dolor, se emprenderían los siguientes pasos, pero seguramente, estarían cumpliendo con el más ferviente deseo, de aquel gran hombre.

VI

Había muerto un bueno, pero ¡qué hermosa siembra, había sido su vida! Si bajo la personalidad de Apolinario Aranjuez, había sido duro e inflexible al combatir el poder del lucro desmedido, como Regino Guálado, había descollado el hombre bueno y solidario.

Solamente dos días para velar y sepultar un gran hombre, luego a continuar su obra, seguir recorriendo el mundo con su palabra y su enseñanza. Aquel sería el leve respiro, el máximo homenaje.

Ya llegarían los nuevos abanderados, la conferencia de Thon Buri, no contaría con la esclarecida presencia de Regino, pero no cejaría en la lucha, los años de trabajo del visionario uruguayo, habían dejado millones de hombres y mujeres preparados para continuarla, por lo que Sanghamitta Taishi, había considerado su viaje inesperado a Uruguay, como una peregrinación, a beber de la verdadera fuente, un humilde homenaje al más grande mentor de la lucha por la dignidad humana.






















Capitulo XIX

Epílogo

I

El extenso manto verde esmeralda, del césped primorosamente cuidado, de las suaves colinas que componían el cementerio, que albergaba la pequeña parcela, que acogería en su seno los restos de Regino, además de los coloridos macizos de flores y las espaciosas sendas, destacaban únicamente, las sobrias lápidas, mudas custodias de los sepulcros.

Lentamente bajaba a la fosa, sostenido por los cordones de los cabrestantes, la caja de lustrosa madera de cedro, con su preciosa carga. Acongojados asistentes de distintas razas y pueblos, en silencio miraban la escena. Sanghamitta Taishi, no pudo retener las lágrimas que pugnaban por salir y su aceitunado rostro se vio surcado por la brillante línea que expresaba su profundo dolor. En aquellos pocos meses, desde que conociera al mentor del Proyecto Gualado, en la ciudad de Medellín y con quien debiera mantener un asiduo contacto por la próxima reunión de Thon Buri, había aprendido a quererlo como a un amoroso padre, presto al apoyo y consejo justos. A su lado, Ana, se apoyaba fuertemente en el brazo de Gustavo, dejando fluir su dolor, con un silencioso llanto. Un poco más lejos, la curtida faz de Pedro Villanueva, no disimulaba su congoja. Paula González, daba rienda suelta a su dolor, mientras su mano tiernamente se apoyaba en el hombro de Estefanía, que ya había agotado todas sus lágrimas y precensiaba la partida de su esposo con una mirada de incredulidad. Wilson Rodas, que no se había separado ni un minuto de Dago, mostraba un endurecido y sombrío rostro. Se habían dado cita en aquel lugar, los ciudadanos del mundo pobre, para despedir a su lider. Ya, Regino Gualado ocupaba un destacado lugar en la historia de luchas por un mundo mejor.

II

El futuro de Ana y Gustavo, lo labrarían ellos y escribirían su propia historia. Rosalía y José quizá dieran forma a su amor aún no confesado. Igual lo harían Stella Spencer y Bob Junior. Pero estas historias domésticas, no apartarían a sus protagonistas, de la lucha en que Regino Gualado les había introducido.

Tampoco cejarían en su empeño, Daniel Aranjuez, ni los hermanos Lauda, ni Hugo y Cecilia Sandez, Javier Sorondo, Zahira Antunez, Macarena Cevallos, Orquídea Ramírez o Julia Mendieta. Seguirán su comprometida lucha, para que los tabacaleros de Malawi, los plantadores de arroz de Laos, los mineros de Zambia, los marginados de los asentamientos precarios de miles de ciudades sureñas, los taladores de teca, los llaneros de la Orinoquia, los agricultores argentinos, los cafeteros colombianos y los millones de pobres del mundo subdesarrollado del sur, puedan sacudirse el yugo de los poderosos que los explotan desde los tiempos de la invasión iniciada con el primer viaje de Colón.

Es la enorme columna que Regino Gualado dejó en marcha. Quiera Dios, Yahvé, Jehová, Alá, o como cualquier ciudadano del mundo Lo nombre, que la semilla recientemente germinada crezca fuerte y dé los mejores frutos.